La Vanguardia (1ª edición)

La investidur­a de Rohani en Irán reúne a más de cien países

La UE marca presencia en la rehabilita­ción internacio­nal de Teherán

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Aperturist­a en política y neoliberal, Rohani ha sido revalidado por las urnas y por el guía supremo

El sueño compartido por Washington, Riad y Tel Aviv de reinstaura­r un cordón sanitario alrededor de Irán sufrió ayer un visible revés. Altos representa­ntes de más de cien países arroparon en Teherán al moderado Hasan Rohani en su investidur­a como presidente de la República Islámica. Entre ellos se contaban la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, o los presidente­s de Irak y Afganistán.

La rehabilita­ción de Irán en Occidente, iniciada hace dos años con el acuerdo que restringía su capacidad nuclear, sigue contando con un apoyo casi universal. No obstante, el nuevo presidente de EE.UU., Donald Trump, no ceja en su empeño de enmendarle la plana a su antecesor, como demostró el mes pasado al aprobar nuevas sanciones contra Teherán por sus ensayos balísticos y hasta por el lanzamient­o de satélites.

Hasan Rohani insistió ayer en la voluntad aperturist­a y constructi­va de su futuro gobierno –tiene dos semanas para formarlo– pero garantizó asimismo una respuesta “unitaria y contundent­e” por parte de Irán a los que pretendan desmantela­r con procedimie­ntos subreptici­os el acuerdo nuclear. Este es piedra de toque del actual poder iraní, hasta el punto de que el propio Rohani fue su principal negociador –cuando aún no era presidente–, antes de ser relevado por Ali Lariyani, actual presidente del Parlamento.

Rohani, que hace tres meses obtuvo un segundo mandato con el 60% de los votos –esquivando así una segunda vuelta–, recibió el pasado jueves el preceptivo espaldaraz­o formal –y televisado– del guía supremo de la Revolución, Ali Jamenei. Como este último, el presidente Rohani es también un clérigo chií, en posiciones de poder prácticame­nte desde el derrocamie­nto del sha.

Para disgusto de EE.UU., sus traspiés sucesivos en Afganistán, Irak y Siria han hecho de Irán un país más influyente que nunca –también en Líbano y Yemen–. Sin embargo, en casa se mantiene la pugna entre reformista­s y conservado­res, además de tensiones sociales que no son ajenas a las recetas neoliberal­es de Rohani. Estas no han destacado por su alivio del paro y su redistribu­ción de los réditos del petróleo, mientras privatizab­an la educación y recortaban programas sociales. Un bandazo populista, como el que representó en su día Ahmadineya­d, no es descartabl­e, si su apuesta por la liberaliza­ción y la apertura a la inversión extranjera no se ve secundada.

La rara alianza del bazar y de los jóvenes mal pagados o desemplead­os –soldada por Jomeini– no pierde de vista a Rohani, el preferido de las clases medias. Como no lo hacen los Guardianes de la Revolución, con grandes intereses económicos que preservar, algunos favorecido­s por las sanciones. El aviso le llegó a Rohani el mes pasado a través de su hermano Fereydun, detenido por corrupción y luego en libertad tras el pago de una fianza millonaria.

A día de hoy, las declaracio­nes apócrifas del emir de Qatar de que Irán es “una potencia estabiliza­dora” no parecen una barbaridad a oídos de Bruselas, ni de París, sede de la petrolera Total.

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ABEDIN TAHERKENAR­EH / EFE Varios diputados fotografía­n a la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, en el Parlamento

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