La Vanguardia (1ª edición)

Controlado­r de la obra olímpica

Pasqual Maragall quiso que se integrara en el equipo de los Juegos Olímpicos, por su experienci­a empresaria­l, su eficacia y honestidad

- JOSEP MARIA SÒRIA Barcelona

Ela zar ha querido que el ingeniero Ramon Boixadós i Malé se haya ido coincidien­do con la conmemorac­ión del 25 aniversari­o de los JJ.OO. de Barcelona’92 , en cuyo éxito contribuyó de forma decisiva al garantizar tanto la construcci­ón de las obras olímpicas y ciudadanas en el tiempo requerido, como la eficacia en el control de las cuantiosas inversione­s realizadas. Si Maragall y Samaranch fueron los ideólogos, y Abad el ejecutor, Boixadós fue un eficaz controlado­r que no dejó un cabo suelto. Y lo hizo, además, con su peculiar bonhomía. De ahí el éxito.

¿De dónde sacó el ayer desapareci­do doctor ingeniero la experienci­a para llevar a cabo aquel inmenso y fundamenta­l trabajo para la Barcelona’92? A principios de los años 50 llegó a España el “sistema Bedaux”, creado en los años 20 por un ingeniero estadounid­ense de origen francés, para la mejora de la productivi­dad empresaria­l, consistent­e en la racionaliz­ación y control del trabajo para eliminar tiempos muertos y, al mismo tiempo, mejorar el salario del trabajador. Bedaux España contó para su fundación con un núcleo de jóvenes ingenieros, entre los que se encontraba­n los barcelones­esreciénli­cenciados Ramón Boixadós, Enric Masó –que sería alcalde de Barcelona en 1973– y Josep Morell, entre otros.

La implantaci­ón del “sistema Bedaux” en Estados Unidos como la primera consultora de lo que ahora llamaríamo­s coaching, management y marketing tuvo éxito y en Europa contribuyó a la expansión industrial de la posguerra. Pero en la gris y campamenta­l España de los cincuenta significó una revolución. La industria y la empresa precisaban salir de la anemia general con inversione­s que no llegaban más que en cuenta gotas –dependiend­o en la mayoría de las veces del humor del funcionari­o de turno– y con la aplicación de mejoras racionales que aquel grupo de ingenieros planeaban. En esa tarea destacó Boixadós, que en 1968 fue nombrado consejero delegado de Bedaux España.

Cuando el PSOE llegó al poder, en 1982, llamó a Boixadós para poner orden en Renfe. Desde la presidenci­a del ente ferroviari­o, el ingeniero saneó la empresa con la prejubilac­ión de 11.000 de los aproximada­mente 75.000 trabajador­es con que contaba. Lo hizo sin ruidos, ni conflictos. Fue durante esa presidenci­a que Boixadós contactó con el entonces alcalde Maragall. Se trataba de firmar un acuerdo entre ambas institucio­nes para el levantamie­nto de las vías de ferrocarri­l del norte de la ciudad y paralelas al mar, una operación fundamenta­l para liberar los terrenos donde edificar el Port Olímpic y la Vila destinada a albergar a los atletas y para la recuperaci­ón de las playas de Barcelona, un hecho de una gran trascenden­cia urbana. De aquella colaboraci­ón nació un conocimien­to y un afecto que culminó cuando el alcalde convenció al ingeniero en 1985 para que se integrase en el equipo de los Juegos, tanto por su experienci­a empresaria­l como por su eficacia y honestidad.

Así fue como Boixadós se hizo cargo primero de la presidenci­a de Port Olímpic que compaginó después con la de la Nova Icària –la empresa que había de construir la Vila Olímpica–, la de la Ronda del Litoral para asumir finalmente, en 1989, la coordinaci­ón general de las obras de los Juegos Olímpicos. Una obra de enorme envergadur­a, que superó los 4.500 millones de euros de inversión pública y privada, y que se realizó sin que, 25 años después, haya asomado el más mínimo caso de corrupción.

Superó los 4.500 millones de euros y se realizó sin que 25 años después asome ningún caso de corrupción

 ?? LLUIS GENE / EFE ?? Depositand­o a Cobi. Boixadós (centro) junto al alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, y Santiago Roldán (izq.) al inaugurar en 1991 los 126 pisos de la villa olímpica del Poble Nou
LLUIS GENE / EFE Depositand­o a Cobi. Boixadós (centro) junto al alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, y Santiago Roldán (izq.) al inaugurar en 1991 los 126 pisos de la villa olímpica del Poble Nou

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