Ada colau
Cuando está callada, la alcaldesa dice más cosas que cuando habla o ametralla
las ferocidades del matrimonio Ceausescu. Yo creo que a los Topor-Lenuta hay que perdonarles su falta de información, porque una hija sigue siendo una hija.
También una bruja sigue siendo una bruja. Las brujas han recuperado cierto protagonismo social. Ignoro si las vrajitoare forman parte de ese grupo de brujas rumanas que viven en grandes casas y todo a su alrededor es dorado, desde la tapicería de sillones y sillas hasta las cortinas, alfombras y muebles. Aunque mucho más asilvestradas y sin duda menos peligrosas, estas brujas rumanas en materia de gustos estéticos vienen a ser como algunos jeques del petróleo y como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Yo prefiero a las brujas mallorquinas que vivieron en Llucmajor.
Así están aquí las cosas. Mientras algunos monjes de la montaña parecen nuevamente empeñados en querer confundir a Dios con el César, la discreta Marcela Topor consulta el futuro con sus paisanas, las brujas rumanas. Pero afortunadamente, más allá de los monjes, las brujas y los mejillones belgas, que es el plato de moda mientras escribo esta crónica, siguen existiendo ciudadanos barceloneses como Aníbal Rodríguez y su esposa Mercè Canelles. Los conocí en el acto anual que los Amics de la Rambla organizan en el Saló de Cent y donde se