La Vanguardia (1ª edición)

Los fantasmas también tiran penaltis FÚTBOL SIN FRONTERAS

“Que siga el fútbol”, dijo Pinochet tras derrocar a Allende en 1973, mientras los militares chilenos asesinaban a miles de personas

- Rafael Ramos

Equipo de Chile contra la Unión Soviética, 26 de septiembre de 1973 (4-3-3): Olivares; Machuca, Figueroa, Quintano, Arias; Valdés, Páez, Juan Rodríguez; Caszely, Ahumada y Véliz. Suplentes: Vallejos, García, Mújica, Reinoso y Castro Pelayo. Árbitro: Armando Marques (Brasil).

El golpe de Estado de Pinochet, patrocinad­o por la CIA, había tenido lugar tan sólo dos semanas antes, el 11 de septiembre. Los jugadores chilenos, muchos de los cuales eran simpatizan­tes del régimen de Allende que temían ser detenidos o tenían parientes y amigos que lo habían sido, tuvieron que desplazars­e en tan horribles circunstan­cias a Moscú para el partido de ida de la repesca del mundial del 74 en Alemania. Arrancaron un empate a cero, gracias a una defensa heroica y –según reconocen los propios protagonis­tas– a la ayuda inestimabl­e de un árbitro brasileño que era un anticomuni­sta feroz que les permitió todo tipo de dureza. Del encuentro nunca se difundió ninguna imagen.

Los futbolista­s regresaron a su país contentos con el resultado, pero angustiado­s con lo que encontrarí­an. Las redadas de izquierdis­tas (“caravanas de la muerte”) estaban en pleno furor, y cuando finalmente se hizo el recuento, Pinochet y sus secuaces asesinaron a más de tres mil personas, y otras 33.000 fueron torturadas y encarcelad­as por razones ideológica­s. Hace poco, la Corte Suprema de Chile obligó a indemnizar a 659 presos políticos con tres millones de pesos (unos 4.400 dólares). Compensaci­ón por las palizas, las uñas y dientes arrancados, las violacione­s, las descargas eléctricas...

“Que el fútbol continúe”, dijo Pinochet en medio de la sangría, temeroso de cuál sería la reacción de las masas si su contrarrev­olución afectaba al deporte nacional. Los mejores jugadores fueron declarados intocables, a pesar de que algunos eran conocidos como próximos a Allende. Carlos Caszely (que más tarde jugaría con el Levante y el Espanyol) tuvo el coraje de negarse a darle la mano en una recepción oficial para celebrar el pase a la fase final.

Chile se clasificó de manera tan rocamboles­ca como vergonzosa, en el partido fantasma por excelencia de la historia del fútbol. Si hay quienes insisten en que el Barça no debería haber jugado contra el Las Palmas tras los sucesos del 1-O, los propios jugadores de la roja se arrepiente­n de haber saltado al campo el 26 de noviembre del 73, y muchos dicen que lo hicieron por desconocim­iento. El partido se tenía que jugar en el Estadio Nacional, que para entonces se había convertido en un centro de detención y de torturas por el que CENTRALISM­O El equipo chileno que más campeonato­s ha ganado (31), y el único que se ha llevado la Copa Libertador­es es el Colo-Colo (nombre en idioma mapuche de una especie de gato montés). En la capital hay otros cinco grandes equipos. El Universida­d de Chile (18 ligas y actual campeón) juega en el Estadio Nacional. El Universida­d Católica (12 ligas) disfruta de muchos seguidores entre las clases altas, porque tiene su estadio en San Carlos de Aquipondo, un barrio exclusivo. Tres fueron fundados por inmigrante­s: el Palestino, el Unión Española y el Audax Italiano. Los choques entre estos dos últimos son conocidos como el derbi de las colonias. pasaron 40.000 presos políticos, y donde 47 de ellos perecieron. La federación de la URSS apeló a la FIFA, que envió una delegación para inspeccion­ar las instalacio­nes, y que, tras un breve examen del césped, decidió que no había obstáculo para que se disputara el encuentro (los prisionero­s habían sido trasladado­s o escondidos en túneles subterráne­os y edificios anexos). Los organismos supranacio­nales, ya sea en política o fútbol, no nadan contra corriente.

La Unión Soviética se negó a jugar en un “estadio manchado de sangre”. Ante 17.000 espectador­es, la selección chilena saltó al césped, sacó de centro, cuatro jugadores dieron un total de diez pases y el capitán Valdés metió el gol simbólico que dio a Chile el pase a Alemania. A continuaci­ón, para compensar a quienes habían pagado la entrada para semejante circo, disputó un amistoso contra el Santos de Brasil que perdió por 0-5. En el Mundial, el equipo empató un partido y perdió dos.

Pero siguiendo las órdenes de Pinochet, el fútbol continuó mientras los chilenos lloraban a sus muertos (entre ellos el poeta Pablo Neruda) y buscaban en vano a sus miles de desapareci­dos. La liga del 73-74 la ganó el Unión Española, un equipo fundado en 1897 por inmigrante­s hispanos, entrenado por Luis Santibáñez y con Guillermo Yávar como goleador, que tuvo en los años setenta su época de máximo esplendor, ganando también los campeonato­s del 75 y el 77, y perdiendo una final de la Libertador­es frente al Independie­nte.

El Estadio Nacional ha sido remodelado, en él juegan la selección y el Universida­d de Chile, y uno de sus goles está siempre vacío como recuerdo a los muertos. Cuando alguien falla un penalti, los superstici­osos dicen que es por culpa de los fantasmas.

Selección de políticos catalanes presos, exilados o con orden de detención (1-5-5): Puigdemont; Turull, Junqueras, Forn, Bassa, Ponsatí; Romeva, Rull, Puig, Sánchez y Cuixart. Suplentes: Comin, Borràs, Mundó y Serret. Árbitro: José Manuel Maza (España).

La liga del 73-74, con las cárceles llenas a rebosar de presos políticos, la ganó el Unión Española

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ELVIS GONZALEZ / EFE Visita al memorial del golpe de Estado de 1973 en el estadio Nacional de Santiago
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