Peter Sagan
CICLISTA
En la carrera disputada en Bergen (Noruega), el campeón eslovaco revalidó su título mundial y se convirtió en el primer ciclista que gana tres años seguidos el maillot arco iris. Sagan (27) dedicó el triunfo al fallecido Scarponi.
No es nada fácil ganar el Mundial de ciclismo en carretera. A menudo se le compara –un tópico de manual– con una lotería. Pero todavía es más difícil conseguir tres consecutivos, de hecho nunca lo había logrado nadie. Hasta ayer. Hasta Peter Sagan. El trazado del campeonato del mundo es cada año una caja de sorpresas. La normativa permite muchas variantes y por lo tanto no suele favorecer el mismo prototipo de ciclista dos años seguidos. Hay añadas para velocistas puros (Cavendish se impuso en Copenhague 2011), ediciones para especialistas de clásicas accidentadas (Rui Costa venció en Florencia 2013), años para auténticos hombres-Tour, de resistencia absoluta (el doblete de Olano e Indurain de Duitama 1995)... Por eso tiene un mérito extraordinario proclamarse campeón del mundo en tres ediciones no alternas. Eso ya no es aprovechar que te toca un circuito de tus características. Eso ya es convertir cualquier tipo de trazado en tu campo de batalla. Sabiendo todo el mundo que eres el máximo favorito. Eso se llama... Peter Sagan. Campeón del mundo en Norteamérica en 2015 (Richmond, EE.UU.), en el golfo Pérsico en 2016 (Doha, Qatar) y también ayer en el norte de Europa: en Bergen, Noruega.
“No ha sido fácil. A cinco kilómetros del final lo daba por perdido. Pero hemos conseguido garantizar el sprint”, explicó Sagan. Con un cielo nublado pero sin agua y con un corte de las imágenes de televisión en el momento más decisivo de la carrera, hay que fiarse de las explicaciones de Sagan. Habían atacado el francés Alaphilippe y el italiano Moscon. Parecía que costaría Dios y ayuda pillarlos hasta que... “lo hemos probado todos, yo mismo, Gaviria, y los hemos pillado”, decía el campeón mundial. Esto sucedía a kilómetro y medio del final. Y en el sprint Sagan encontró a un durísimo rival en el noruego Alexander Kristoff. Incluso había dudas sobre quien era realmente el vencedor. Un golpe de riñón final de Sagan lo llevó a atravesar en primer lugar la línea de la gloria. “Me sabe mal por los aficionados locales, pero me siento inmensamente feliz siendo de nuevo campeón del mundo”, explicaba el eslovaco.
Ahora ya es el quinto tricampeón mundial, tras el italiano Binda, los belgas Van Steenbergen y Merckx y el español Freire. Pero Sagan ha ido más allá: es el primero que obtiene tres títulos consecutivos. “Increíble, es increíble”, decía en la zona de llegada. Y, siempre elocuente, dedicaba la victoria “a Michele Scarponi (muerte en accidente el pasado mes de abril) y a mi esposa, que espera un hijo”.
Aunque Sagan proclamaba también que cierra así un año “magnífico”, lo cierto es que, para su nivel habitual de triunfos, ha sido de los más flojos. Segundo en Sanremo y tercero en Wevelgem, se adjudicó la clásica de Kuurne y etapas en la Tirreno, en California, en Suiza... Pero lo más relevante del 2017 de Sagan lo hizo en el Tour. En la parte positiva, ganador de la tercera etapa, y también en la negativa, descalificado por irregularidades en el sprint de la cuarta y expulsado de la carrera. Pero es innegable que un Mundial, por sí solo, justifica toda una temporada de cualquier ciclista. Y si te permite redondear un triplete inédito, todavía mejor. El año que viene, en Innsbruck, toca un circuito de los que menos pueden convenir a Sagan, con unos 5.000 metros de desnivel. Veremos cómo se lo monta.
“A cinco kilómetros del final lo daba por perdido, pero hemos podido garantizar el sprint...”