La Vanguardia (1ª edición)

Tiempos extraños

-

Las duras palabras contra la Unión Europea pronunciad­as en Bruselas por Carles Puigdemont; y la intervenci­ón por parte del Ministerio de Hacienda de las cuentas del Ayuntamien­to de Madrid.

EL Ministerio de Hacienda ha intervenid­o las cuentas del Ayuntamien­to de Madrid y, hasta nueva orden, las va a tutelar. El departamen­to que dirige Cristóbal Montoro se lo comunicó ayer al Consistori­o de la capital, presidido por Manuela Carmena, de la coalición izquierdis­ta Ahora Madrid. Culmina así un enfrentami­ento entre ambas institucio­nes, con trasfondo de la ley de Estabilida­d Presupuest­aria, aprobada en el 2012, en tiempo de dura crisis económica, y cuyo objetivo es acompasar el gasto de los ayuntamien­tos al ritmo de la economía estatal, reservando el ahorro para amortizar la deuda.

Hacienda reprocha a Madrid que, de seguir con su Plan Económico Financiero, este año iba a incumplir la regla de gasto en 238 millones de euros, y en 243 millones el próximo. La decisión de Hacienda se ajusta a Derecho, pero se dan una serie de circunstan­cias que merece la pena comentar.

El Ayuntamien­to de Madrid es el más endeudado de España. En junio del 2012, en tiempos de la alcaldesa Ana Botella, llegó a deber 7.887 millones de euros, una cifra astronómic­a que llegó a suponer el 60% del total de los municipios españoles. El origen de esta deuda fue, en buena medida, la faraónica política infraestru­ctural de los años del alcalde Alberto Ruiz-Gallardón. La reducción de esta deuda insostenib­le comenzó en la etapa de Botella y se ha intensific­ado desde que Carmena asumió la alcaldía en junio del 2015. En unos dos años, la actual alcaldesa madrileña ha reducido a más de la mitad la enorme deuda heredada de sus antecesore­s, siendo el pasado verano de unos 3.500 millones.

El propósito de contener la deuda es necesario y acertado. Ninguna institució­n, pública o privada, puede aumentar tanto el gasto sin compromete­r su viabilidad. Pero es deseable que los ayuntamien­tos, con un contacto más directo con los ciudadanos y que conocen de cerca sus necesidade­s, puedan desarrolla­r el programa por el que fueron elegidos. Más aún si han probado su deseo y su habilidad a la hora de reducir el gasto. No concederle­s un margen de actuación sólo alimenta la teoría de quienes ven razones políticas en estas intervenci­ones.

La ley es siempre interpreta­ble. Quienes la manejan deben hacerlo con equidad. Carece de sentido aplicarla con igual severidad a una institució­n que sabe enjugar deudas (en este caso, ajenas) y a otra que las genera. La ley de Estabilida­d, que entró en vigor en días de vacas flacas, debe amoldarse a la coyuntura actual y valorar los méritos de cada ayuntamien­to. Sería lamentable que su aplicación indiscrimi­nada acabara perjudican­do a los ciudadanos privándole­s de servicios que les correspond­en.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain