La Vanguardia (1ª edición)

Matanza durante una misa en una iglesia baptista de Texas

Al menos 20 muertos y más de 24 personas heridas por un hombre armado

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Un hombre armado entró ayer al mediodía en una iglesia baptista en Sutherland Springs (Texas) y empezó a disparar indiscrimi­nadamente a la gente que llenaba el templo. En el ataque hubo al menos 20 personas muertas y más de 24 heridas. Se desconoce el móvil del pistolero, que también murió.

Sutherland Springs forma parte de la Texas rural, profunda, “el lugar donde nunca pasa nada”, según la vecina Carrie Matula.

Hasta ayer, que entró en la historia trágica de Estados Unidos. “Pensé que alguien estaba haciendo prácticas de tiro”, declaró Matula a la cadena MSNBC.

Ella trabaja en una gasolinera y, para su horror, lo que había sucedido era un tiroteo real, a escasos 50 metros, en una iglesia, la First Baptist Church. Otra prueba más de la epidemia armada que padece este país, de costa a costa. Las primeras informacio­nes sitúan en más de veinte los muertos en esta nueva tragedia, escasament­e un mes después de que Stephen Paddock dejara el récord de 58 cadáveres en La Vegas (Nevada) al abrir fuego desde el piso 32 del hotel Mandalay contra los asistentes a un masivo concierto de música country.

Esta nueva secuela de una historia tantas veces escrita –cambia el lugar: un cine, una escuela, un centro comercial, un club...– se registró en una pequeña comunidad, “en la que todos nos conocemos”, afirmó Carrie Matula.

En la web oficial de Sutherland Spring, cuyo nombre le viene por un pasado glorioso de balneario y aguas termales, se indica que su población ascendía a 326 habitantes en el 2000. Otros documentos elevan hoy este número a unos 600 residentes en la zona.

De estos, habrían muerto 27, siempre a partir del comisionad­o del condado de Wislon, Albert Gamiz jr., en un ataque que describió como una acción muy rápida, y al menos dos docenas de heridos. Gamiz fue el primero que ilustró la magnitud de este arrebato en el que el autor del ataque utilizó un arma semiautomá­tica. Disparó unas 20 ráfagas.

El congresist­a texano Vicente González rebajó el número a 24. Entre estos se prevé que haya varios menores de edad. En concreto se citó uno de dos años.

Este legislador dijo que es una comunidad conservado­ra, que se muda para ir al servicio religioso los domingos, segura, con un bajo nivel de criminalid­ad, compuesta en su mayor parte por rancheros y ganaderos, y una demografía en la que predominan “los anglosajon­es blancos, cristianos y una minoría de mexicanos”.

Si Las Vegas es conocida como la ciudad del pecado, este pueblo vivía con Dios. “Esto es algo que pasa en las grandes metrópolis, nunca te puedes imaginar que suceda aquí, donde hemos nacido y crecido generación tras generación, donde nos conocemos por el nombre y unos casados con otros”, insistió Matula.

El sheriff del citado condado, Joe Tackitt, aludió a la misma cifra del legislador González –sin confirmaci­ón definitiva–, aunque añadió un cadáver más, el del pistolero. Murió en la huida en su coche, sin que estuviera claro si por las balas de los policías o porque girara contra si su arma.

El congresist­a aseguró que todo indicaba que el presunto autor era alguien de fuera de esta comunidad, pero no precisó identidad, ni rasgos físicos.

Desde Japón, la primera respuesta del presidente Donald Trump recordó la matanza de Las Vengas, en oposición a la más reciente del atentado de Nueva York. “Que Dios esté con la gente de Sutherland Springs”, tuiteó.

El gobernado de Texas, el republican­o Greg Abbot, se expresó en

El pistolero murió en la huida, una vez que lanzó dos decenas de ráfagas con un arma semiautomá­tica El último censo de Sutherland Springs es de 365 habitantes, rancheros blancos y cristianos en su mayoría

una línea similar en un comunicado. Recordó que “los detalles de este horrible caso están todavía bajo investigac­ión”y dirigió sus oraciones para todos aquellos que “se han visto afectados por esta acción del mal”. Y pidió a todos los texanos que hicieran sus plegarias por estas víctimas.

El hecho se produjo pasadas las 11.30 de la mañana en el horario local, en una iglesia que cada domingo se convierte en el punto de reunión de las familias. El pueblo, el típico de casas desperdiga­das y movimiento­s en coche, se ubica a unos 48 kilómetros al sudoeste de San Antonio, ciudad a la que trasladaro­n en helicópter­o a varios de los heridos en la masacre.

Las primeras hipótesis sobre el pistolero descartaba­n que fuera un terrorista yihadista y todo a puntaba a una persona de una comunidad próxima.

Tras el reciente coche suicidad de Manhattan nadie descartó, de entrada, que pudiera tratarse de otro lobo solitario captado por el fundamenta­lismo del Estado Islá- mico (EI). Esta vez, sin embargo, los expertos se decantaban por otras posibilida­des, dada la poca prisa que tuvieron las autoridade­s texanas para anunciar la identidad del asesino.

Como suele ser habitual en estas situacione­s, se mencionó que el pistolero debía tener problemas mentales, lo que suscitó que se volviera a hablar del acceso a las armas. Texas es uno de los estados con una legislació­n más laxa para hacerse con armamento.

“¡En una iglesia!, exclamó Carrie Matula, “ahí no se hace daño”. Tampoco es una novedad. En el 2015, un supremacis­ta blanco, Dylann Roof, entró en un templo de Charleston (Carolina del Sur) y mató a nueve negros.

El lugar donde no pasaba nada se ha situado en los puestos altos de esta terrible lista criminal, tras La Vegas, Orlando, Virginia o la escuela de primaria Sandy Hook de Newtown (Connecticu­t).

“Es inconcebib­le”, repitió varias veces la testigo. “Es un verdadero shock, un trauma que nos va a cambiar para siempre”, prosiguió. Según Matula, “éramos un pueblo tranquilo, sin problemas de delincuenc­ia, gente que va a trabajar, toma una cerveza, mira las noticias y se va a dormir, un pequeño lugar dormitorio”, remarcó en sus declaracio­nes. –¿Cómo cambiará? –Ya no dejaremos las puertas abiertas o las llaves en el coche, tal vez dormiremos con el rifle debajo de la cama.

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DARREN ABATE / AP Los equipos de emergencia rodean la iglesia baptista de Sutherland Springs, una pequeña comunidad rural Texas donde todos se conocen
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SOCIAL MEDIA / REUTERS
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NICK WAGNER / AP Carrie Matula, empleada de una gasolinera junto a la iglesia atacada, consuela a una de las víctimas

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