El peligro viene de Rosario
El despegue de Banega es el gran argumento del Sevilla
Durante su efímero paso por el Valencia, Ernesto Valverde dirigió a Éver Banega. Es un futbolista que le encanta, tiene todas las cualidades para marcar el desarrollo y el desenlace de los partidos. Menos una: la regularidad. Valverde tuvo que dedicarse más a ofrecer explicaciones por las extravagancias del centrocampista argentino que a disfrutar de su genialidad. Tuvo que multarle por llegar tarde a un entrenamiento y desmentir que, además, se presentara con un nivel de alcoholemia inapropiado. “¡Por favor! No voy a contestar esta pregunta”, respondió con la diplomacia que le caracteriza. Lo perdió definitivamente cuando en un repostaje el jugador se olvidó de accionar el freno de mano, el coche se deslizó hacia atrás, intentó detenerlo manualmente y el pie se le quedó atrapado entre la rueda y un bordillo. Fractura de tibia y peroné. Cosas de Banega.
Es de Rosario, como Messi, y entre Valencia y Sevilla jugó una temporada (2013-2014) con el Newell’s, el equipo de Messi en Argentina. Leo cuida el físico, es plenamente consciente de que el talento sin fondo es menos talento, pero su paisano es mucho más tolerante en este aspecto y con frecuencia le asoman los kilos de más. De ahí sus intermitencias. Este año ha regresado a Sevilla después de una buena y bien retribuida campaña en el Inter, pero problemas físicos le han impedido dar el nivel, y esta es una de las causas de la decepcionante trayectoria del equipo de Berizzo. Hasta el miércoles. Contra el Spartak de Moscú en la cuarta jornada de la Liga de Campeones apareció en el Sánchez Pizjuán la versión buena de Banega en funciones de medio centro ofensivo, un prodigio en la organización, las conducciones, los cambios de orientación y en la aplicación de sentido, fluidez y velocidad al juego. Coronó su actuación con un gol de bandera y, ostensiblemente fatigado, fue relevado en el minuto 77 con vistas a la cita de hoy. Las opciones del Sevilla en el Camp Nou dependen en buena parte del momento de inspiración de Banega. Valverde lo tuvo, lo admiró, lo disfrutó y lo padeció. Y lo sabe. “A mí lo que me gusta de Banega es que juega la final de la Liga Europa como yo jugaba en el colegio”, definió Coke en su época de capitán sevillista.
De colegio fue el último partido del argentino contra el Barcelona. En la final de la Copa de 2016, Mascherano fue expulsado en el minuto 34 y el Barça quedó debilitado. Sin goles, el partido se encaminó a la prórroga, pero antes de la conclusión Banega fue castigado con una roja a consecuencia de una inconsciente gresca con Neymar. Diez contra diez, el Barcelona se adjudicó el título (2-0) en el tiempo suplementario. Ese es Éver Banega, magia e indolencia a partes iguales, un futbolista capaz de ganar un partido o arruinar una final. Esta noche, en el Camp Nou, el peligro viene de Rosario. En las dos direcciones.
Valverde admira la buena versión del futbolista argentino, al que dirigió, y padeció, en el Valencia