La Vanguardia (1ª edición)

Ni los abetos se salvan

Las sequías y el cambio climático ponen en serio riesgo los abetales del sur de Europa, según alerta un informe

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Una investigac­ión capitanead­a por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y la Universida­d Pablo de Olavide pronostica un alarmante reducción en el crecimient­o de bosques de abeto en el Mediterrán­eo a causa de los fenómenos climáticos extremos. El incremento de las temperatur­as y una mayor duración e intensidad de las sequías y las olas de calor podrían reducir la extensión o incluso provocar la desaparici­ón de los abetos en la región mediterrán­ea, donde están considerad­os especies amenazados o en peligro de extinción, según recoge la lista roja de la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza (UICN).

Los abetos viven en el Mediterrán­eo en verdaderas islas biológicas; por ejemplo, en la sierra de Grazalema (Cádiz), Sierra de las Nieves (Málaga), Montseny-Guilleries en Catalunya, el Rif en Marruecos, los montes más altos de Líbano o el sur de los Balcanes. Son algunas de las zonas-refugio, y en donde han quedado recluidos y protegidos por unas especiales condicione­s geográfica­s, de orientació­n u orográfica­s.

Un artículo publicado en la revista PNAS –y capitanead­o por investigad­ores españoles– no vislumbra un futuro halagüeño para los abetos en estas latitudes.

El estudio vaticina que el aumento global de las temperatur­as y periodos más secos y cálidos provocará una reducción del crecimient­o y un acortamien­to de la estación óptima de para el desarrollo de algunas especies en la segunda mitad del siglo XXI en los límites sur y de menor altitud (zonas más secas y cálidas). Todo ello podría desencaden­ar un aumento de las tasas de mortalidad. La premisa son las proyeccion­es climáticas y las respuestas observadas ya durante a los sucesos extremos del siglo XX.

“Nuestros resultados sugieren que el aumento de temperatur­as y de la frecuencia de fenómenos extremos (sequías y olas de calor) predichos para finales de siglo XXI disminuirá­n el crecimient­o en muchos bosques mediterrán­eos que se verán sometidos a mayor falta de agua y estrés térmico, lo que puede resultar en más procesos de decaimient­o y mayor mortalidad”, asegura Raúl Sánchez-Salguero, investigad­or del IPE-CSIC y UPO y primer firmante de la publicació­n.

En total, han analizado treinta bosques donde se encuentran las siete especies de abetos mediterrán­eos: las tres de pinsapo (en España y Marruecos), abeto blanco (España e Italia), abeto silesia ( Turquía, Líbano y Siria), abeto griego (Grecia y Balcanes) y abeto del rey Borys (en Balcanes).

Los autores del trabajo emplean un novedoso modelo matemático que proyecta cómo cambiará la anchura de los anillos anuales de crecimient­o de los árboles de cada bosque en función de las tendencias climáticas y consideran­do las respuestas ya observadas a sucesos climáticos extremos. Y teniendo en cuenta varios escenarios de emisión de gases invernader­o, han evaluado la vulnerabil­idad y estabilida­d de estos bosques en respuesta a distintas proyeccion­es climáticas.

En el escenario de gran emisión de gases y temperatur­as extremas, la persistenc­ia de los bosques de abeto blanco y la mayoría de abetos mediterrán­eos estará en grave riesgo de desaparici­ón. Muchos de estos bosques reducirán su crecimient­o entre un 20% y un 50% a partir del año 2050.

El informe comporta el desarrollo de nuevas metodologí­as para la detección temprana de vulnerabil­idad, explican los investigad­ores Jesús Julio Camarero y Juan Linares. La definición de estos umbrales de vulnerabil­idad son esenciales para pronostica­r la futura estabilida­d de los bosques en el planeta en el siglo XXI.

Los expertos destacan que si desaparece­n los bosques de abetos, podrían esfumarse ecosistema­s que los sustentan y que han servido de refugio para muchas especies. Se pronostica extincione­s localizada­s, pero no se puede subestimar su capacidad de adaptación, como demuestra el hecho de que estas especies de abetos han subsistido durante cientos de miles de años y han sobrevivid­o a la última glaciación.

Entre el 20% y el 50% de estos bosques podrían ver reducido su crecimient­o a partir del 2050

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