Barcelona documenta más restos de la ciudad de 1714
Las excavaciones de un colector exhuman nuevos restos de las casas derribadas para construir la fortaleza militar de la Ciutadella
Barcelona se asienta sobre un inmenso yacimiento arqueológico, como se ha comprobado por enésima vez a raíz de la reurbanización de un tramo de la calle Comerç, entre la plaza Comercial y la avenida del Marquès de l’Argentera, en el barrio de la Ribera. No cabe ni siquiera hablar de sorpresa porque hasta el último vecino sabe aquí que el Born Centre de Cultura i Memòria no es el único custodio sentimental y patrimonial de la época de la guerra de Sucesión. Todo el barrio lo es.
Una zanja para un colector de aguas ha permitido aumentar la “reserva arqueológica” de 1714, como explica Josep Pujades, responsable de intervenciones del Servei d’Arqueologia de Barcelona. Las obras, entre los números 27 y 33 de la calle Comerç, dejaron al descubierto nuevos restos de las viviendas derribadas a principios del siglo XVIII para permitir la construcción de la Ciutadella borbónica. La función de esta fortaleza militar no era defender la ciudad, sino amenazarla en caso de rebelión.
La Ciutadella exigía un amplio perímetro de seguridad, libre de edificaciones para optimizar el disparo de los cañones. La explanada obligó a derruir centenares de casas de la Ribera. Las más afortunadas estaban en el lugar donde con el paso de los siglos se erigió el mercado del Born, que a su vez se transformaría con el tiempo en la sede del Centre de Cultura i Memòria. El visitante de esta instalación, donde hoy se siguen haciendo hallazgos arqueológicos, puede admirar los vestigios de 60 de estas casas, que tienen incluso nombre: la casa Casanovas, la Albardaner, la Martorell, la Duran y, sobre todo, la casa Corrales, una de las que más interesan a los especialistas.
Gracias al Born Centre de Cultura i Memòria, los esqueletos de estas fincas se han exhumado y han resucitado como museo para algunos; santuario para otros. El rescate del olvido ha permitido que sepamos, por ejemplo, que Josep Corrales, el patriarca de la casa homónima, vivió allí con su madre, su esposa y sus dos hijos hasta que la orden de derribo les obligó a trasladarse a un inmueble próximo a la iglesia de los santos Just y Pastor.
Pero bajo Ciutat Vella quedan más casas, más historias. Las últimas en ver la luz –en este caso, fugazmente– han sido las de la calle Comerç. Cuando aparecieron los restos, en julio, las obras –controladas por el Servei d’Arqueologia– se paralizaron y se documentaron los hallazgos.
Las excavaciones para el colector iban a alcanzar una cota más profunda, pero se modificaron para no dañar las estructuras y ya no son visibles porque se han vuelto a soterrar. Es una práctica habitual. En marzo del 2016 también se soterró un tramo del Rec Comtal que afloró durante unos trabajos en la plaza de las Glòries.
El arqueólogo Pujades explica que todo ha quedado registrado en una memoria con dos copias, una se entregará a la Generalitat y otra se conservará en el propio Servei d’Arqueologia, que depende del Institut de Cultura de Barcelona. No hay previsto realizar prospecciones arqueológicas en la calle Comerç, pero sí supervisar futuras obras para los alcorques de los árboles, el cableado de telecomunicaciones o la instalación de farolas ante la eventualidad de nuevos hallazgos. Es lo que los expertos municipales llaman “arqueología preventiva”.
El caso evidencia una vez más que el Born sólo alberga una mínima parte de un inmenso yacimiento