Atemperar
Política y democracia tendrían que estar exentas de visceralidades, sentimentalismos patrios, nacionalismos encendidos e identidades fanáticas. Es más importante el individuo y su dignidad. Atemperando, con calma y la cabeza fría, se consigue respetar al diferente y las ideas de los demás, y es más probable el entendimiento y la negociación.
Si no es posible, tampoco se ha de dramatizar ni buscar la confrontación (que la promueven los que primero hablan de ella). A saber: fractura social, enfrentamiento entre catalanes... todo mentira. No negaré algún roce entre amigos y familiares, provocado por el arraigo visceral y la falta de civismo, pero no se puede generalizar ni confundir con diversidad –lo que Catalunya ha mamado siempre–.
El hijo que se independiza no deja de querer a su familia. Si no lo hay, pues elecciones y vuelta a empezar. El problema catalán tarde o temprano acabará en referéndum porque el pueblo –que así lo quiere– tiene derecho a decidir su futuro político. La legitimidad siempre acaba superando o modificando la legalidad.
FRANCISCO JESÚS SORIANO Suscriptor Barcelona