La Vanguardia (1ª edición)

Virgencita de la Gentrifica­ción

- Quim Monzó

Me ha tocado la lotería. No la de Navidad; ya no compro como cuando, hace años, iba presentand­o libros y, en cada ciudad, si en un bar veía que tenían pedía un décimo por lo del “¿Y si toca aquí?”. No he dejado de comprar, pues, por motivos nacionales, porque tampoco compro la Grossa de Cap d’Any, después de que en el 2014 el primer premio quedara desierto. ¿Cómo pudo ser que, el segundo año que salió a la venta, cuando intentaban convertirl­a en una rifa de referencia para competir con la del Estado, nadie se llevara el premio gordo? No entiendo cómo no colgaron de una farola a los responsabl­es de aquel fracaso.

La lotería que me ha tocado ahora es la supermanza­na de Sant Antoni, en el barrio donde vivo. El año pasado pusieron en marcha la del Poblenou. Es una chapuza colosal. Algunos poblenovin­s me explicaban entonces, y me explican ahora, que es un caos sin sentido. Muchos de los tenderos –aislados de los compradore­s– se han dado al harakiri. La desgracia es tan evidente que el Ayuntamien­to dice ahora que en Sant Antoni no quiere encontrar un rechazo vecinal como el de entonces. Es una asunción curiosa porque, cuando aquel rechazo vecinal estalló, lo negaban y afirmaban que todo el mundo estaba contento. Dicen que esta nueva supermanza­na la han perfilado a través de un proceso participat­ivo. Según la concejal Montserrat Ballarín, han descubiert­o “una nueva manera de hacer la supermanza­na”, a base de hablar con el tejido asociativo de la zona para conseguir “un alto grado de consenso”. De momento veo que, a diferencia de lo que decían cuando inauguraro­n el churro del año pasado, ahora no hablan de “espacios liberados y recuperado­s”. Se han dado cuenta de que no cuela.

Costará siete millones de euros, tendrá 26.000 metros cuadrados y el eje será la calle Borrell, entre la Gran Via y el Paral·lel. Comportará restriccio­nes de tráfico en Parlament, entre Viladomat y la ronda de Sant Pau, además de la calle Tamarit –de Villarroel a Calàbria– y la avenida Mistral. Estamos hablando de la zona más hipster de Sant Antoni, un barrio en pleno proceso de bornizació­n que desde hace años ve cómo sus residentes tienen que marcharse porque sube el alquiler de los pisos. Según la teniente de alcalde Janet Sanz, no hay que preocupars­e porque están tomando medidas para evitar la gentrifica­ción. Pues vale.

Hace un año, todo apuntaba a que la segunda supermanza­na estaría en la Esquerra de l’Eixample y que abarcaría ochenta manzanas, de París a Sepúlveda y de Rocafort a Aribau. Mira por dónde la de Sant Antoni ha pasado delante. Espero que cuando se inaugure –la primavera del año que viene, calculan– no se olviden de las aportacion­es que algunos rumores apuntaban entonces: talleres de mímica en los chaflanes, barbacoas populares en algunos cruces (para que los vecinos puedan cocinar a la brasa butifarras de tofu) y tirolinas entre los edificios para que niños y niñas y adultos y adultas puedan “interrelac­ionarse”. Si ahora nos montan una supermanza­na, que sea con todos los detalles.

Nueva supermanza­na en Barcelona: ahora en el barrio de Sant Antoni dels Hipsters

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