Una gran gala lírica sin tenores
El festival de Santa Florentina protagoniza un buen arranque en el castillo de Can Jalpí
“Al fin una gala lírica sin tenores”, decían exultantes unos señores y señoras que entraban este viernes al muy cuidado recinto del festival de Santa Florentina. Y admirando las instalaciones del castillo de Can Jalpí de Arenys de Munt, comentaban: “Es que un festival debe ser un espacio y un tiempo distintos al habitual, marcado por las luces y el espacio amable. Enhorabuena, esto es lo que lo diferencia de un mero ciclo de conciertos”. “Sí –agregaba un interlocutor–, pero qué pena el descuido por el Ayuntamiento del centenar de metros del acceso, malezas y trozos de árboles resecos y la descuidada arenilla del camino que genera una nube de polvo, una invitación para el fuego”. “Pero si los tenores son una maravilla”, terciaba una señora conocedora del género lírico. “Cierto –aprobaba su marido–, aunque un repertorio lírico sin aspavientos ni personalismos, con lucimientos de soprano, mezzo, barítono y bajo, y agradables dúos, tríos y cuartetos poco frecuentes, son una ocasión singular”.
Acertados me parecieron estos comentarios, y más aún cuando fueron corroborados por el concierto de la Gala de estrellas. Un programa distinto, para escuchar al aire libre, con voces de calidad y un repertorio sensible y variado. Cuatro voces, con el sustento del maestro Ricardo Estrada, que hace pocos días llevó con buen pulso desde el piano de Peralada la música de la nueva ópera de García Demestres. Aquí eran –algunas– arias reconocibles por el público. Como cuando un suave murmullo casi coral e instintivo rodeó la frase Ol’ man river que entonaba con el peso de la experiencia y musicalidad el bajo Palatchi, que hizo un trabajo magnífico, cuidado en sus recursos, sabedor en la experiencia, bien asentado en la versión del Gremin de Chaikovski, en bajo profundo ruso, o cuando sostuvo el cuarteto del Vals de La viuda alegre del final.
No menor protagonismo tuvo el barítono Toni Marsol, de convincente gesto teatral y realización vocal, muy acertado en las versiones de Udite, udite o rustici de Donizetti, o en el trío de Così fan tutte que cerró la primera parte, con un timbre redondo y autoridad. Le acompañaron para la ocasión la mezzo Olga Privalova, que sobresalió, en una actuación general de alto nivel, en el dúo del Don Giovanni con Marsol, en la Habanera de Carmen ,alavez que con buen criterio cambiaban sus colores las luces de escena, y en los dos Romances de Chaikovski, en su lengua, delicados y sentidos.
La otra voz del citado trío mozartiano que cerró con cohesión y éxito la primera parte era la joven soprano Sara Blanch, de excelentes recursos técnicos que lució en La Reina de la Noche ,oen All I ask of you de Lloyd Weber, con una estupenda musicalidad bien condimentada con un timbre fino y personalidad. Serían muchas las arias y detalles que habría que mencionar en este concierto, que cumplió bien su objetivo pues, supongo, los muchos espectadores debían salir bien con una sonrisa, bien tarareando alguna pieza escuchada. Es el efecto encantador de la música, y el objetivo de estas actividades; trabajar para gustar y que todos salgamos un poco mejor que cuando entramos.
El bajo Palatchi hizo un trabajo magnífico, cuidado en sus recursos, sabedor en la experiencia