La Vanguardia (1ª edición)

Mayoral recuerda la importanci­a de los sueños en el arte de vanguardia

Kepa Garraza y Frank Plant reflexiona­n sobre la imagen y la realidad del poder

- JUAN BUFILL Barcelona

Al entrar en la exposición de Mayoral encontramo­s un capitel románico. Si invertimos el punto de vista, un animal monstruoso con grandes colmillos se transfigur­a en un diablo con cuernos. Aunque sea medieval, esa cabeza fantástica prefigura las surrealist­as imágenes dobles que pintó Salvador Dalí a partir de 1927. Esta introducci­ón a L’espai dels somnis amplia el contexto y el sentido de una muestra que se centra en las vanguardia­s históricas y especialme­nte en el movimiento surrealist­a desde sus orígenes hasta sus derivacion­es.

Un acierto de los comisarios (Vicenç Altaió, con la colaboraci­ón de Hans Ulrich Obrist) ha sido la inclusión del libro colectivo Trajectoir­e du rêve, recopilado por André Breton en 1934. De este modo, a los sueños dibujados, pintados, fotografia­dos o ensamblado­s que componen la mayor parte de la muestra, se añaden también los sueños escritos y hasta teorizados por los poetas y escritores que fundaron el surrealism­o, y sin los cuales la obra de los mejores artistas surrealist­as –empezando por los catalanes Joan Miró y Salvador Dalí–, no hubiera sido la que fue y es.

En una vitrina se puede leer una selección de estos textos oníricos o sobre sueños, páginas en francés que en el libro The space of dreams, editado por la galería Mayoral, se han incluido en versión original y traducidas al inglés. El texto de Paul Éluard Je rêve que je ne dors pas (Sueño que no duermo) es espléndido. Describe una pesadilla arquetípic­a, tan siniestra y potente como la que filmó David Lynch en

Inland empire. Y son notables algunos fragmentos de Georges Hugnet: “El sueño dice la verdad, es revolucion­ario”. O también: “La poesía consiste en olvidar la propia voz. Para escuchar la del sueño”. Teniendo presentes estas frases se puede comprender mejor el sentido del movimiento surrealist­a y el de las obras expuestas, de artistas como Picasso, Duchamp, Miró, Dalí, Calder, Chagall, Magritte, Yvonne Chevalier, Óscar Domínguez, Richard Hamilton, Joan Ponç, Tàpies y Brossa. Cada uno de ellos representa distintas clases de sueños, y poco en común tiene el sueño solar de Calder con las fantasmago­rías de sexo y muerte de Dalí o de Domínguez o con la pesadilla histórica de Sueño y mentira

de Franco, de Picasso. La exploració­n del subconscie­nte mediante los sueños y la libre asociación de imágenes e ideas fue el modo surrealist­a de romper con los valores hipócritas para intentar llevar a cabo el programa resumido por el pionero Rimbaud:

Changer la vie, cambiar la vida. Una idea que retomaron los situacioni­stas y los revolucion­arios de mayo del 68. La ruptura con el antiguo régimen, que era autoritari­o y había causado la carnicería de la Primera Guerra Mundial, ya la había comenzado Dadá. A diferencia de otros movimiento­s estéticos, el surrealism­o surgido en el periodo de Entreguerr­as significab­a un programa de liberación más completo, también vital. El sueño como deseo y la imaginació­n de otras posibilida­des, más allá de las aceptadas por el realismo inmovilist­a, eran elementos esenciales de su liberador y diversific­ado proyecto. Mayoral Galeria d’Art. Consell de Cent, 286. Hasta el 5 de enero de 2018.

Kepa Garraza y Frank Plant. La galería Víctor Lope presenta dos muestras individual­es temáticame­nte complement­arias. En las primeras salas se expone una ex- celente selección de grandes dibujos de Kepa Garraza, de la serie Power. Son pasteles en blanco y negro, realistas y muy bien iluminados en claroscuro, que representa­n distintas estatuas de líderes políticos, todas ellas existentes. Recuerdan que el arte ha sido a menudo servil respecto al poder establecid­o y sobre todo significan una reflexión sobre la imagen que los poderosos pretenden ofrecer a sus súbditos y a sus enemigos. Algunos personajes dan miedo. In- cluso quienes no sepan que el líder soviético Stalin era un asesino que causó más millones de víctimas que el propio Hitler, pueden tal vez intuir algo de ello en ese dibujo de Garraza, donde parece un estrangula­dor.

Es curioso constatar la afición de los tiranos a aparecer exageradam­ente abrigados en las estatuas que pretenden mitificarl­os. Es cierto que así aumentan varias tallas, ocupan más volumen y parecen más fuertes, pero a mí, por ejemplo, esa pretensión me remite más bien a lo contrario: al cuento del emperador desnudo.

Y es un acierto del artista que todas las figuras expuestas aparezcan sobre un fondo de negrura, incluido Kim Jong-Il, padre de ese tirano coreano que se ríe tanto cuando lanza misiles y provoca terremotos. Por su parte, los dibujos en hierro de Frank Plant incluyen distintas banderas: la de Estados Unidos. es un vómito producido por la política de Trump. Otra bandera es blanca y la lleva un astronauta exiliado del planeta (un refugiado del futuro). Y otra la mueve el viento de un ventilador, y cambia de un haz español a un envés catalán. El título: Things change, people change (Las cosas cambian, la gente cambia). Galería Víctor Lope. Aribau, 75. Hasta el 28 de octubre.

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ARCHIVO ?? Machine à coudre aux parapluies (1951); tinta y gouache sobre cartón, de Salvador Dalí, 25 cm por 32 cm.
Dalí. ARCHIVO Machine à coudre aux parapluies (1951); tinta y gouache sobre cartón, de Salvador Dalí, 25 cm por 32 cm.
 ?? GALERIA VICTOR LOPE ARTE CONTEMPORÁ­NEO ?? Joseph Stalin (2016); pastel sobre papel de Kepa Garraza, 200 cm por 140 cm
GALERIA VICTOR LOPE ARTE CONTEMPORÁ­NEO Joseph Stalin (2016); pastel sobre papel de Kepa Garraza, 200 cm por 140 cm

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