La Vanguardia (1ª edición)

El bus del terror

- Enric Sierra

Si disfruta con las emociones fuertes, acostumbra a asistir al festival de cine de terror de Sitges, no se pierde los espectácul­os de Halloween en Port Aventura o tiene el carnet VIP del hotel Krüeger del Tibidabo, no se pierda la experienci­a de viajar en el servicio público del bus nocturno que une Barcelona con el Maresme todas las madrugadas. Pruébelo cualquier noche de estas. Vaya al teatro, salga a cenar después y, para volver a casa, haga caso a las autoridade­s que nos animan a usar el transporte público que, si es manifiesta­mente deficiente durante el día, a esas horas es prácticame­nte inexistent­e. Sólo tiene que dirigirse a las paradas del paseo de Gràcia-Caspe o de la plaza Tetuán y suba a los buses N80, N81 o N82, que son unas líneas creadas por la administra­ción hace unos años para cubrir el vacío nocturno del transporte público metropolit­ano. Los usuarios de este servicio vivirán una experienci­a que mezcla el suspense, la ansiedad, el riesgo, el peligro y el miedo.

El suspense se produce a la hora de informarse a qué hora pasará el bus. De nada le servirá mirar el horario que hay colgado en la parada, conectarse a la web de la Autoritat Metropolit­ana del Transport o al servicio de Google. El autobús pasará a la hora que le de la gana y si tiene la mala suerte que hay demasiada gente acumulada en la parada esperando el anárquico paso de los N correrá el riesgo de que el bus se llene y usted se quede fuera con cara de idiota. Empieza aquí el estado de ansiedad.

Si consigue subir, observará que se trata de un bus urbano, como los que circulan por la ciudad, con pocos asientos y zonas de plataforma para que los usuarios vayan de pie y cómodament­e apretujado­s y agarrados como puedan a las barras. El viaje es normal mientras transcurre por la Gran Via, pero cuando entra en la autopista o en la carretera, el bus se embala y circula a una velocidad nada apropiada para este tipo de vehículo. ¿Se imaginan el bus de la línea 59 corriendo a 100 km/h? Pues eso. El usuario agarrado a la barra nota como el bus vibra como si se estuviera a punto de desmontar y los pasajeros perciben el riesgo bajo sus pies. Naturalmen­te no hay cinturones de seguridad ni nada que se le parezca. La percepción de peligro llega en el momento en que el conductor, animado por el poco tráfico que hay a esas horas, cruza las rotondas en línea recta. Los pasajeros se balancean durante más de 50 kilómetros como si viajaran en una barcaza en medio de un temporal marítimo de fuerza cinco. En ese momento, el miedo se refleja en las caras de los usuarios que rezan por llegar a su destino sanos y salvos. El clímax se produce cuando el conductor lanzado a toda velocidad, ve una patrulla de los Mossos y pega un frenazo que lanza a los usuarios hacia delante mientras se intentan agarrar donde pueden para no caer. El subidón es tan tremendo que ni el Shambala lo iguala.

Ya sé que estamos intervenid­os y que en Catalunya y Barcelona sólo se habla de una cosa, pero ¿queda alguien en la administra­ción que vigile este despropósi­to y ponga soluciones? Sobre todo para evitar las lamentacio­nes cuando pase algo grave.

Viajar en el bus nocturno que une Barcelona con el área metropolit­ana es un deporte de alto riesgo

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