La Vanguardia (1ª edición)

Donald Trump

PRESIDENTE DE EE.UU.

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York

Pese a que las armas de fuego han vuelto a acabar con 26 vidas –la mitad niños– en Estados Unidos, su presidente considera que en el país no existe ningún problema con la venta de armas, sino con las “enfermedad­es mentales”.

Si se cuentan los tiroteos masivos como aquellos en los que al menos hay tres muertos, sin contar al autor, en Estados Unidos se han registrado 112 fallecidos y 531 heridos en acciones de este tipo a lo largo de este 2017, según los cálculos de la revista Mother Jones.

La cifra de los caídos en atentado terrorista­s atribuidos a yihadistas o radicaliza­dos es una porción muy reducida. Sin embargo, cuando la semana pasada se registraro­n ocho defuncione­s por el atropello mortal de Nueva York, el presidente Donald Trump no tuvo inconvenie­nte alguno en politizar el caso desde el primer minuto. De inmediato exigió un mayor control de los inmigrante­s y pidió suprimir los visados concedidos por sorteo.

Esto contrasta con su respuesta en octubre al tiroteo de Las Vegas, el récord con 58 cadáveres, cuando dijo que era el momento de rezar y no de plantearse legislació­n alguna sobre armas.

Y ayer, desde Japón, Trump, un firme palmero de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA), tampoco quiso saber nada de esa cuestión después de los 26 muertos que dejó Devin Kelley.

“Esta no es una situación de arnuevo mas”, replicó el presidente de Estados Unidos. “Pienso –añadió– que es un asunto de salud mental. Este es un individuo trastornad­o, muchos problemas por largo tiempo. Tenemos muchos problemas de salud mental en nuestro país, como en otros países”.

Mark Kelly, marido de Gabby Giffords, que sobrevivió a un tiroteo en el 2011 cuando era congresist­a, le replicó. “En todos los países hay problemas mentales, pero en ningún otro existe la violencia armada que tenemos nosotros”.

El presidente, que repitió la fórmula de Las Vegas, demasiado temprano para plantearse nada sobre esta legislació­n, esgrimió el argumento que a los defensores de la Segunda Enmienda (el derecho a armarse) les ha dado la tragedia de la iglesia de Sutherland Springs. “Afortunada­mente, otra persona tenía un arma que disparaba en la dirección contraria, de lo contrario habría sido mucho peor”, remarcó.

La cruzada para no esquivar este asunto la prosiguió la asesora presidenci­al Kellyanne Conway en un programa de la cadena Fox. “Es una falta de respeto hacia los muertos”, contestó a los demócratas que ponían el dedo en la llaga. “Está más allá de cualquier respuesta razonable el ver la cuestión política de inmediato”, en defensa de lo contrario de lo que Trump hizo tras el atropello de Manhattan protagoniz­ado por un radicaliza­do. Conway culpó a “políticos liberales y celebridad­es “por ir rápido a Twitter para confortars­e en sus lujuriosas vidas”,

Los republican­os ven reforzada su postura pro armas después de que un vecino se enfrentara al atacante

frase que pronunció sin sonrojo alguno dada la incontinen­cia tuitera de su jefe.

Ted Cruz, senador por Texas, coincidió en que “no mató más –en relación con el pistolero Kelley– porque un valiente se atrevió a hacerle frente”. Repitió que el pistolero era un enfermo y culpó al “circo mediático” por “su agenda para el control de armas”, insistió. Y resumió su pensamient­o: “Defiendo el derecho a que cada uno se defienda”. El lejano oeste no es tan lejano, según Cruz.

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