Un espacio para la experiencia
Los centros museísticos repiensan y diversifican sus estrategias de educación
El arte nunca deja indiferente; se trata de una experiencia de desarrollo personal que aporta saber y disfrute. No es extraño, por tanto, que en un momento en el que se habla de crisis en la educación y en los valores humanísticos, los museos se posicionen cada vez más como espacios de centralidad para el conocimiento y el intercambio de ideas. “Los museos ya no somos almacenes donde preservar el patrimonio para las generaciones venideras. El eje sobre el que pivota hoy la existencia del museo es el público. Sin público el museo no existe. Pero eso no significa que tengamos que salir a la búsqueda de público desde un punto de vista marketiniano, como si se tratara de un comprador, sino que nos pongamos a su servicio, que establezcamos con él una relación de mucha mayor calidad. Y en esa búsqueda aparecen nuevas estrategias, una de las cuales pasa por repensar el tema de la educación”, señala Lluís Alabern, jefe de Mediación y Programación Cultural del MNAC.
“La idea –prosigue Alabern– es que el museo sea un lugar para el debate. Para el diálogo. Propiciar lo que podríamos llamar la experiencia museo”. Tanto el responsable del MNAC como el jefe de Programas del Macba, Pablo Martínez, coinciden en señalar que los museos anglosajones nos llevan años de ventaja en ese terreno, aunque en la última década se ha hecho un enorme esfuerzo de adaptación tanto de objetivos como de personal especializado y hoy la mayoría de museos españoles caminan en esa dirección.
La educación en los museos es un concepto que obviamente tiene que ver con el público infantil, esto es, con la formación
“El arte es una herramienta poderosamente democrática”, dice Pablo Martínez
de sus futuros usuarios, pero no única ni exclusivamente. “para nosotros es fundamental repensar las visitas guiadas, ya no vale eso de que un especialista en arte suelte un discurso desde la palestra a un grupo ignorantes ciudadanos”, dice Alabern, “sino de fomentar el diálogo porque entonces empiezan a pasar cosas y aparece alguien que, por ejemplo, por venir de otro contexto cultural o geográfico ve cosas que a ti te habrían pasado desapercibidas”.
“El arte es una herramienta poderosamente democrática aunque se piense lo contrario”, tercia Pablo Martínez, para quien “el no ser experto no significa que no se posean saberes expertos”. “Se han de eliminar las jerarquías entre los que saben y los que no saben, entre las voces que hablan y los que escuchan”. Y pone como ejemplo el programa Parlem de..., que propone un a nueva manera de visitar la colección y las exposiciones del museo de la mano de diferentes agentes que aportan una mirada propia.
Iniciativas como el Big Draw o Festival del Dibujo que impulsa el Museu Picasso desde hace años consigue movilizar durante una jornada al año a todo el barrio, pero en el día a día los museos desarrollan una labor callada pero fundamental con las escuelas de su entorno. Desde el Macba se trabaja actualmente en un nuevo programa, Posdata, por el que durante tres meses seis artistas enviarán semanalmente a veinte colegios de primaria, por correo postal, otras tantas piezas, instrucciones, vídeos... sobre los que alumnos y profesores trabajarán luego en clase.
“La imágenes tienen un contexto histórico pero están siempre vivas. Puedes pasear por las colecciones de gótico y hablar de Star Wars. Mirando imágenes del pasado también puedes ver el presente”, concluye Alabern, que apunta aún un cambio fundamental en la relación del museo con el mundo. “Antes el museo lanzaba ideas y unas tenían éxito y otras fracasaban. Ahora cada vez más recibimos peticiones de escuelas o colectivos que nos piden por ejemplo hablar de la Guerra Civil o el maltrato a la mujer y modificamos las salas para poderles dar respuesta”.