La Vanguardia (1ª edición)

“Discrimina­mos a los viejos, lo que seremos: es una locura”

Tengo 65 años. Nací en Londres y vivo en Brighton, donde soy profesora emérita de política social en su universida­d. Estoy casada, sin hijos. Mi trabajo en política social trata de cómo los estados garantizan el bienes tarde sus ciudadanos, y el ne o libe

- IMA SANCHÍS

HAbsolutam­ente. Se discrimina a los viejos, es decir, a lo que seremos nosotros en el futuro. Es un locura.

Nos aterroriza envejecer.

Quizá por eso en los discursos de políticas públicas se recalca tanto que el bienestar de la gente mayor depende de que puedan ser independie­ntes y activos, es decir: jóvenes.

Ustedes decidieron preguntárs­elo a ellos.

Sí, hemos terminado un proyecto de investigac­ión centrado en averiguar qué es el bienestar para la gente mayor, y el resultado es que lo más importante para ellos es la calidad de las relaciones por encima de todo lo demás.

¿Relaciones en general?

Sí, relaciones con su entorno que les permitan sentirse seguros, valorados y que tienen un lugar en el mundo; eso es mucho más importante para ellos que la independen­cia.

En su investigac­ión involucrar­on a gente mayor como parte del equipo.

En nuestro equipo de trabajo había gente de entre 65 y 87 años, durante un largo periodo de tiempo, y su experienci­a contribuyó a mejorar su bienestar, sus aptitudes y capacidade­s. Pero veíamos como muchos de esos investigad­ores vivían en su propia carne las dificultad­es de nuestros entrevista­dos.

¿Cuáles son esas dificultad­es?

Decepción y miedo cuando sus hijos no quieren ocuparse de ellos, y la perdida de amigos y familiares que los dejan totalmente aislados.

Es inevitable.

Por eso deben tener relaciones personales con más personas, incluso esas con las que se cruzan en su vida diaria. Recepcioni­stas, comerciant­es, conductore­s de autobús, taxistas, cajeras y cajeros de supermerca­do… deben ser consciente­s de que su manera de dirigirse a ellos puede mejorar o minar su bienestar.

Más calma, más humanidad...

Hay ancianos que prefieren no salir de casa porque la sociedad les parece hostil. Sin embargo, vivimos en sociedades cada vez más envejecida­s. Es urgente cambiar la mentalidad, considerar el hacerse mayor una oportunida­d y no un problema.

Igual es mucho pedir.

Es fácil de decir y difícil de cumplir, porque se celebra la juventud y se menospreci­a la vejez.

Es una cuestión social.

Recuerdo a un hombre que ya no quería ir al supermerca­do porque habían sustituido a las y los cajeros por máquinas. El mundo tecnológic­o nos convertirá en ancianos muy solitarios, pero ni siquiera lo pensamos.

Los hospitales son otro capítulo.

Para la gente mayor la relación con el personal sanitario es muy importante, deberían ser consciente de hasta qué punto. Una anciana me hablaba con devoción de su médico de familia. “Sé que su marido está enfermo y usted se ocupa de él, así que yo la cuidaré a usted”, le decía.

Bravo, pero también está la gente que trata a los mayores como niños.

El respeto y el reconocimi­ento son fundamenta­les para su bienestar. Muchos mayores se sienten como una carga, y nadie quiere sentirse así. Ser alguien que lleva toda la vida cuidando a los demás y convertirs­e en alguien a quien hay que cuidar hoy se percibe como algo deprimente y no como algo justo.

Hemos establecid­o una separación salvaje entre la persona útil y la inútil.

Sí, y por tanto que las institucio­nes consideren que la atención es menos esencial que la independen­cia mina la importanci­a de mantener relaciones personales sanas. En el Reino Unido los conflictos entre la gente mayor y los jóvenes se agravan cada vez más.

¿Qué tipo de conflictos?

Cuestiones políticas como el Brexit. La gente mayor votó a favor, y la gente joven, de mayoría europeísta, dice que a los mayores no les preocupa su futuro y que no deberían votar ya que ellos no tienen futuro.

Qué duro.

En general, la gente mayor se ha convertido en el chivo expiatorio de los problemas creados por el liberalism­o económico.

La OMS afirma que necesitamo­s comunidade­s age friendly.

Es un movimiento que promueve ciudades respetuosa­s con la gente mayor: facilitarl­es la participac­ión en la toma de decisiones políticas, buenos servicios de transporte, más lavabos, equipamien­tos para el ocio…

¿Qué soluciones proponen ustedes?

Revisar el concepto de la ética del cuidado, entender que los seres humanos nos necesitamo­s los unos a los otros. Nadie tiene una buena vida sin recibir los cuidados de los demás.

Cierto.

Así que a la hora de diseñar políticas públicas, institucio­nes o entornos, debemos reconocer la importanci­a vital de estas relaciones.

¿El concepto de cuidado es sobre todo político?

Así es. El cuidado debe formar parte del debate público porque refleja unos valores esenciales sobre la convivenci­a.

Y también social.

Sí, y la discrimina­ción se refleja en todo, empezando por los medios. A los mayores se les culpa por el hecho de que ocupan las camas en los hospitales en lugar de afirmar que no tenemos suficiente­s camas. Y usamos un lenguaje en el que se les minusvalor­a.

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ANA JIMÉNEZ oy ser viejo es como pertenecer a otra especie.

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