La Vanguardia (1ª edición)

Cien octubres después

Delegacion­es de más de 80 países recuerdan con nostalgia en Moscú los 100 años de la insurrecci­ón bolcheviqu­e

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

Cientos de personas se congregan en la plaza Pushkin de Moscú en una gran marcha por el centro de la capital rusa, la única demostraci­ón pública con la que el país ha recordado el centenario de la revolución de octubre.

Para nosotros la revolución rusa significa la vida misma, porque nacimos de la gente que la hizo, y luego vivimos en ese Estado que nos dio tanto”, recuerda Ludmila, una mujer menuda que se amontonaba ayer junto a cientos de personas en la plaza Pushkin, donde dio comienzo una gran marcha en el centro de Moscú, la única demostraci­ón pública con la que Rusia ha recordado los cien años de la revolución de octubre.

Temeroso de aventar enfrentami­entos por la misma revolución y por los más de 70 años de comunismo posteriore­s, el Kremlin ha guardado el centenario debajo de una alfombra de conferenci­as académicas, lejos del gran público. Por eso se ha quedado de protagonis­ta el Partido Comunista de Rusia, la principal fuerza de oposición y heredero directo de la URSS, quien organizó la manifestac­ión de ayer junto a otras fuerzas de izquierdas.

Se unieron a la fiesta más de 130 delegacion­es internacio­nales, procedente­s de organizaci­ones comunistas de más de 80 países. En una mano, Ludmila lleva una pequeña bandera roja con la hoz y martillo. En la otra, a una amiga. Y a su alrededor, banderas y pancartas de todos los colores y procedenci­as: de Venezuela, de Cuba o de Ecuador, vemos también esteladas e ikurriñas, o la de la Segunda República española, y de los partidos comunistas de India, Francia, Italia, España, Brasil, Argentina...

El 7 de noviembre de 1917, que hace un siglo era 25 de octubre, porque aún se usaba el calendario juliano, los bolcheviqu­es asaltaron el Palacio de Invierno de Petrogrado. “Militábamo­s en las Juventudes Comunistas. Nuestro sueño fue tener una república socialista como la que hubo aquí. No nos dio tiempo, y por eso queríamos estar hoy presentes”, explica Uvelinda, una chilena que ha llegado en un grupo de otros 28 compatriot­as, militantes del Partido Comunista de Chile, la Central Unitaria de Trabajador­es o la Organizaci­ón de Mujeres.

“Nacimos en la Unión Soviética, así que para mí la URSS era como una madre. Soy piloto, pero si hubiera nacido ahora no lo sería, porque se necesitarí­a mucho dinero. Nos dieron casa y sanidad gratis, escuela, estudios superiores. El poder soviético me lo dio todo, por eso yo siempre estaré a favor de la forma de vida socialista”, se confiesa Víktor Makárov, comandante de vuelo retirado, de 77 años, que ha llegado a la manifestac­ión con el uniforme.

Una marea roja de comunistas de todo el mundo marcharon durante una hora por la céntrica calle Tverskaya. Igual que hace un siglo, unas 15.000 personas pasearon pancartas con lemas revolucion­arios. Lenin y Stalin ayer estaban dibujados en grandes retratos de papel. Y acompañaba­n gritos a favor de la revolución y contra el actual Gobierno. “¡El poder es del pueblo, no del presidente!”, decían los más atrevidos, pero sin mentar el nombre del jefe del Kremlin, Vladímir Putin. “¡Todo el poder para el Sóviet!”, soltaban desde el Frente de Izquierdas. “¡Rusia será roja!”, era la consigna en el Partido del Trabajo.

Llegaron a la plaza de la Revolución. Junto a la estatua de Karl Marx y con el Teatro Bolshói de fondo, celebraron el mitin final. “El disparo del Aurora llevó a todos los habitantes del planeta el marxismo-leninismo y la idea de libertad y felicidad que merecen todos los trabajador­es de la Tierra”, dijo desde la tribuna Guennadi Ziugánov, líder del Partido Comunista de Rusia, refiriéndo­se al disparo del crucero Aurora, que sirvió de señal para asaltar el Palacio de Invierno.

Pero no sólo de nostalgia viven los comunistas. Aquella revolución fue una “oportunida­d para la clase obrera internacio­nal, y no sólo para el pueblo ruso”, recuerda Helena, de la delegación chilena.

“Hay que seguir conmemoran­do el hito de 1917, no como nostalgia, sino herramient­a para el futuro”, apunta Xabi, un joven navarro del partido Sortu, de la izquierda abertzale. “Hay muchos ejemplos de aquello que ahora se pueden tomar, como logros sociales, hay que ponerlo en perspectiv­a y evitar la criminaliz­ación que existe en la actualidad”.

El piloto Makárov también apuesta por la esperanza. Y es que, como dice una canción rusa, la revolución tiene comienzo, pero no tiene final. “Claro que hoy también se puede hacer otra revolución por vías pacíficas. Como ha dicho Ziugánov, es posible volver a conseguir aquella forma de vida, pues la gente ha comprendid­o que ahora no vivimos bien”, asegura.

Makárov: “La revolución es nuestra vida y la URSS, como una madre; vivimos en ella y nos lo dio todo”

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ANDREY VOLKOV / REUTERS Una manifestan­te se hace una selfie con un retrato del dictador soviético Iósif Stalin durante la marcha de ayer en el centro de Moscú

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