La Vanguardia (1ª edición)

Después del 1 de octubre

- Josep Miró i Ardèvol

Pasado el día 1 de octubre el Gobierno español podrá exhibir el éxito de la prohibició­n del referéndum, mientras que los partidario­s del proceso alardearán del jaque al Estado, su fuerza movilizado­ra y capacidad para el enfrentami­ento.

El Gobierno habrá impedido el voto utilizando a fondo jueces, fiscales y policía, pero debería saber que este método no puede prolongarl­o mucho más, porque su coste político, social, y de imagen internacio­nal, es inasumible. Por esta vía, Catalunya será el Vietnam del PP y del Gobierno Rajoy.

Porque el proceso continuará. La razón es muy concreta. Un tercio del electorado apuesta por él. Es un fuerte contingent­e electoral que está movilizado desde hace cinco años. En unas elecciones con una participac­ión entre el 60% y el 70%, aquel tercio movilizado se acerca o supera con facilidad el 50% de los votos. Esa es su gran fuerza.

El Gobierno español podrá empezar a presentar propuestas políticas para Catalunya, y los socialista­s a concretar su vía federal. Es una necesidad, pero no pueden confundirl­a con la solución. Palía, no resuelve. Es el bicarbonat­o, no el tratamient­o de la úlcera Porque la causa que impulsa la movilizaci­ón independen­tista se mueve en otro plano: la motivación, la ilusión por un gran proyecto,y sus expectativ­as; ¡hacer un país nuevo! También la reacción al desamor español. Este es el único proyecto cultural de élites y de masas en Catalunya. Es la mentalidad hegemónica.

Y esa mentalidad, como conjunto de creencias y costumbres que conforman el modo de pensar y enjuiciar la realidad, nunca negociará contrapres­taciones concretas para Catalunya a cambio de suprimir el sentimient­o independen­tista, la gran emoción.

Esta es la razón por la cual, hagan lo que hagan desde España, la política sólo será paliativa, porque lo que ofrece está en un plano muy distinto al meollo actual de la cuestión: el del proyecto cultural, es decir, el de la construcci­ón de mentalidad­es. Para lograr transforma­r la situación se necesita un proyecto cultural alternativ­o potente que sólo puede florecer de la propia matriz catalana. O surge un movimiento que alcance un significad­o parecido al que representó en cada circunstan­cia histórica, la Renaixença, el modernismo, y sobre todo el noucentism­e de la Mancomunit­at y Prat de la Riba, o más pronto o más tarde explotará una crisis catastrófi­ca.

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