La Vanguardia (1ª edición)

Al borde del abismo

- ROSA SALVADOR Barcelona

Este mes se cumplen diez años del inicio de la crisis bursátil de las subprime, que dio origen a una de las peores catástrofe­s financiera­s.

El 9 de agosto del 2007 la BNP Paribas cerró tres de sus fondos de renta fija por la imposibili­dad de valorar los títulos hipotecari­os en los que había invertido: su mercado se había “secado” y nadie estaba dispuesto a comprarlos, a ningún precio. “La mayoría estábamos de vacaciones. Y empezamos entonces a oír hablar de las subprime”, señala Luis Benguerel, analista de Gestión de Patrimonio­s Mobiliario­s (GPM).

El mercado cayó con fuerza y, para detener las caídas, entraron los bancos centrales al rescate, con una primera inyección de 94.841 millones de euros del BCE. “Parecía que no había pasado nada, y el mercado volvió a subir, y a marcar nuevos máximos. Hasta que en octubre, todo se derrumbó”, recuerda Marc Garrigassa­it, gestor de Koala Capital Sicav y del Panda A&W Fund.

“Hubo un momento, mucho después, cuando quebró Lehman Brothers el 15 de septiembre del 2008, que parecía que nos íbamos al traste”, señala Marc Ribes, consejero delegado de la agencia de valores ACapital BB. Ribes, que en aquel momento trabajaba en el departamen­to de compra de valores de Morgan Stanley, recuerda que “Wall Street caía un 10% un día y lo mismo al siguiente. No te lo podías creer. Yo había vivido anteriorme­nte otras crisis bursátiles. Estuve trabajando el 11-S de 2001, durante los ataques a las Torres Gemelas y el 11-M del 2004, cuando el atentado de Atocha. Pero nada se le puede comparar. Creo que no lo volveremos a vivir nunca más”.

Efectivame­nte, después de que el HSBC y luego la BNP reconocies­en las pérdidas en sus fondos por las hipotecas subprime, entre los inversores empezó a crecer la desconfian­za sobre la situación real del sistema financiero. “En octubre las bolsas parecía que ya se habían olvidado del susto, pero un amigo, gestor de un fondo de pensiones americano, me dijo que tuviera cuidado en dónde metía el dinero, que todos los bancos americanos estaban quebrados”, recuerda Benguerel.

Lo que era sólo una idea se convirtió en un rumor: el miedo de los inversores se extendió y en meses devoró a firmas históricas como el británico Northern Rock (nacionaliz­ado tras retiradas masivas de fondos), el holandés ABN Amro (vendido a Royal Bank of Scotland), el estadounid­ense Bear Stearns (vendido a JP Morgan), Merryl Lynch (vendido a Bank of America), e incluso a la todopodero­sa banca suiza, que tuvo que rescatar UBS y recapitali­zar además el Crédit Suisse.

“El pánico se hizo global porque la banca americana había vendido productos estructura­dos en todo el mundo”, señala Garrigassa­it, y sus bancos de inversión aseguraban muchas emisiones. “Todo el mundo se puso a venderlo todo, a cualquier precio, como si se acabara el mundo”, añade.

“Entramos en una ejecución masiva de créditos”, señala Ribes: empresas y particular­es habían comprado acciones a crédito y la caída de los precios les obligaba a poner garantías para mantenerla­s o a venderlas. “Había ventas forzadas, y también de gente que tenía otros activos comprados a crédito, por ejemplo inmuebles, y necesitaba dinero: vendían las acciones, aunque ya habían caído mucho, porque eran lo más líquido, lo único que podían vender y tener el dinero al día siguiente” señala Garrigassa­it.

El pánico puso a prueba las costuras del sistema financiero, porque dejó muchos mercados sin liquidez. “Vimos, por ejemplo, los ETFs (fondos de gestión pasiva) con horquillas de precios del 60%: solo había vendedores y no se podían cruzar operacione­s al valor liquidativ­o” recuerda Benguerel. Y lo mismo sucedió con los pequeños

La quiebra del banco americano desató el pánico a una oleada de cierres de bancos Los desplomes diarios, de hasta el 10%, hacían que nuevos inversores endeudados vendiesen

Diecinueve meses de crash bursátil amenazaron con arrasar la economía occidental valores que tenían en cartera muchos fondos value. “Tuvieron que hacer frente a peticiones masivas de reembolso y para atenderlas malvendier­on sus acciones, con caídas del 70% y 80%” recuerda Benguerel, quien previene de que algo así puede volver a ocurrir.

Caían los pequeños, pero también los grandes, incluso los que no tenían ninguna relación con el sector financiero como el fabricante de tractores Deere (perdió en bolsa un 70%) y los conglomera­dos muy endeudados como el grupo Las Vegas Sands de Sheldon Anderson (perdió un 99%), explica Garrigassa­it. “Yo salía de trabajar, en esos días de caídas enormes, y veía a la gente de compras o saliendo a cenar, sin darse cuenta de la enorme crisis que se les venía encima y que la bolsa anticipaba. Cuando lo explicaba no me creían. Que el colapso de los bancos y de muchas empresas forzaría recortes, cierres de empresas y miles de despidos. Es lo más similar que hemos tenido a la crisis de los años 30”, resume Garrigassa­it.

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El epicentro La crisis del 2007 se inició en Wall Street, pero sus
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XAVIER CERVERA / ARCHIVO productos la propagaron a todo el sistema financiero mundial

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