77 días después
Empieza la temporada oficial, ni más ni menos contra el Real Madrid, y el Barça apenas se ha movido de sitio. Finalizó el primer equipo la campaña pasada con una alegría contenida, resultado de mezclar el título de Copa con un rendimiento global irregular, generando dudas internas en el club que fluctuaban entre la revolución y la reforma para agitar la plantilla y, de momento, con el tiempo agotándose, lo más subversivo del verano ha sido ver a un señor vestido con sombrero de panamá entrar en las oficinas para llevarse a Neymar a cambio de 222 millones de euros.
Haciendo contrapeso para neutralizar esa cruel jugada, el Barça ofrece de momento un cambio de entrenador (ya se sabía), el fichaje de Semedo, el ascenso de Marlon procedente del filial para volverlo a bajar en breve y el rescate de Deulofeu, efectuado con una convicción que su irrisoria cláusula de rescisión (20 millones) pone en duda. Ante este panorama, y a la espera de que las rebeldías de Dembélé y Coutinho surtan efecto para que el Dortmund y el Liverpool se forren pertinentemente, la gent blaugrana (sólo hace falta acodarse en una barra de bar y ejercer de oyente) está nerviosilla. La inminente llegada de Paulinho, de 29 años y derivado de la liga china, tampoco sería el mejor trankimazin. Desde aquella final de Copa han pasado 77 días, tiempo para actuar antes de que los precios se disparasen. Y tiempo para soltar lastre (hay en la plantilla 10 centrocampistas, sin contar a Paulinho, entre ellos el inenarrable Arda Turan).
Ya con los deberes a medio hacer, se le aparecieron al Barça dos vías posibles una vez perpetrado el plan de los Neymar: 1) Coger el dinero y gastarlo, haciendo bueno un principio (“el dinero en el campo”) tan agudo en manos sensatas como mortal manejado por según quien (Gaspart, el regateador inverso); o 2) Practicar esa singularización de la que tanto se alardea (¿Valors?¿Masia?) y pararse un momento para preguntarse qué camino tomar, rollo existencial. Pese a que el discurso oficial se otorgue una pátina de integridad frente al vil dinero y se demonice a los jeques, a los que se peloteaba hasta hace dos días, si se quiere hacer creíble el desmarque respecto a los malos malísimos sería necesario refrendar ese berrinche proferido desde una presunta rectitud con hechos. Descargar más de 100 millones en Dortmund y después otros tantos en Liverpool no difiere tanto de lo que se dice abominar.
Hay una tercera vía (con perdón) que posiblemente sería la más racional, quizás la más aplaudida. Consistiría en sustituir a Neymar por una estrella comparable (Coutinho es quien más se le acerca) y detener el despilfarro ahí. Sería entonces la hora de recuperar las cenizas de Verrati, el objetivo número uno (¿se acuerdan?), buscando una alternativa semejante (Xavi Hernández recomienda al marfileño Seri) o, por supuesto, la hora de confiar en la cantera. Se dijo en la presentación de Valverde que uno de sus activos era su sensibilidad hacia el producto interior y viniendo del Athletic la frase no sonaba hueca. ¿Alguien duda que Sergi Roberto y Aleñá, con partidos y confianza, no lo harán mejor que André Gomes o Arda Turan? ¿Y Deulofeu? El de Riudarenes merece un capítulo aparte. Lleva en la Masia desde los 9 años y Lopetegui le considera un pilar de la selección. Dembélé es muy bueno y apetece, sí, pero entre Deulofeu gratis y el francés a 130 millones cuando costaba 15 hace un año… A ver qué Supercopa hace Deulofeu. Ahora mismo, es como si el futuro de la Masia dependiera de él.