La Vanguardia (1ª edición)

77 días después

- Joan Josep Pallàs

Empieza la temporada oficial, ni más ni menos contra el Real Madrid, y el Barça apenas se ha movido de sitio. Finalizó el primer equipo la campaña pasada con una alegría contenida, resultado de mezclar el título de Copa con un rendimient­o global irregular, generando dudas internas en el club que fluctuaban entre la revolución y la reforma para agitar la plantilla y, de momento, con el tiempo agotándose, lo más subversivo del verano ha sido ver a un señor vestido con sombrero de panamá entrar en las oficinas para llevarse a Neymar a cambio de 222 millones de euros.

Haciendo contrapeso para neutraliza­r esa cruel jugada, el Barça ofrece de momento un cambio de entrenador (ya se sabía), el fichaje de Semedo, el ascenso de Marlon procedente del filial para volverlo a bajar en breve y el rescate de Deulofeu, efectuado con una convicción que su irrisoria cláusula de rescisión (20 millones) pone en duda. Ante este panorama, y a la espera de que las rebeldías de Dembélé y Coutinho surtan efecto para que el Dortmund y el Liverpool se forren pertinente­mente, la gent blaugrana (sólo hace falta acodarse en una barra de bar y ejercer de oyente) está nerviosill­a. La inminente llegada de Paulinho, de 29 años y derivado de la liga china, tampoco sería el mejor trankimazi­n. Desde aquella final de Copa han pasado 77 días, tiempo para actuar antes de que los precios se disparasen. Y tiempo para soltar lastre (hay en la plantilla 10 centrocamp­istas, sin contar a Paulinho, entre ellos el inenarrabl­e Arda Turan).

Ya con los deberes a medio hacer, se le apareciero­n al Barça dos vías posibles una vez perpetrado el plan de los Neymar: 1) Coger el dinero y gastarlo, haciendo bueno un principio (“el dinero en el campo”) tan agudo en manos sensatas como mortal manejado por según quien (Gaspart, el regateador inverso); o 2) Practicar esa singulariz­ación de la que tanto se alardea (¿Valors?¿Masia?) y pararse un momento para preguntars­e qué camino tomar, rollo existencia­l. Pese a que el discurso oficial se otorgue una pátina de integridad frente al vil dinero y se demonice a los jeques, a los que se peloteaba hasta hace dos días, si se quiere hacer creíble el desmarque respecto a los malos malísimos sería necesario refrendar ese berrinche proferido desde una presunta rectitud con hechos. Descargar más de 100 millones en Dortmund y después otros tantos en Liverpool no difiere tanto de lo que se dice abominar.

Hay una tercera vía (con perdón) que posiblemen­te sería la más racional, quizás la más aplaudida. Consistirí­a en sustituir a Neymar por una estrella comparable (Coutinho es quien más se le acerca) y detener el despilfarr­o ahí. Sería entonces la hora de recuperar las cenizas de Verrati, el objetivo número uno (¿se acuerdan?), buscando una alternativ­a semejante (Xavi Hernández recomienda al marfileño Seri) o, por supuesto, la hora de confiar en la cantera. Se dijo en la presentaci­ón de Valverde que uno de sus activos era su sensibilid­ad hacia el producto interior y viniendo del Athletic la frase no sonaba hueca. ¿Alguien duda que Sergi Roberto y Aleñá, con partidos y confianza, no lo harán mejor que André Gomes o Arda Turan? ¿Y Deulofeu? El de Riudarenes merece un capítulo aparte. Lleva en la Masia desde los 9 años y Lopetegui le considera un pilar de la selección. Dembélé es muy bueno y apetece, sí, pero entre Deulofeu gratis y el francés a 130 millones cuando costaba 15 hace un año… A ver qué Supercopa hace Deulofeu. Ahora mismo, es como si el futuro de la Masia dependiera de él.

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