Donald Trump
PRESIDENTE DE EE.UU.
Pese a que las armas de fuego han vuelto a acabar con 26 vidas –la mitad niños– en Estados Unidos, su presidente considera que en el país no existe ningún problema con la venta de armas, sino con las “enfermedades mentales”.
Si se cuentan los tiroteos masivos como aquellos en los que al menos hay tres muertos, sin contar al autor, en Estados Unidos se han registrado 112 fallecidos y 531 heridos en acciones de este tipo a lo largo de este 2017, según los cálculos de la revista Mother Jones.
La cifra de los caídos en atentado terroristas atribuidos a yihadistas o radicalizados es una porción muy reducida. Sin embargo, cuando la semana pasada se registraron ocho defunciones por el atropello mortal de Nueva York, el presidente Donald Trump no tuvo inconveniente alguno en politizar el caso desde el primer minuto. De inmediato exigió un mayor control de los inmigrantes y pidió suprimir los visados concedidos por sorteo.
Esto contrasta con su respuesta en octubre al tiroteo de Las Vegas, el récord con 58 cadáveres, cuando dijo que era el momento de rezar y no de plantearse legislación alguna sobre armas.
Y ayer, desde Japón, Trump, un firme palmero de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA), tampoco quiso saber nada de esa cuestión después de los 26 muertos que dejó Devin Kelley.
“Esta no es una situación de arnuevo mas”, replicó el presidente de Estados Unidos. “Pienso –añadió– que es un asunto de salud mental. Este es un individuo trastornado, muchos problemas por largo tiempo. Tenemos muchos problemas de salud mental en nuestro país, como en otros países”.
Mark Kelly, marido de Gabby Giffords, que sobrevivió a un tiroteo en el 2011 cuando era congresista, le replicó. “En todos los países hay problemas mentales, pero en ningún otro existe la violencia armada que tenemos nosotros”.
El presidente, que repitió la fórmula de Las Vegas, demasiado temprano para plantearse nada sobre esta legislación, esgrimió el argumento que a los defensores de la Segunda Enmienda (el derecho a armarse) les ha dado la tragedia de la iglesia de Sutherland Springs. “Afortunadamente, otra persona tenía un arma que disparaba en la dirección contraria, de lo contrario habría sido mucho peor”, remarcó.
La cruzada para no esquivar este asunto la prosiguió la asesora presidencial Kellyanne Conway en un programa de la cadena Fox. “Es una falta de respeto hacia los muertos”, contestó a los demócratas que ponían el dedo en la llaga. “Está más allá de cualquier respuesta razonable el ver la cuestión política de inmediato”, en defensa de lo contrario de lo que Trump hizo tras el atropello de Manhattan protagonizado por un radicalizado. Conway culpó a “políticos liberales y celebridades “por ir rápido a Twitter para confortarse en sus lujuriosas vidas”,
Los republicanos ven reforzada su postura pro armas después de que un vecino se enfrentara al atacante
frase que pronunció sin sonrojo alguno dada la incontinencia tuitera de su jefe.
Ted Cruz, senador por Texas, coincidió en que “no mató más –en relación con el pistolero Kelley– porque un valiente se atrevió a hacerle frente”. Repitió que el pistolero era un enfermo y culpó al “circo mediático” por “su agenda para el control de armas”, insistió. Y resumió su pensamiento: “Defiendo el derecho a que cada uno se defienda”. El lejano oeste no es tan lejano, según Cruz.