La calle del rock de Londres, amenazada
Denmark Street, la calle que hicieron famosa Bowie, los Stones o los Pistols, se ve asediada por la presión inmobiliaria y las excavadoras
“La chispa que resucitará el corazón londinense del rock and roll”. Ese es el lema del marketing de la consultora Charcoal Blue que es socio de la inmobiliaria Consolidated Development en la promoción del nuevo edificio Now que se levanta en la calle Denmark, en el centro de Londres. Ocho plantas cuadradas que serán “el hogar londinense de Outernet”, un servicio de marketing tecnológico, información y entretenimiento “en un streetscape [paisaje urbano] facilitado digitalmente”, reza la publicidad.
El Now Building incluirá dos espacios, uno equipado tecnológicamente para alojar los “lanzamientos de grandes marcas” y otro, un centro subterráneo de convenciones para 800 personas que será también sala de conciertos. Otro edificio nuevo alojará tiendas de marca, oficinas y un restaurante en la terraza en el tejado. La estación del nuevo tren Crossrail que cruzará Londres de oeste a este estará incorporada al proyecto.
El resultado será “el Times Square de Londres”, añade Consolidated. Es un indicio de cómo las referencias simbólicas han cambiado en Nueva York y Londres en los últimos tiempos. Times Square en Manhattan, de hecho, es un conjunto de rascacielos, sede de multinacionales y productoras de cine, con enormes pantallas para proyectar publicidad y millones de turistas. A eso aspira Denmark Street y el barrio colindante de Soho.
A principios del siglo XX, en cambio, compositores y músicos agrupados todos ellos en la calle Denmark se inspiraron en otro referente neoyorquino: Tin Pan Alley, el distrito del Midtown de Manhattan donde genios como Cole Porter, Irving Berlin, Scott Joplin o George Gershwin suministraba la materia prima para los musicales de Broadway.
Resucitar el corazón del rock and roll y de la música, en el Tin Pan Alley londinense, no va a ser una tarea fácil. Y menos con un proyecto de transformación que dejará intactas las fachadas georgianas y los escaparates de las famosas tiendas de instrumentos musicales en la calle Denmark pero que destruirá todo lo demás. A fin de cuentas, esta calle ha sido la sala de motores de la industria de música popular más influyente de Europa, quizás del mundo, desde inicios del siglo XX.
Pequeñas empresas e individuos inquietos de gran talento establecieron, en una calle corta, algo dickensiana y llena de personalidad, los estudios de grabación, editoriales de música, salas de ensayo, clubes de actuaciones en directo, y tiendas de guitarras, pianos o partituras. Recuperar esto en un entorno de marcas globales e interfaces del Outernet, no será nada fácil.
En 1963, en el estudio de Regents Sounds en el número 4 de la calle Denmark, los Rolling Stones grabaron su primer single, Come on. Era una canción escrita por Chuck Berry, el rey del rock and roll estadounidense que, pese a no haber estado jamás en Denmark Street, protagoniza un nuevo mural encargado a un street artist con el fin de tapar las obras y las grúas. Mientras los Stones y su mánager Andrew Oldham buscaban la fama y la infamia en la calle Denmark, David Bowie frecuentaba el café italiano Giocondo en el número 9 de la misma calle, un local siempre lleno de humo de tabaco, ruido de cafetera y de cientos de jóvenes mods (ahora es Flatiron, un restaurante especializado en carnes). Bowie, que vivió durante una temporada en una ambulancia estadounidense de la Segunda Guerra Mundial aparcada en al calle Denmark, conoció allí al roquero Vince Taylor, un Elvis impersonado, aficionado al LSD y siempre vestido de cuero. Sería la inspiración para Ziggy Stardust. En frente del Giocondo, en el número 20, Elton John (entonces Reggie Dwight) preparaba el té para los jefes de la editora de música Mills Music.
A mediados de los setenta, los pioneros punk Joe Strummer, de The Clash, Siouxisie (de los Banshees) y, claro, Johnny Rotten y los Sex Pistols, coincidían en las tiendas y los bares con sus némesis: los melenudos cuarentones del viejo rock progresivo que compraban sus guitarras en Macari’s o Andy’s (ahora Hank’s). O con los periodistas de New Musical Express y Melody Maker cuyas redacciones estaban en Denmark Street. Los Pistols vivían y ensayaban en el número seis de la calle junto con las chicas de Bananarama.
Para quienes contemplan los croquis del futurismo corporativo del Outernet, los nuevos bloques de apartamentos chic y hoteles boutique, las plazas anodinas llenas de restaurantes de marca hechos a la medida del paladar del turismo global, la frase “resucitar el corazón del rock and roll londinense” provoca carcajadas. “Es un chiste malo; están usando la iconografía del rock como una herramienta del marketing inmobiliario, pero el resumen es que Denmark Street ha muerto”, ha dicho Henry Scott-Irvine, discjockey y director cinematográfico, creador de la campaña Save Tin Pan Alley.
Un paseo por Denmark Street de la mano del guía especializado en la historia del rock Bruce Cherry, permite comprobar lo que está en juego. “Cada elemento de la música moderna se encontraba en esta calle”, dice. “Los editores de partituras y los músicos se instalaron en la segunda década del siglo XX después de la Primera Guerra para componer music hall”. Los compositores de Tin Pan Alley forjaban la resistencia musical para Dunkerque, los blitz y la postguerra con canciones escritas para artistas como Vera Lynn (quien, a los 100 años de edad, se ha solidarizado con la campaña Save Tin Pan Alley).
Luego, en los cincuenta, llegó aquel rock and roll ahora supuestamente necesitado de resucitación inmobiliaria. Tin Pan Alley compuso los hits de Billy Fury, Tommy Steele y Cliff Richard sin olvidar a Vince Taylor. Y después, la verdadera revolución: los Beatles, los Rolling Stones, los Kinks, The Who, grupos que ya habían compuesto sus propias canciones e intentaban vender algunas de ellas en Denmark Street. Paul Simon lo intentó con la canción The sound of silence a Mills Music y fue rechazado. John Lennon compró su Rickenbacker en la calle Denmark. Pete Townsend (The Who) y Jimmy Page (Led Zeppelin) se llevaron los nuevos tone benders, distorsionadores de sonido, fabricados por la familia Maracari, cuya tienda de guitarras en esta calle acaba de cerrarse. Los Bee Gees grabaron su primer elepé en un estudio sobre el Giocondo. Black Sabbath grabó su Paranoid en Regent Sound, en el número 4. Y la calle sobrevivía a los cambios de épocas. La carátula de Dark side of the moon de Pink Floyd, por ejemplo, fue diseñada aquí.
La antigua vivienda de los Pistols,
La casa de los Pistols será un apartamento de lujo y los grafitis que dejó Rotten, un reclamo
detrás de la tienda de guitarras vintage Notom Guitars, será pronto convertida un apartamento de lujo. Los grafitis que hizo John Lydon (Johnny Rotten) aquí serán un reclamo: retratos infantiles, caras en forma de pene, una de ellas de Malcolm McLaren, que lleva en la mano un fajo de billetes.
Otra es un desnudo de Nancy Spunser, la mujer de Sid Vicious, con el título Nancy Spunger (aprovechada). Las palabras asqueroso,
dolor de cabeza y vómito están pintadas en la misma pared para optimizar el efecto punki.
Los dibujos ya están protegidos como patrimonio histórico “como si fueran las pinturas en una cueva neandertal”, ironizó el Daily Telegraph. Pero darán más valor al in“resucitar mueble igual que lo darán los fantasmas a Lucien Freud y Dylan Thomas que bebían en Denmark Street. Ahora, los bebedores son los jóvenes de las nuevas industrias creativas así como turistas, y las copas son de prosecco, en restaurantes de cadenas como Cabana (barbacoa brasileña), Byron (hamburguesas), o Ippudo (ramen japonés). “Tin Pan Alley tiene una identidad única pero acabará pareciendo cualquier lugar, una mezcla de Barcelona, Singapur, Dubái”, augura Alastair Young, que participó en la campaña para proteger el histórico club de blues Ealing.
Un puñado de locales muy queridos, con actuaciones en directo, han desparecido bajo la piqueta del proyecto inmobiliario destinado a el corazón del rock and roll”. Incluyen The Intrepid Fox, el Astoria, el LA2 y el Metro Club. Pero la pérdida más dura fue el 12-Bar Club, que cerró tras una subida salvaje del alquiler. Era un local sencillo y barato al final de Danmark Street con actuaciones todas las noches. Allí había actuado Adele en sus años formativos junto a Jeff Buckley, Keane o Nick Drake. Servían un licor casero hecho a base de maíz que costaba una libra la copa en una zona donde es fácil pagar diez por una cerveza.
Diversas estrellas del rock se han sumado a la campaña por salvar Tin Pan Alley, desde Pete Townshend de The Who a Glen Matlock, el primer bajista de los Sex Pistols, pasando por Ray Davis de los Kinks. “Denmark Street puso los cimientos de una nueva forma de arte, una nueva generación de música popular”, dijo Davis a la prensa. “Es muy triste que pueda convertirse en un artefacto distorsionado, sin alma, una estéril torre de Babel”. Su canción Denmark Street, de 1970 dice: “Vas al editor con tu canción y te dice: ‘Odio tu música y tu pelo es muy largo pero te voy a fichar porque odio equivocarme’”.
Townshend escribió una carta abierta pidiendo la clasificación de patrimonio protegido, como tiene el Covent Garden. Pero han sido Scott-Irvine y Bruce Cherry quienes han puesto en evidencia a las estrellas ausentes en contra del proyecto inmobiliario en Tin Pan Alley: “Es decepcionante, los Stones no han hecho nada, ni McCartney”.
Bajo presiones del Ayuntamiento de Camden y la campaña Save Tin
Pan Alley, la empresa Consolidated Developments ha hecho algunas concesiones: incluir otro local para música en directo en otra planta subterránea del edificio Now e instalar el viejo escenario del 12 Bar Club. Se comprometen también a respetar la presencia de tiendas de música y se baraja ponerle el nombre de New Marquee Club, homenaje al histórico club de jazz, rock y punk que cerró en 1996.
Curiosamente, la campaña ha tenido más apoyo de los concejales conservadores en Westminster que de los laboristas en Camden. La oficina del alcalde laborista de Londres, Sadiq Kahn, escribió una carta a Scott-Irvine en la que pedía un mensaje más positivo: “algunos negocios se van; otros llegan”. Pero lo cierto es que la gente que trabajaba en Denmark no logra ver un aspecto positivo en el proyecto de Consolidated. “No entienden que Denmark Street es mucho más que un par de tiendas de guitarras; es una comunidad entera. Y no hacía falta resucitarla porque aún latía”, se lamenta Marten, que acompañaba a Led Zeppelin en sus giras como técnico de guitarra. “Los pequeños negocios prosperábamos. Yo ganaba suficiente dinero arreglando guitarras; hay competencia en la fabricación con Asia pero hemos sabido adaptarnos”. Pero ya están pidiendo 2.000 libras por locales de 15 metros cuadrados (en los setenta los Sex Pistols pagaban cuatro).
La inflación inmobiliaria y los inversores globales ya habían sentado las bases para el fin de Tin Pan Alley antes de que Consolidated rematara la faena. “Hace tiempo que no pasa nada nuevo en Denmark Street y el Soho”, reflexiona el joven batería Michael Perry. Mientras se disparan los costes de la vivienda, los ingresos medios de los músicos se estancan. “Un amigo mío es batería de un trío de jazz que toca cinco horas una noche a la semana en Jazz After Dark en el Soho y cobra 50 libras, o sea, 10 libras la hora”, dice. Por eso, añade, en Londres los músicos, al igual que los compradores de apartamentos, son los hijos de una élite internacional que tocan como si fuera un hobby. “Solo los privilegiados pueden permitirse el lujo de ser músicos aquí”, concluye Perry.
“Tiene una identidad única pero al final será una mezcla de Singapur, Barcelona, Dubái...” Pete Townshend escribió pidiendo la clasificación de patrimonio protegido “Es decepcionante, los Stones no han hecho nada, ni McCartney”, dice Scott-Irvine