Cuidado con asustar al oso
Hay pocos lugares en la tierra tan remotos y vírgenes como las islas Svalbard. Este archipiélago noruego, situado en pleno Océano Ártico, es uno de los mejores lugares para avistar osos polares. Una experiencia única que debería dar más miedo al hombre que a la bestia. Sin embargo, un guía turístico acaba de recibir una multa de 12.000 coronas (unos 1.300 euros) por asustar a un ejemplar de oso polar el pasado mes de mayo.
Según dio a conocer hace unos días el Gobierno local, los hechos ocurrieron en Mohnbukta, en el noroeste del archipiélago, una zona despoblada y completamente cubierta de nieve y de glaciares. Tras una idílica ruta en motonieve en plena naturaleza y lejos de cualquier signo de vida humana, un grupo de visitantes se topó con el animal, que erraba solo.
Se hallaban a unos 900 metros de él y parecía tranquilo, hasta que el guía les animó a acercarse un poco más. Encontrar un oso blanco no es algo que ocurra cada día y, si habían viajado hasta allí, quizá valía la pena intentar observarlo mejor. Pero, al verlos, la fiera se turbó y huyó, visiblemente asustada. Tras el incidente, las autoridades investigaron lo sucedido y tomaron declaración a los testigos. Su veredicto es claro: el guía violó el estricto reglamento de la zona, que prohíbe molestar a los osos sin importar la distancia a la que uno se encuentre.
En su comunicado, de hecho, las autoridades señalan que el incremento del turismo en Svalbard “podría hacer que se den más situaciones similares”, por lo que no descarta “prohibir el tráfico en ciertas áreas” visitables.
La caza ilimitada en el pasado y el cambio climático en el presente han puesto en serio peligro al oso polar, que suele servirse de las aguas heladas para cazar a sus presas favoritas: las focas y otros mamíferos marinos. La especie está protegida desde 1973 y, en parajes tan especiales como Svalbard, existen normas para preservar tanto al animal como su hábitat.
Situada a medio camino entre Noruega y el Polo Norte, en esta región viven unos 3.000 osos polares y casi el mismo número de personas. Mantener la convivencia pacífica entre ambos es prioritario para la autoridad local.
Los osos suelen vivir en la parte norte y este del archipiélago, lejos de los asentamientos humanos. Aunque, de vez en cuando, alguno se deja ver más cerca de lo habitual. Ocurrió en enero de este año, cuando una osa y su cría fueron avistadas en los alrededores de Longyearbyen, la diminuta capital, habitada por unas 2.000 personas.
“Si alguien se topa con uno, la regla general es quedarse quieto e intentar retroceder”, explica a este diario Terje Carlsen, asesor de comunicación del Gobierno de Svalbard, que insiste en que “todo acto que pueda perturbar al oso es considerado ilegal”. La norma busca preservar la especie, ya que, al asustarse, el oso podría despistarse y perder a sus crías o la presa que acababa de cazar. Pero también sirve para proteger al hombre, pues nunca se sabe cómo reaccionará el animal.
Esto no significa que no se pueda herirlo o incluso matarlo en defensa propia. Conscientes de su peligrosidad, de hecho, las autoridades exigen que todas aquellas personas que visiten zonas externas a los asentamientos lleven consigo medios para defenderse, incluidas armas de fuego. “En caso de que el animal se muestre violento, nuestro consejo es intentar alejarse de él y, si esto falla o no es posible, tratar de asustarlo con tiros al aire, por ejemplo. Si el oso se acerca demasiado y no hay ninguna otra opción, entonces se le puede disparar. Pero esto siempre será investigado por las autoridades”, advierte Carlsen.
Se estima que en los últimos diez años ha habido entre 10 y 15 ataques de osos contra personas en todo el archipiélago. De ellos, el más grave tuvo lugar en el 2011, cuando un estudiante británico de 17 años falleció después de que una de estas fieras le arrancara de la tienda de campaña en la que descansaba.
El creciente interés que despiertan estas islas entre los más aventureros ha puesto a las autoridades en alerta. “Más gente significa más contacto con los osos”, admite Carlsen, cuyo Gobierno no dudará en poner más límites y restricciones en aras de proteger su prístina naturaleza.
Está prohibido acercarse demasiado a los osos, aunque es lícito dispararles en defensa propia