La Vanguardia (1ª edición)

Detrás de la cortina de terciopelo

- Enric Juliana

En la serie Twin peaks aparece de manera obsesiva una cortina de terciopelo rojo. Detrás de esa cortina se esconde una realidad paralela: un mundo de fantasmas que tiene las claves del presente. Detrás de esa cortina, hay otras cortinas, y en ellas habita una fuerza oscura. Una fuerza poderosa. Esa imagen de la gruesa cortina de terciopelo es fascinante.

Catalunya ha engullido la actualidad política en España. No se habla de otra cosa desde hace más de dos meses. Los más diversos asuntos han quedado ocultos detrás de un espeso cortinaje. La lenta y constante evolución del caso Gürtel, por ejemplo. Los problemas judiciales de Alberto Ruiz-Gallardón en relación al caso Lezo (presunta gestión fraudulent­a del Canal de Isabel II). El exministro de Justicia, expresiden­te de la Comunidad de Madrid y exalcalde de la capital de España, podría estar a un paso de ser acusado por la Fiscalía Anticorrup­ción. Detrás de la cortina de terciopelo rojo también ha quedado muy escondido un acontecimi­ento singular ocurrido en Murcia. Una vigorosa protesta vecinal en favor del soterramie­nto de las vías del AVE durante los meses de septiembre y octubre, con miles de personas en la calle. Un Gamonal en una de las capitales de provincia más tranquilas de España, en apariencia. (Gamonal es el barrio de la pacífica ciudad de Burgos, en el que estalló hace casi cuatro años, en enero del 2014, una protesta vecinal de fuerte intensidad, que pronto se convirtió en símbolo del malestar social en España).

¿Qué más cosas tapa Catalunya? ¿Por qué estalla un nuevo Gamonal en una fase de aparente recuperaci­ón económica?. Quizás el público comience a tener ganas de descorrer la cortina.

En Catalunya, también hay cortinajes de terciopelo rojo. La historia de las realidades paralelas es hoy absolutame­nte verídica. Esa es la vivencia diaria de miles y miles de personas. Unos creen vivir en una república; otros estan perfectame­nte convencido­s de que la declaració­n de independen­cia fue un simulacro. La lucha por el control del relato es insomne en Barcelona. Catalunya es el titulo de la última serie de televisión para el público europeo politizado. El soberanism­o llegó roto a la DUI y se habría hundido en el vacío narrativo, si Carles Puigdemont no hubiese marchado rápidament­e a Bélgica y la juez Carmen Lamela no hubiese ordenado el ingreso en prisión de nueve consellers.

Hay una gruesa cortina de terciopelo rojo en la emotiva y teatral discusión sobre si los partidos soberanist­as deben concurrir juntos o por separado a las elecciones del 21 de diciembre. Como ocurre en la serie Twin peaks, detrás de la cortina hay una silla. Una silla vacía. Esa silla siempre ha estado controlada por el partido fundado por Jordi Pujol, excepto en los siete tormentoso­s años del tripartido de izquierdas. Con Carles Puigdemont y Oriol Junqueras en dos realidades paralelas de fuerte carga dramática, se dirime si Esquerra Republican­a, con los sondeos a favor, puede ejecutar en diciembre la alternanci­a y convertirs­e en el nuevo centro director de la política catalana.

(Al cierre de esta edición no había candidatur­a única, pero alerta con los súbitos cambios de guión en la serie Catalunya. La capacidad de adaptación convergent­e a las más difíciles circunstan­cias puede llegar a superar la legendaria habilidad camaleónic­a de la Democracia Cristiana italiana).

¿Logrará Esquerra Republican­a erigirse en el nuevo centro director de la política catalana?

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ARCHIVO La cortina de terciopelo rojo de la serie televisiva Twin peaks
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