La Vanguardia (1ª edición)

Cuidado con asustar al oso

- GLORIA MORENO Barcelona Presión turística

Hay pocos lugares en la tierra tan remotos y vírgenes como las islas Svalbard. Este archipiéla­go noruego, situado en pleno Océano Ártico, es uno de los mejores lugares para avistar osos polares. Una experienci­a única que debería dar más miedo al hombre que a la bestia. Sin embargo, un guía turístico acaba de recibir una multa de 12.000 coronas (unos 1.300 euros) por asustar a un ejemplar de oso polar el pasado mes de mayo.

Según dio a conocer hace unos días el Gobierno local, los hechos ocurrieron en Mohnbukta, en el noroeste del archipiéla­go, una zona despoblada y completame­nte cubierta de nieve y de glaciares. Tras una idílica ruta en motonieve en plena naturaleza y lejos de cualquier signo de vida humana, un grupo de visitantes se topó con el animal, que erraba solo.

Se hallaban a unos 900 metros de él y parecía tranquilo, hasta que el guía les animó a acercarse un poco más. Encontrar un oso blanco no es algo que ocurra cada día y, si habían viajado hasta allí, quizá valía la pena intentar observarlo mejor. Pero, al verlos, la fiera se turbó y huyó, visiblemen­te asustada. Tras el incidente, las autoridade­s investigar­on lo sucedido y tomaron declaració­n a los testigos. Su veredicto es claro: el guía violó el estricto reglamento de la zona, que prohíbe molestar a los osos sin importar la distancia a la que uno se encuentre.

En su comunicado, de hecho, las autoridade­s señalan que el incremento del turismo en Svalbard “podría hacer que se den más situacione­s similares”, por lo que no descarta “prohibir el tráfico en ciertas áreas” visitables.

La caza ilimitada en el pasado y el cambio climático en el presente han puesto en serio peligro al oso polar, que suele servirse de las aguas heladas para cazar a sus presas favoritas: las focas y otros mamíferos marinos. La especie está protegida desde 1973 y, en parajes tan especiales como Svalbard, existen normas para preservar tanto al animal como su hábitat.

Situada a medio camino entre Noruega y el Polo Norte, en esta región viven unos 3.000 osos polares y casi el mismo número de personas. Mantener la convivenci­a pacífica entre ambos es prioritari­o para la autoridad local.

Los osos suelen vivir en la parte norte y este del archipiéla­go, lejos de los asentamien­tos humanos. Aunque, de vez en cuando, alguno se deja ver más cerca de lo habitual. Ocurrió en enero de este año, cuando una osa y su cría fueron avistadas en los alrededore­s de Longyearby­en, la diminuta capital, habitada por unas 2.000 personas.

“Si alguien se topa con uno, la regla general es quedarse quieto e intentar retroceder”, explica a este diario Terje Carlsen, asesor de comunicaci­ón del Gobierno de Svalbard, que insiste en que “todo acto que pueda perturbar al oso es considerad­o ilegal”. La norma busca preservar la especie, ya que, al asustarse, el oso podría despistars­e y perder a sus crías o la presa que acababa de cazar. Pero también sirve para proteger al hombre, pues nunca se sabe cómo reaccionar­á el animal.

Esto no significa que no se pueda herirlo o incluso matarlo en defensa propia. Consciente­s de su peligrosid­ad, de hecho, las autoridade­s exigen que todas aquellas personas que visiten zonas externas a los asentamien­tos lleven consigo medios para defenderse, incluidas armas de fuego. “En caso de que el animal se muestre violento, nuestro consejo es intentar alejarse de él y, si esto falla o no es posible, tratar de asustarlo con tiros al aire, por ejemplo. Si el oso se acerca demasiado y no hay ninguna otra opción, entonces se le puede disparar. Pero esto siempre será investigad­o por las autoridade­s”, advierte Carlsen.

Se estima que en los últimos diez años ha habido entre 10 y 15 ataques de osos contra personas en todo el archipiéla­go. De ellos, el más grave tuvo lugar en el 2011, cuando un estudiante británico de 17 años falleció después de que una de estas fieras le arrancara de la tienda de campaña en la que descansaba.

El creciente interés que despiertan estas islas entre los más aventurero­s ha puesto a las autoridade­s en alerta. “Más gente significa más contacto con los osos”, admite Carlsen, cuyo Gobierno no dudará en poner más límites y restriccio­nes en aras de proteger su prístina naturaleza.

Está prohibido acercarse demasiado a los osos, aunque es lícito dispararle­s en defensa propia

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restringir las visitas en el archipiéla­go de Svalbard para proteger a los osos y su hábitat
STEPHEN STUDD / ROBERTHARD­ING / GETTY Las autoridade­s se plantean restringir las visitas en el archipiéla­go de Svalbard para proteger a los osos y su hábitat

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