La independencia como preocupación

EL Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha hecho público el barómetro del mes de octubre, en el que la independencia de Catalunya se ha convertido en el segundo problema de España (29%), tras el paro (66%) y por delante de la corrupción (28,3%). En sólo un mes, subió 22 puntos la preocupación de los ciudadanos; antes de junio, esta cuestión nunca había supuesto inquietud para más del 2% de la población.

El trabajo de campo se llevó a cabo entre el 2 y el 11 del mes pasado, inmediatamente después del 1-O. Con toda seguridad, si se hubiera hecho la encuesta quince días más tarde, la preocupación habría sido más alta: la declaración de independencia en el Parlament del 27 de octubre fue un golpe de efecto para los ciudadanos. La respuesta del Gobierno central fue inmediata, con la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que bloqueaba el autogobierno, rescatando la potestad de convocar elecciones en manos del presidente de la Generalitat para situar las urnas el 21-D. La respuesta era una manera de regresar a la vía constitucional, pero en ningún caso arreglaba el problema. La encuesta de este diario, efectuada la pasada semana, modificaba poco el mapa electoral. Curiosamente, el rechazo de la aplicación del 155 y de quienes consideraban la DUI un error era el mismo: el 60%.

Una mayoría de los catalanes apuesta por el pragmatismo y la opción preferida para solucionar el conflicto es “mediante un proceso de negociación entre la Generalitat y el Gobierno”, de acuerdo con el sondeo del diario. La tensión que vive el país ni favorece la convivencia ni la economía. “Juntos, mejor” fue el eslogan de Cameron para seducir a Escocia, acompañando las palabras con una mejora del autogobierno. Puede que Rajoy piense como Arnold Glasow: “Nada dura para siempre, ni siquiera los problemas”, pero en el caso que nos ocupa no se puede perder más tiempo. O sobrevivimos todos o nos hundimos todos.