Saltarse el desayuno o la merienda se asocia con un mayor riesgo de obesidad
El estudio Anibes relaciona los horarios y la frecuencia de las comidas con el peso
El desayuno de media mañana y la merienda desempeñan un papel relevante a la hora de mantener un peso saludable y saltarse estas ingestas se asocia a un mayor riesgo de obesidad. Al menos eso es lo que se desprende de un nuevo trabajo científico coordinado por la Fundación Española de Nutrición (FEN) que, a partir de los datos recogidos en el estudio Anibes, analiza la relación que los patrones alimentarios y los horarios de ingesta de las comidas pueden tener con la obesidad. Según los resultados de esta investigación –publicada en la revista Public Health Nutrition–, las personas que presentan obesidad abdominal se saltan con mayor frecuencia la merienda y dedican menos tiempo a comer a media mañana que quienes no son obesos.
“Al hablar de control de peso siempre nos centramos en las calorías que ingerimos, pero lo que estamos viendo es que, con la misma cantidad o exceso de calorías, no es lo mismo comer bien que mal en cuanto a tipo de alimentos y horarios”, explica Rosa M.ª Ortega, directora del grupo de investigación Valornut y catedrática de Nutrición de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Y detalla que, en cuestión de horarios, cuando una persona hace una o dos comidas al día, aumenta la tendencia del organismo a acumular grasa para paliar los largos periodos de ayuno. En cambio, “si distribuimos la ingesta energética a lo largo del día, en cuatro o cinco comidas, el cuerpo está cómodo, siente que no tiene que preocuparse por la comida y no acumula tanta grasa”, apunta Ortega. Puntualiza, eso sí, que se trata de repartir las calorías en cuatro o cinco comidas y no de comer más.
No es la primera vez que se relaciona el desayuno, o mejor dicho su ausencia, con la obesidad. Hay numerosos estudios en población escolar, en países muy diversos y con costumbres y gastronomías muy distintas, que postulan que existe mayor porcentaje de niños obesos que omiten el desayuno en comparación con los niños con peso normal. Y se dan múltiples explicaciones. Desde el punto de vista metabólico, alargar el ayuno nocturno disminuye las reservas de glucógeno y obliga al cuerpo a usar las reservas lipídicas para obtener energía y se aumenta el nivel de ácidos grasos libres, mientras que si se desayuna aumenta la secreción de insulina, se prioriza el uso de carbohidratos como fuente de energía y tiene lugar la lipogénesis. Desde el punto de vista de hábitos, se apunta que quienes no desayunan picotean más durante el día y normalmente alimentos poco nutritivos y muy calóricos, o llegan con mucho hambre y comen en exceso al mediodía.
También hay investigadores que admiten la asociación entre saltarse el desayuno y obesidad pero enfatizan que no se puede confirmar que sea una relación causal. “Es difícil establecer la relación causal porque no puedes coger a un niño y decirle que no va a desayunar durante un año para ver cómo evoluciona, pero sí que se han hecho intervenciones de mejora de hábitos y horarios alimenticios y se ha constatado que facilitan un mejor control de peso”, así que sí hay evidencias convincentes de relación causal opina Ortega.
Y agrega que un hábito que observan con frecuencia en las personas con exceso de peso es que hacen un desayuno pobre y acumulan muchas calorías al final del día, “calorías que se transforman en grasa porque no se gastan porque uno se va a dormir”. De ahí, subraya Ortega, la relevancia de la merienda, que facilita llegar a la cena con menos
Rosa M. Ortega: “Con las mismas calorías, no es lo mismo comer bien que mal en cuanto a tipo de alimentos y horarios”
voracidad y así elegir mejor los alimentos que se ingieren. “Para facilitar el control de peso es mejor repartir que suprimir comidas para distribuir bien la ingesta energética y tener unos hábitos más organizados”, reitera. En el análisis de los datos de Anibes –que recoge información antropométrica, ingesta de macronutrientes y micronutrientes, práctica de actividad física, datos socioeconómicos y estilos de vida de una muestra representativa de la población española formada por 2.009 personas de entre 9 y 75 años– se ha constatado que quienes tienen obesidad abdominal consumen menos comidas fuera de casa, duermen menos horas y consumen más energía en el almuerzo y menos a media mañana y en la merienda que los individuos sin obesidad, y llevan una dieta menos variada.