“Las mujeres nos hemos dado permiso para hablar”
Leonor Watling, que vuelve al cine con ‘Musa’, celebra el efecto contagio de las denuncias por acoso sexual en Hollywood
Las mujeres nos hemos dado permiso para hablar”. Por eso el escándalo Weinstein ha desencadenado una oleada de denuncias de acoso sexual que no sólo hace temblar los cimientos de Hollywood sino que se está contagiando saludablemente por todo el mundo del cine y más allá. Así lo plantea Leonor Watling, una de las protagonistas de Musa, la película que el ilerdense Jaume Balagueró estrena el próximo viernes.
El “permiso” que según Leonor Watling las actrices que han sido objeto de abuso se han concedido por fin tiene como consecuencia más amplia y benéfica el que “ya no se puede saltar impunemente sobre la víctima” si esta abre la boca para revelar que tal o cual jefe o personaje influyente en su carrera se ha propasado con ella. De entrada, “si Uma Thurman denuncia un caso pero reconoce el miedo que ha pasado antes de hacerlo, yo u otra actriz mucho menos conocida ya no vamos a pasar tanta vergüenza ni tanto miedo si hemos vivido lo mismo y queremos decirlo”, dice. Y añade con la gracia del doble sentido: ¡Ostras, es que estamos hablando de Kill Bill”!
Pero lo mejor, añade, es que la andanada de denuncias tenga lugar en un ámbito tan popular y proyectado como el cine, donde tantas espectadoras tienen a las artistas como ídolos y referentes; incluso como espejos en que mirarse. Es decir: si seres tan admirados y casi inaccesibles como Thurman o Mira Sorvino las han pasado canutas, y animan y contagian a sus compañeras de castings más modestos, imagínate a sus admiradoras, señala Watling.
Ella no ha padecido ataques como los que están saliendo a la superficie; nada –aclara–, más allá de lo que “todas las mujeres” de su edad han vivido alguna vez, léase insinuaciones, intentonas torpes e incidentes menores que ella no juzga dignos de mayor mención.
La conversación sobre este espinoso asunto, no demasiado cómoda pero sí necesaria, roba inevitablemente una parte del tiempo destinado a tratar sobre Musa: una cinta que también va de mujeres, o más bien de seres supuestamente femeninos que pueden tomar forma humana, y que se reparten distintas funciones más o menos malévolas. La de Watling es “la que ve el futuro”, aunque a ella le gustan todas las de la cinta por muchas maldades que hagan. “Lo que mejor veo es que las musas no sean pasivas, sino las que en realidad manejan el mundo”, dice sobre el filme y el libro en que se basa, La dama número trece, de José Carlos Somoza.
Esa virtud que Watling encuentra en su personaje y sus compañeras se traduce principalmente en que las musas “vienen y te susurran lo que ellas quieren”: una condición activa de los espíritus de la creatividad que a su vez parte de la idea más importante de la obra, tal y como subraya también Balagueró: la palabra y la poesía son fuente de belleza y creación, pero también producen monstruos y provocan terror.
“La inspiración de los poetas en su sentido original no deja de tener algo de fantástico y de brujería”, indica el cineasta. “Y la palabra tiene un poder mágico, siempre lo tuvo. Porque provoca cosas: crea, destruye y cambia. De hecho, los grandes eventos de la Historia han ocurrido a través de la palabra”, dice el director, evidentemente fascinado por ese poderío del verbo que en su obra se torna indómito y terrible.
Musa, sin embargo, no es esencialmente una película de terror, aunque en parte sí lo sea y por mucho que Balaguero sea conocido ante todo por su serie de este género [REC]. “No definiría Musa de ese modo –dice él–, sino como una historia romántica, una gran tragedia, un drama, una película de suspense... Y sí, en parte también de terror pero sólo en parte”.
“La palabra tiene un poder mágico; crea, destruye y cambia”, dice Balagueró sobre la idea central de ‘Musa’