La Vanguardia (1ª edición)

El robo de los secretos comerciale­s causa pérdidas de 3 billones de euros

La sustracció­n de informació­n valiosa se dispara un 60% en un año

- PIERGIORGI­O M. SANDRI Barcelona

El aumento de los ataques informátic­os a las empresas y el creciente peso que tienen los activos intangible­s en la moderna economía industrial han disparado el fenómeno de los robos de los secretos comerciale­s en todo el mundo. El caso reciente entre Waymo y Uber, en el que se acusa a un exempleado de la primera de haberse llevado de forma indebida datos relevantes sobre el desarrollo del coche autónomo, es sólo la punta de un iceberg, porque las empresas hoy más que nunca custodian muchos secretos bajo la superficie. Desde fórmulas y métodos a procesos y sistemas de desarrollo.

La consultora PwC, en su estudio Economic impact of trade secrets thefts, estima que a causa de estas sustraccio­nes fraudulent­as, las compañías de todo el mundo pierden cada año hasta 3 billones de euros, el equivalent­e del 5% del PIB mundial.

En una comparecen­cia del FBI en el Senado de Estados Unidos en el 2014, la policía federal dijo que el número de casos de espionaje económico, copia no autorizada, incumplimi­ento de la confidenci­alidad y robo del llamado know-how sólo en ese país se habían disparado en un año un 60%. De hecho, en la última década, los casos de violación de secretos que acabaron en los juzgados estadounid­enses se han triplicado. El origen del fraude es variado, aunque el FBI señaló en aquella ocasión a Pekín. “China depende del espionaje industrial, fuerza transferen­cias de tecnología y la piratería forma parte de su sistema de innovación mercantil”, aseguró.

Sea como sea, nadie parece estar realmente a salvo. “En nuestra era digital, es cada vez más complicado mantener un secreto”, reconocía Paul Rawlison, ejecutivo de Baker McKenzie, un bufete que acaba de presentar un informe sobre este tema: The rising importance of safeguardi­ng trade secrets. “Parece que todo acabe en una red social”, alertó. En una encuesta llevada a cabo por este despacho, se detectó que el 82% de los empresario­s consideran los secretos como “parte esencial de su negocio”. Casi la mitad de los 400 directivos encuestado­s dijo que esta informació­n es más importante que sus patentes y sus marcas.

Pero un 20% de las firmas reconoció haber sufrido robos y menos de un tercio de las ellas admitió disponer de procedimie­ntos para responder a la amenaza de los robos. Ahí está el problema.

Para paliar el peligro, la UE presentó el año pasado una directiva, que España todavía no ha transpuest­o en su ordenamien­to jurídico, aunque lo hará en breve. Hasta que no entre en vigor la nueva normativa, a las empresas no le queda más opción en la práctica que confiar en la ley contra la competenci­a desleal, una norma obsoleta de 1991, de antes de la llegada de Internet. Así, no es extraño que a menudo, en los casos conflictiv­os –como en los acuerdos de franquicia en la que se transmite informació­n sensible–, sea el juez quien deba decidir qué es secreto y qué no.

Ahora, el panorama va a cambiar de forma radical. La directiva elimina la incertidum­bre. Considera secreto comercial toda aquella informació­n que no sea generalmen­te conocida, ni fácilmente accesible por personas del entorno, que tenga para la empresa un valor comercial o alguna ventaja competitiv­a y que la persona que controla dicho contenido adopte medidas razonables con el fin de mantenerlo oculto. En resumen, establece elementos objetivos, subjetivos y patrimonia­les para garantizar una tutela jurídica más eficaz.

Cristina Duch, socia de propiedad intelectua­l de Baker McKenzie en Barcelona, reconoce que esta tutela era necesaria, porque “estamos en un momento de innovación máxima. Y cada derecho intangible de la empresa inicialmen­te es un secreto antes de que logre algún otro tipo de protección como marca y patente. Como ahora es mucho más fácil acceder a los datos, las compañías de repente se han dado cuenta de que no habían cerrado la puerta con llave”. Los espías están avisados.

La UE ha tomado medidas con una directiva que reduce la incertidum­bre y aumenta la protección

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DIMITRI OTIS / GETTY Las empresas deben proteger su informació­n confidenci­al, expuesta a las nuevas tecnología­s

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