Ni los abetos se salvan
Las sequías y el cambio climático ponen en serio riesgo los abetales del sur de Europa, según alerta un informe
Una investigación capitaneada por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y la Universidad Pablo de Olavide pronostica un alarmante reducción en el crecimiento de bosques de abeto en el Mediterráneo a causa de los fenómenos climáticos extremos. El incremento de las temperaturas y una mayor duración e intensidad de las sequías y las olas de calor podrían reducir la extensión o incluso provocar la desaparición de los abetos en la región mediterránea, donde están considerados especies amenazados o en peligro de extinción, según recoge la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Los abetos viven en el Mediterráneo en verdaderas islas biológicas; por ejemplo, en la sierra de Grazalema (Cádiz), Sierra de las Nieves (Málaga), Montseny-Guilleries en Catalunya, el Rif en Marruecos, los montes más altos de Líbano o el sur de los Balcanes. Son algunas de las zonas-refugio, y en donde han quedado recluidos y protegidos por unas especiales condiciones geográficas, de orientación u orográficas.
Un artículo publicado en la revista PNAS –y capitaneado por investigadores españoles– no vislumbra un futuro halagüeño para los abetos en estas latitudes.
El estudio vaticina que el aumento global de las temperaturas y periodos más secos y cálidos provocará una reducción del crecimiento y un acortamiento de la estación óptima de para el desarrollo de algunas especies en la segunda mitad del siglo XXI en los límites sur y de menor altitud (zonas más secas y cálidas). Todo ello podría desencadenar un aumento de las tasas de mortalidad. La premisa son las proyecciones climáticas y las respuestas observadas ya durante a los sucesos extremos del siglo XX.
“Nuestros resultados sugieren que el aumento de temperaturas y de la frecuencia de fenómenos extremos (sequías y olas de calor) predichos para finales de siglo XXI disminuirán el crecimiento en muchos bosques mediterráneos que se verán sometidos a mayor falta de agua y estrés térmico, lo que puede resultar en más procesos de decaimiento y mayor mortalidad”, asegura Raúl Sánchez-Salguero, investigador del IPE-CSIC y UPO y primer firmante de la publicación.
En total, han analizado treinta bosques donde se encuentran las siete especies de abetos mediterráneos: las tres de pinsapo (en España y Marruecos), abeto blanco (España e Italia), abeto silesia ( Turquía, Líbano y Siria), abeto griego (Grecia y Balcanes) y abeto del rey Borys (en Balcanes).
Los autores del trabajo emplean un novedoso modelo matemático que proyecta cómo cambiará la anchura de los anillos anuales de crecimiento de los árboles de cada bosque en función de las tendencias climáticas y considerando las respuestas ya observadas a sucesos climáticos extremos. Y teniendo en cuenta varios escenarios de emisión de gases invernadero, han evaluado la vulnerabilidad y estabilidad de estos bosques en respuesta a distintas proyecciones climáticas.
En el escenario de gran emisión de gases y temperaturas extremas, la persistencia de los bosques de abeto blanco y la mayoría de abetos mediterráneos estará en grave riesgo de desaparición. Muchos de estos bosques reducirán su crecimiento entre un 20% y un 50% a partir del año 2050.
El informe comporta el desarrollo de nuevas metodologías para la detección temprana de vulnerabilidad, explican los investigadores Jesús Julio Camarero y Juan Linares. La definición de estos umbrales de vulnerabilidad son esenciales para pronosticar la futura estabilidad de los bosques en el planeta en el siglo XXI.
Los expertos destacan que si desaparecen los bosques de abetos, podrían esfumarse ecosistemas que los sustentan y que han servido de refugio para muchas especies. Se pronostica extinciones localizadas, pero no se puede subestimar su capacidad de adaptación, como demuestra el hecho de que estas especies de abetos han subsistido durante cientos de miles de años y han sobrevivido a la última glaciación.
Entre el 20% y el 50% de estos bosques podrían ver reducido su crecimiento a partir del 2050