La minimalista desconocida
El Macba rescata la obra de la neoyorquina Rosemarie Castoro
Rosemarie Castoro (Nueva York, 19392015) fue una de las pocas mujeres que ocupó un lugar de centralidad en un contexto dominado por los hombres, el del minimalismo y el conceptualismo norteamericano de los años sesenta y setenta, y pagó por ello el precio de la invisibilidad. Pintora, escultora, dibujante, bailarina, performer y poeta conceptual, dejó tras de si una obra prodigiosa, evocadora y asombrosamente singular, que el Macba reúne por primera vez en una gran exposición, Enfocar al infinito, que abre sus puertas mañana (hasta el 15 de abril).
Compañera de filas de la vanguardia neoyorquina junto a Carl Andre (con el que estuvo casada entre 1963 y 1969), Donald Judd, Sol LeWitt o Agnes Martin, Rosemarie Castoro inició su trayectoria en la encrucijada de la danza y las artes visuales. Llegó a colaborar con la coreógrafa y directora de cine Yvonne Rainer (que el 19 de diciembre ofrecerá una conferencia-performance en el museo) y aunque finalmente se inclinó por la pintura y luego por la escultura, su conocimiento del movimiento alienta y nutre todos sus proyectos visuales. “La danza está siempre detrás de su manera de pensar”, señala Tanya Barson, la nueva conservadora jefe del Macba y artífice de una ingente operación de rescate que ahora culmina en Barcelona, pero en la que llevaba varios años trabajando.
Enfocar al infinito se centra en el periodo que va de 1964 a 1979 y reúne 250 obras. La magia del encuentro con Rosemarie Castoro surge ya en las primeras salas, pinturas que conforman campos visuales de composiciones mínimas –la letra Y en repeticiones infinitas, como si fueran notas musicales o pasos de una danza intrigante, que luego sustituirá por
El Macba reúne 250 obras de la pintora, escultora, dibujante, bailarina, performer y poeta conceptual
barras sobre fondo pastel creando efectos alucinógenos–. A lo largo del recorrido nos encontraremos también con la Castoro activista a través de obras como Un día en la vida de un objetor de conciencia (1968-69), una proyección de diapositivas con poemas manuscritos que ella mismo escribió durante una hora al día, durante 24 horas al día, en los que describe la vida de un joven objetor de conciencia que huye de las autoridades y de un soldado en servicio en Vietnam.
Castoro, a la que vemos en diversas acciones o trabajando en su estudio gracias a las fotografías que insertaba en su diario, saldrá también a la calle para realizar una serie de acciones como la que le llevó a recorrer la ciudad en bicicleta con un bote perforado que irá dejando una línea de pintura blanca sobre el asfalto; creará paneles gigantescos a caballo entre la arquitectura, la escultura y la pintura (“la hibridación es un elemento clave de su obra”, dice Barson), y finalmente se centrará en una escultura, que son como dibujos tridimensionales y que aquí se nos muestran como si todavía estuvieran en su estudio blanco.