La Vanguardia (1ª edición)

El pistolero de Texas se fugó de un psiquiátri­co tras amenazar a sus jefes

- NUEVA YORK Correspons­al

Stephen Willeford, el samaritano de Sutherland Springs, el hombre de 55 años que salió descalzo a hacer frente al pistolero de la iglesia, reconoció que estaba aterroriza­do al enzarzarse a tiros a ese tipo vestido de negro, con una careta de calavera, chaleco antibalas y pistola en mano.

Tenía motivos, sin saberlo, para estar asustado. Devin Kelley causó 26 defuncione­s este domingo, pero ya tenía un pasado violento. Willeford, antiguo instructor de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), no sabía que enfrente estaba el autor de una masacre, ni que, en su época militar, fue condenado a doce meses de confinamie­nto en el 2012 por abusar de su primera esposa y provocar lesiones a su hijastro.

Las revelacion­es de la investigac­ión resultan sorprenden­tes y dejan un panorama de total descontrol. Y no sólo porque el Ejército del Aire, una vez que expulsó a Kelley en el 2014 por mala conducta, “se olvidó” de poner en el registro la pena que había cumplido, circunstan­cia que habría hecho saltar las alertas cuando fuera a comprar armas.

Además, ayer trascendió que Kelley se fugó de un centro psiquiátri­co que se hallaba en la base militar de Nuevo México en la que estaba destinado. Lo habían ingresado allí durante las pesquisas por los malos tratos a su esposa y a su niño. Escapó tras amenazar de muerte a sus superiores y de tratar de hacer acopio de armas, según recogió el informe policial. Le detuvieron en una estación de autobuses de El Paso (Texas).

“Sufre trastornos mentales y es una amenaza para él y para los demás”, subrayó el citado informe.

“El pastor de la iglesia le conocía y no quería que acudiera a los servicios, le veía maldad”, dijo el sheriff Joe Tackitt este martes.

Freeman Martin, del Departamen­to de Seguridad de Texas, insistió ayer en que no hay indicio alguno de que Kelley tuviera cómplices, ni que le movieran motivos políticos, religiosos o raciales. Han recuperado su teléfono móvil, pero, por el momento, el FBI se ha visto incapaz de entrar en el aparato y acceder a la informació­n guardada.

Para Martin, “sólo es una especulaci­ón si habría muerto más gente en caso de no aparecer el samaritano”. Respondía así al comentario que Trump hizo en Corea del Sur, donde habló de “cientos de muertos más” de no ser por la valentía del vecino. A Willeford le avisó su hija de los tiros.

“No soy un héroe –declaró, emocionado–, Dios me dio la habilidad para hacer lo que debía, pero no sabía qué iba a pasar”.

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