La modernización también trae mejoras
El enorme crecimiento de las cifras del transporte aéreo también está teniendo rasgos muy positivos desde el punto de vista tecnológico. El ruido que emite hoy exteriormente un avión de nueva generación como un A320neo o un Boeing 737Max es hasta un 66% menor que el de un avión de los años 80 o 90 tipo MD80 o Boeing 727. Eso también se traduce en que los interiores de las cabinas son mucho más tranquilos en estos aviones gracias a los nuevos materiales de construcción. Estos tienen más en cuenta el aislamiento acústico para los pasajeros y la tripulación, algo que hoy parece ya normal, pues los aviones modernos son el grueso de la flota aérea de pasaje en la mayor parte de continentes. Además de los niveles de ruido, los fabricantes de nuevos aviones como los Airbus 350 o Boeing 787 Dreamliner, aparatos que compiten cara a cara en las rutas de largo radio, se han esmerado en aspectos que no son directamente visibles aunque sí muy perceptibles: purificadores de aire o sistemas de ventilación mejorado en el que la humedad ambiental se mejora, pues la sequedad del ambiente y los niveles de oxígeno más, bajos al existir una menor presión diferencial, son responsables de aumentar el cansancio de los ocupantes de los aviones, sobre todo en vuelos largos. Boeing incluso llega a vender su 787 como el avión que atenúa el jetlag, una hábil jugada de marketing en la que si bien el ambiente en cabina es mucho mejor que en modelos precedentes, iluminación incluida, cambiar varios husos horarios de una vez afecta inevitablemente a las personas, vuelen en el avión que vuelen. Otros avances destacables de la industria del transporte aéreo son el ahorro de combustible y la menor emisión de contaminantes a la atmósfera: en el caso de Airbus, su nueva generación de aviones, llamada neo, ofrece aparatos con nuevos motores que emiten un 20% menos de gases y ahorran hasta un 15% de combustible respecto a aviones con los motores actuales, un avance que ha sido recibido con entusiasmo por el ahorro que conlleva en uno de los grandes quebraderos de cabeza de las aerolíneas: el oscilante precio del petróleo.