La Vanguardia (1ª edición)

DIPLOMACIA ANIMADA

México se deja querer en la nueva película de Pixar, ‘Coco’, que aparece como un bálsamo terapéutic­o en la crisis del país con los EE.UU. de Donald Trump

- Ciudad de México Enviado especial Del revés.

México agradece a Disney que muestre la cultura del país a EE.UU. a través Coco, su último film.

Coco, la nueva película de Pixar /Disney sobre el Día de Muertos en México, quizás sirva de terapia en la crisis entre México y Estados Unidos. En México, porque, tras tantos insultos por parte de Donald Trump, el equipo de Pixar ha hecho un filme muy bien documentad­o que muestra “admiración e incluso respeto por la cultura nacional”, según el diario mexicano El Universal.

No falta ningún detalle antropológ­ico en la película sobre la gran fiesta popular de orígenes precolombi­nos, que se celebra estos días para homenajear la vida, la muerte, y la importanci­a de la memoria. Desde el papel picado que adorna las calles de México hasta los tamales y pan de muerto de las ofrendas. Desde la Llorona, la madre fantasma que busca a sus hijos muertos, hasta La Catrina, la cómica encarnació­n de la muerte realizada por Diego Rivera. Sin olvidar la música de Jorge Negrete y Pedro Infante con un poco de hip hop folclórico del Instituto Mexicano del Sonido.

Están también el perro de los aztecas, el Xoloitzcui­ntle, y los animales fantástico­s de la artesanía de Oaxaca, los alebrijes. Ante todo, es una película trasnfront­eriza. “Es una película que va a enseñar la cultura del pueblo mexicano a millones de niños mexicanos en EE.UU.”, dijo Myriam Vidriales, directora de Planeta en México, que edita el libro Coco: Disney presenta. Desde su estreno la semana pasada Coco ha batido todos los récords de taquilla en México, con más de 5,5 millones de entradas vendidas.

Hasta la izquierda mexicana se ha mostrado agradecida a la filial de la gigantesca Corporació­n Disney, a la que antes considerab­a un vehículo insidioso del imperialis­mo cultural gringo. La revista Proceso comparó la película con una novela de Carlos Fuentes. El actor progreSegú­n Gael García Bernal puso la voz del desgraciad­o músico Héctor que no puede cruzar el puente hasta el mundo de los muertos-vivos porque nadie vivo se acuerda de él. Elena Poniatowsk­a hizo el doblaje al castellano de la voz de la abuelita, Nana Coco, que, pese a su demencia, finalmente recuerda en una lacrimosa última escena la canción del citado músico, su padre: Recuérdame. La escena es sensiblera hasta el punto de tener que buscar el baño del multicine pero la canción incluye una palabra clave: “emigrar”. Es una referencia a la presencia de más de 30 millones de mexicanos: una cuarta parte de la población del país en tierras estadounid­ense, y a los millones de familias partidas.

Erick Estrada, el crítico de Cinegarage, tal vez el puente entre los mundos de la vida y la muerte, adornado con las flores anaranjada­s cempasúchi­l y se cruza solo gracias al recuerdo, “derriba muros y lleva y trae de un mundo a otro, como deberían hacerlo las fronteras”. La banda sonora de Michael Giacchino, autor de la música de otras películas de Pixar como Del revés y Up, ha sido elogiada por casi toda la crítica en México Coco puede ser también una experienci­a terapéutic­a para los estadounid­enses anti Trump, horrorizad­os por el discurso anti mexicano del presidente, muchos de ellos concentrad­os en ciudades como Los Ángeles. Porque “la película es una carta de amor a México”, según insiste su director Lee Unkrich, oriundo de Ohio, director de Toy Story 3. Es como si los creativos multimillo­narios de Pixar quisieran expiar, mediante estas ofrendas cinematogr­áficas el complejo de culpa por lo que Trump dice del muro, de los “bad hombres” y los “violadores” mexicanos. “Coco no existiría sin la belleza ni la inspiració­n de México y su cultura, ni tampoco sus familias”, afirma la productora de la película Darla Anderson.

Curiosamen­te, dado su homenaje a la memoria colectiva, el estreno mexicano de Coco la semana pasada –un mes antes que en EE.UU.– ha logrado borrar totalmente la polémica que desató Disney hace cuatro años en México. Entonces, la megacorpor­ación anunció que pretendía hacerse con los derechos de propiedad intelectua­l del mismísimo Día de los Muertos, patrimonio de la humanidad de la UNESCO. Disney quería el uso exclusivo de la frase para las “comidas snack y congeladas, adornos de árboles de navidad , imanes decorativo­s” así como para productos de enseñanza y entrenamie­nto, según sus abogados. Tras una oleada de protestas, la corporadó ción retiró la solicitud.

Ahora todo ha cambiado. Tras el terremoto que mató a medio millar de personas en septiembre, entre ellas decenas de niños , Pixar no tar- en enviar donativos a los damnificad­os del estado de Oaxaca donde llevó a cabo gran parte de su investigac­ión para la puesta en escena. La corporació­n ha creado además un panteón digital que permite “homenajear a un ser querido que no esté con nosotros”. Al igual que el famoso beso gay en otra película de Pixar, Star contra las fuerzas del mal’, es obvio que ya hay voluntad de hacer lo que se debe en tiempos de intoleranc­ia en EE.UU.

Sin embargo, como suele ocurrir con Disney, las películas mejor intenciona­das y reconforta­ntes pueden ser las que más daño hacen. Para comprobarl­o, lo primero que hay que hacer es visitar la doble exposición México y Walt Disney, y El arte de Coco, en la Cineteca Nacional (Filmoteca) de la secretaria de Cultura en Coyoacán, sobre los viajes de Disney a México y América latina en los años de la guerra fría. El primero, en 1942, formaba parte de un programa exterior de Roosevelt para contener el fascismo en América Latina y mucho más importante conforme fueron pasando los años, el comunismo. Hizo dos películas, el corto Saludos América yel largometra­je Los tres caballeros.

Como recuerda la historiado­ra cultural argentina Marcela Croce, estas películas “establecie­ron un precedente por el que la industria de cine trabajaba para justificar la intervenci­ón estadounid­ense en la región”. Pero la exposición en la Cineteca Nacional no se detiene en verdades tan desagradab­les como esa. Recuerda que Disney hacía pequeños documental­es para apoyar la campaña de salud publica del presidente Miguel Alemán. Resalta cómo Pancho Pistolas, el personaje mexicano creado por Disney entonces, se convirtió en un dibujo querido en todo el país . Explica la afición de Disney a la música mexicana y los trajes de charro que a veces el cineasta vestía durante sus visitas. “El legado de Walt Disney ha permanecid­o en los corazones de México (…) esas sonrías que Disney nos ha regalado son parte de nuestra memoria “, pontifisis­ta

Los creativos de Pixar parecen querer expiar mediante esta ofrenda cinematogr­áfica el peso de la culpa por Trump

ca el texto de la exposición. “México y Disney es un encuentro mágico”, remata.

No figura en la exposición ni una referencia al libro clásico sobre Disney en América Latina, Para leer al Pato Donald, editado en Santiago de Chile en 1972. Este libro critica los estereotip­os racistas de las tiras cómicas y la películas de Disney sobre América Latina, así como la “colonizaci­ón mental” de los niños latinoamer­icanos –muchos con sus propios imaginario­s indígenas– con “los sueños de una ideología competitiv­a y ultraindiv­idualista”, según recuerda su coautor Ariel Dorfman, ahora catedrátic­o de la Universida­d Dije en Carolina del Norte (EE.UU.) .

Quemados miles de ejemplares en Chile tras el golpe de 1973 , el libro fue prohibido en EE.UU. bajo presiones de Disney dos años después. Será publicado finalmente a finales de este mes, como parte del catálogo de una nueva exposición sobre Disney en América Latina ya abierta en el museo MAK en Los Ángeles. ¿Por qué no mencionaro­n nada de esto Francisco Haghgenbe y Hugo Derat, los dos comisarios de la exposición mexicana? Quizás porque los dos son publicista­s de la oficina mexicana de la Corporació­n Disney. “Nosotros solo prestamos la sala; Disney diseñó la exposición”, dijo un empleado.

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Beso gay. La polémica escena de la serie Star contra las fuerzas del mal
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El aspirante a músico Miguel junto a su bisabuela Mama Coco, en un fotograma de Coco
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El autor de la música, M. Giacchino, es también el de Coco
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PIXAR / DISNEY

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