Sin novedad con Alcácer
Delantero, goleador y español: el cóctel de la tortura en el Barça
Debutó en las filas blaugrana hace poco más de un año. Ha jugado 33 partidos (sólo 8 completos) y ha marcado 11 goles. No son, en absoluto, malas cifras. Pero Paco Alcácer ya debe saber (si no era consciente mucho antes) la exigencia del titánico reto que afronta: triunfar en el Barcelona con la etiqueta de delantero, goleador y español. Muchos lo han intentado antes y algunos, a pesar de mostrar sobradas cualidades y anotar numerosos goles, también sufrieron el juicio sumarísimo del Camp Nou.
Para un delantero centro, valorado de forma inmisericorde por su acierto goleador, es materialmente imposible meterlo todo. Siempre tendrá más errores que aciertos. Si además, como suele ser habitual, se trata de futbolistas con más colocación y remate que técnica exquisita, la posibilidad de tener en contra al exigente público del Camp Nou es alta. Hay varios ejemplos de libro en la historia blaugrana.
El navarro José Antonio Zaldua logró más de un centenar de goles con el Barça. Pero la afición, que siempre admiró su entrega y valentía, no le perdonaba ni un fallo y muy especialmente la aciaga final de la Recopa de 1969. En su época jugaba siempre con el 9 a la espalda. Marcado de antemano.
Martí Filosia contaba con grandes partidarios y grandes detractores. En su caso se le reprochaba tener demasiada clase. Era frío, un pecado imperdonable en aquel fútbol de los setenta que aún vivía con el recuerdo del 9 rompedor. Fue, posiblemente, un avanzado a su época.
La técnica no era la mayor cualidad de Clares. Pero su oportunismo le permitía saber siempre donde podía caer un balón perdido y era capaz de introducirlo en la portería de la manera menos previsible. También sufrió las iras del Camp Nou, comparado con un Cruyff exquisito.
Tan genial como antiestético, el fútbol de Salinas tampoco quería equidistantes. Era un rematador más eficaz que elegante, de una escuela que en el fútbol español tuvo un precursor en el blanquiazul Roberto Martínez y que Salinas supo honrar, para desespero del implacable Camp Nou.