La Vanguardia (1ª edición)

Integrar la diabetes

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El pasado abril inscribí a mi hijo de cuatro años en un casal para este verano en un equipamien­to municipal, en Barcelona. Para ello rellené los papeles que se pedía e indiqué que mi hijo tiene diabetes de tipo 1. Al cabo de unos días recibí confirmaci­ón de la inscripció­n de mi hijo y también de su hermano mayor.

A los tres días de haber empezado el casal, para mi sorpresa, me llamaron para pedirme que recogiera al niño, que no se encontraba bien, y de paso para sugerirme de forma delicada que no querían hacerse responsabl­es de él. En definitiva, que no volviera al casal. Me dijeron que era demasiada responsabi­lidad tener un niño “así”. Que no podían dedicar un monitor sólo para él.

Mi hijo no es un niño enfermo, puede hacer de todo, jugar y practicar deporte como todos los demás. Tan sólo hay que controlarl­e el nivel de azúcar en sangre, para lo cual lleva un dispositiv­o en el brazo, que facilita una medición instantáne­a y sin pinchazo alguno. Cualquiera lo puede hacer. Eso sí, lo único que falta para ello es un poco de sensibilid­ad, empatía, e instalarse definitiva­mente en el siglo XXI. Se trata de integrar y no de discrimina­r.

Sorprende y entristece que en un equipamien­to del Ayuntamien­to de Barcelona aún sigan vigentes tales prácticas de segregació­n, propias del pasado.

LETICIA CÁLIZ

Barcelona

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