Oneroso aislamiento
El Banco de Inglaterra advierte que la incertidumbre bloquea las decisiones de inversión de las empresas y la libra ha caído un 20%
El gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, advierte que las incertidumbres del Brexit ya están pasando factura, bloqueando las decisiones de inversión de las empresas, congelando el crecimiento económico y endeudando a las familias británicas.
El egocentrismo de algunos –muchos– partidarios del Brexit es inconmensurable. Tanto es así que periódicos antieuropeos como el Daily Telegraph y el Daily Mail han interpretado las colas en el aeropuerto de Barcelona (y otros) como una maniobra contra los turistas británicos para advertirles de las consecuencias de salir de la Unión Europea y mostrarles lo que vale un peine.
Pero así de obtusos se han vuelto los euroescépticos, que siempre han visto en el continente la culpa de todos los problemas del Reino Unido. Antes, por la burocracia que imponía la forma de las manzanas y el tamaño de los plátanos, dictaba las medidas de seguridad para los autobuses de dos pisos y boicoteaba las bombillas de fabricación inglesa. Ahora, con el divorcio ya en trámites, porque supuestamente discrimina en los aeropuertos contra las familias de Essex y Kent, examina sus documentos con especial rigor y arruina su inicio vacacional.
Alentado por los fanáticos, un alto funcionario del Gobierno ha pedido vendetta, y que en los puntos de entrada al Reino Unido se instalen colas rápidas para los nativos, y colas a paso de tortuga para los ciudadanos de Ruanda, Nueva Zelanda, Jordania, Bangladesh... y países de la UE. Al fin y al cabo, “no son de los nuestros y hacen todo lo posible por fastidiarnos”. Algunos partidarios del Brexit parecen a un tris de pedir medidas casi de limpieza étnica, lo cual no es del todo aberrante teniendo en cuenta que muchos de ellos votaron por el neofascista UKIP para eliminar o reducir la inmigración al país.
“Es cierto que la UE ha aumentado la seguridad en los aeropuertos, pero uno se pregunta si no es un subterfugio para castigarnos por no estar en la zona Schengen y mostrarnos la medicina que nos espera cuando el Brexit se haga realidad”, ha dicho Lord Callanan, secretario de Estado de Aviación. Y se ha quedado tan ancho.
Ya se le llame egocentrismo, arrogancia, desdén, menosprecio o sentido de superioridad, los partidarios del Brexit están cada vez más enrocados en sus posturas monolíticas, mientras tanto el Gobierno como la oposición debaten internamente –y no llegan a conclusión alguna– sobre la forma del inminente divorcio. La primera ministra Theresa May se ha ido de vacaciones a los Alpes, y se la ha visto –y oído– cantando, patriótica ella, el Dios salve a la reina en el bar de un hotel de montaña italiano. Pero no ha dejado a nadie a cargo del Gobierno. Con la casa patas arriba, unos y otros aprovechan para intentar imponer su autoridad. El ministro de Economía, Philip Hammond, en teoría número dos del Gobierno y apoyado por la responsable de Interior, Amber Rudd, ha aprovechado para dar por hecho un periodo de transición de tres años, hasta el 2022, en el que continuaría la libertad de movimiento, Londres seguiría sujeto al Tribunal de Justicia de Luxemburgo y “compraría” un modelo de relación comercial que ya está en los escaparates, como el de Noruega o Suiza.
Pero la respuesta de los halcones (el ministro del Brexit, David Davis; el de Medio Ambiente, Michael Gove; el de Exteriores, Boris Johnson, quien incluso habría amenazado con dimitir) no se ha hecho esperar, y han presionado a May para que proclame que ese aterrizaje suave no está decidido, y que el objetivo británico no es imitar una fórmula como la noruega, sino negociar una a medida, como si Bruselas fuera una sastrería como las de Savile Row y hubiera todo el tiempo del mundo para confeccionar el traje.
No es el caso según el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, que ha advertido que las incertidumbres del Brexit ya están pasando factura, bloqueando las decisiones de inversión de las empresas, congelando el crecimiento económico y endeudando a las familias. La inflación sube mientras los salarios permanecen congelados, la libra esterlina ha perdido un 20% de su valor desde el referéndum, y el déficit ha alcanzado niveles récord a pesar de todos los sacrificios de la austeridad. Para los brexiteros ,el banquero no tiene credibilidad porque es canadiense...
La suerte de May es que la oposición laborista está igual de confundida y dividida. Los diputados del norte de Inglaterra exigen controles a la inmigración porque sus votantes los piden, los de Londres quieren la permanencia en el mercado único o incluso un nuevo referéndum, y amenazan con una votación en otoño proponiendo la permanencia en el Espacio Económico Europeo que podría hacer caer al Gobierno. Y mientras tanto el líder Jeremy Corbyn, de vacaciones en Dubrovnik, no se pronuncia en ningún sentido. Tic tac, tic tac, como dice el negociador de la UE, Michel Barnier. El impasse británico no puede durar eternamente.
Los euroescépticos piensan que Europa sigue teniendo la culpa de todos los problemas del Reino Unido La prensa antieuropea atribuye las colas en El Prat a una campaña de la UE para castigar a los turistas del Reino Unido