Mohamed Bin Salman
PRÍNCIPE HEREDERO SAUDÍ
La casa de los Saud sufrió ayer una gran sacudida, la más importante tal vez de su historia, de la mano de un príncipe heredero que aspira a modernizar Arabia Saudí. La purga se lleva por delante a sus principales rivales.
El joven príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, culminó ayer su ascenso fulgurante con una purga masiva que afianza su control sobre el poder. En una noticia sin precedentes en este reino fundado en 1932, decenas de príncipes, ministros y empresarios han sido detenidos en el marco de una “operación anticorrupción”.
Las últimas horas han sido vertiginosas en Arabia Saudí, con sus ciudadanos pegados al televisor y a las redes sociales. “Muchos no hemos pegado ojo”, decía ayer a este diario el periodista y analista político Jaled al Maina, que veía abrirse una “nueva era” en el país.
La noche del sábado, el rey Salman decretó la creación de una comisión anticorrupción presidida por el príncipe Mohamed, su hijo de 32 años, nombrado heredero hace sólo cinco meses y considerado el hombre fuerte de facto. Habían pasado apenas unas horas cuando la oficialista cadena Al Arabiya anunció, de madrugada, las detenciones de decenas de figuras del régimen. Entre ellas están el multimillonario Alualid bin Talal, con inversiones en todo el mundo; el jefe de la Guardia Nacional, Mitab bin Abdulah; el comandante en jefe de la Marina, Abdalah al Sultan; el ministro de Economía, Adel Fakih; o el exministro de Finanzas Ibrahim al Asaf, miembro del consejo de Aramco.
No está claro si todos han sido detenidos ni tampoco bajo qué cargos, o si algunos ministros sólo han sido destituidos. La operación tiene como objetivo acabar con el “abuso de algunas almas débiles, que han puesto sus propios intereses por enWilson cima del interés público para, ilícitamente, enriquecerse”.
Al parecer, los detenidos fueron confinados al hotel Ritz Carlton de Riad, convertido en un centro de detención de lujo. El hotel evacuó a sus clientes, lo que da credibilidad al rumor. Las autoridades cerraron el aeropuerto para aviones privados, acaso para impedir la huida de otros príncipes y empresarios.
“Nada parecido había ocurrido antes en la historia de Arabia. El reino entra en territorio desconocido con consecuencias impredecibles”, dice David Ottaway, analista del Center. Según Ottaway, autor de libros sobre el entramado de poder saudí, la purga “envía un mensaje fuerte de que a Arabia Saudí le espera una dictadura real de un príncipe advenedizo de 32 años, con habilidades aún por demostrar, que augura enormes tensiones y resentimientos en la familia real y que podría amenazar la estabilidad de la casa de los Saúd durante años”.
Arabia Saudí es una monarquía absoluta, un régimen autoritario con decenas de disidentes en las cárceles y decenas de ejecuciones cada año, y que se rige por la corriente más rigorista del islam. No existe una Constitución escrita y la línea entre los fondos públicos y los de la Casa Real es difusa.
Mohamed bin Salman se vende como un modernizador. Ha proclamado que Arabia Saudí debe regresar al “islam moderado” y dar la espalda al extremismo, y es el artífice
Bajo la fachada de las acusaciones, muchos ven una operación para eliminar a los adversarios políticos
de un ambicioso programa de transformación social y económica, con el objetivo de reducir la dependencia del petróleo. En los últimos meses ha impulsado importantes avances para las mujeres, levantando la prohibición de conducir o de acceder a estadios deportivos, entre otros. Pero los activistas por los derechos humanos también señalan su inquietante vertiente autoritaria. Desde su llegada al poder, decenas de imanes disidentes (acusados de extremistas y cercanías con Qatar) han sido detenidos, así como intelectuales críticos con el poder.
Adam Coogle, de Human Rights Watch, cree que hay motivos fundados para sospechar que se trata de una purga política en toda regla bajo la fachada de la corrupción. Si no fuera así, “estaríamos ante la comisión anticorrupción más efectiva del mundo, que es capaz de realizar una investigación concluyente en sólo unas horas”, ironiza. La oenegé pedirá a Arabia Saudí que aclare bajo qué cargos están detenidos y si ha habido alguna investigación.
Coogle señala que “desde el pun-
to de vista de estrategia política es un paso inteligente” por su parte. Disfrazando la purga en una lucha anticorrupción logrará el apoyo de muchos saudíes, hartos de los abusos de la extensa familia real.
“Nadie lo esperaba y estamos en shock, pero en general la gente está satisfecha. Es una decisión correcta y necesaria, especialmente cuando la economía saudí no pasa por sus mejores momentos. Él había dicho que no toleraría la corrupción ni la mala gestión, y cumple su promesa”, señala Al Maina, comentarista en Al Arabiya. “Mohamed cuenta con el apoyo de los jóvenes, que están hartos, quieren un país sin corrupción y moderno, donde las mujeres y los hombres sean iguales”. También admite, sin embargo, que hay sectores menos entusiastas. “Algunos consideran que está yendo demasiado lejos y deprisa ”.
¿Ha actuado Mohamed bin Salman con semejante contundencia porque se siente todopoderoso o, todo lo contrario, porque se sabe débil? No está claro. Una de las especulaciones es que se estaba cociendo un golpe para destronarlo. Su ascenso imparable irrita a algunas ramas de la familia real.
La purga concentra todo el poder en sus manos, enterrando el tradicional equilibrio entre los distintos clanes, las familias de cada hijo del fundador del reino. En junio, su designación como heredero fue leída como un golpe de palacio: su primo Mohamed bin Nayef, antaño todopoderoso, fue destituido fulminantemente como heredero y ministro del Interior. El puesto sigue hoy en manos del clan Nayef pero Mohamed ha colocado a un treintañero casi desconocido y que no puede hacerle sombra.
En ese sentido, tras Mohamed bin Nayef, la destitución de Miteb bin Abdulah –hijo del fallecido rey Abdulah y aspirante al trono– al frente de la poderosa Guardia Nacional era predecible. Más difícil de interpretar, señala Coogle, es la defenestración de Alualid bin Talal, que se centraba en sus negocios y se mantenía al margen de la política. O de Adel Fakih, el ministro de Economía, considerado un eficiente tecnócrata y no alineado con ninguna facción. Cuando hace unos años hubo una epidemia sanitaria, fue a él a quien se designó como ministro de Sanidad para manejar la crisis.