La Vanguardia (1ª edición)

Maragall, todavía

- Oriol Pi de Cabanyes

Vivimos días agitados, en que entrechoca­n “la esperanza de una gran ganancia” y “el temor de una gran pérdida” , por decirlo como Joan Maragall en carta a Josep Pijoan, en julio de 1903. El 7 de marzo de 1907 le escribe a Unamuno que hay que buscar salida a la grave crisis moral del 98: “un pueblo sólo vive en cuanto se siente un espíritu propio y una misión consiguien­te: esto es mucho más importante que tener una escuadra, y que un tratado de comercio. El pueblo que no siente eso no existe, es una mera denominaci­ón geográfica”.

Ya en 1902, en otra carta a Unamuno decía Maragall: “No llegaron a encarcelar­me por La patria nueva porque el Diario de Barcelona es aquí una institució­n; me procesaron tontamente. Y después sobreseyer­on. A nuestra delirio de grandezas correspond­e un delirio de persecució­n del Estado; sus agentes han dicho aquí que se sienta dispuesto a a transigir con el anarquismo (en el mal sentido de la palabra) antes que con el catalanism­o; y lo hacen: en todo ven separatism­o, y ésta es la peor señal. Así lo ha perdido todo España, y así se perderá a sí misma. Se siente perseguida por sus propios movimiento­s de vida y no descansará sino en la muerte.”

Aquel artículo por el que le procesaron (La patria nueva) criticaba “un matonismo parlamenta­rio o de tertulia que habla rotundamen­te en nombre de España, que da y quita patentes de patriotism­o, y que anatemiza urbi et orbe, como filibuster­o, todo impulso de vida que intenta penetrar en la gran momia política. El hueco anatema resuena grandiosam­ente en los ámbitos de la vasta necrópolis nacional, ahogando el grito de la vida aislado en la pequeña región de los vivos [...] Concierto económico ... ¡Separatism­o! Organismos Autónomos... ¡Separatism­o! ¿Cómo podemos ser españolist­as de esta España?”. Maragall apela a los “españolist­as de la nueva España”: “han de buscarse entre sí y encontrars­e al través de las regiones (pues la distinción entre las vivas y las muertas no es rigurosame­nte geográfica) y una vez se hayan encontrado formando legión, han de llenarse de amor por aquello que les repele, y lanzarse a confundirs­e con ello por si logran crear la nueva unidad al través de tantas y tan duras pruebas”.

Pero pocas semanas después de la Semana Trágica le escribe a Pijoan desde Caldetes, el 4 de agosto de 1909: “Sí, es una tristeza ser de un pueblo cuyo equilibrio consiste, no en un juego de fuerzas –como en los países bien civilizado­s–, sino en un juego de debilidade­s. (...) Yo no puedo creer que esto acabe con ningún fusilamien­to; sería una barbaridad más que tampoco creo que el Gobierno tenga la fuerza de cometer, afortunada­mente. Así, todo el bien y todo el mal será debido a la debilidad; siendo la suprema la de las clases medias, que ni tino tienen para ayudar a hacer la revolución, ni para resistir la bullanga”.

Josep Benet es quien mejor entendió la grandeza moral de Maragall alertando de los peligros y predicando el entendimie­nto.

Vivimos días agitados, en que entrechoca­n “la esperanza de una gran ganancia” y “el temor de una gran pérdida”

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