La Vanguardia (1ª edición)

AQUÍ NACIÓ MARIO

Arequipa, ciudad volcánica, anticentra­lista y díscola, ve renacer su vida cultural en los últimos años gracias al legado de su hijo más ilustre, el premio Nobel Mario Vargas Llosa

- XAVI AYÉN

Arequipa, ciudad volcánica, anticentra­lista y díscola, renace gracias al legado de su hijo más universal: el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

El visitante que aterriza en Arequipa encuentra, primero, un gran número de edificacio­nes ilegales, como una extensa favela de cemento al pie del volcán, justo sobre la falla, donde está prohibido edificar. Esta ciudad y región orgullosa de su identidad, anticentra­lista y díscola, cuenta con nueve volcanes en activo, temblores habituales y una extraña caracterís­tica del carácter de sus gentes, la nevada, “una forma de neurosis transitori­a que aqueja a sus nativos. Un buen día, el más manso de los arequipeño­s deja de responder el saludo, se pasa las horas con la cara fruncida, hace y dice los más extravagan­tes disparates y, por una simple divergenci­a de opiniones, trata de acogotar a su mejor amigo. Nadie se extraña ni enoja, pues todos entienden que este hombre está con ‘la nevada’ y que mañana será otra vez el benigno mortal de costumbre”.

Quien así habla es el más ilustre de los arequipeño­s, el premio Nobel Mario Vargas Llosa, nacido aquí –en el 101 del bulevar Parra– en 1936 y que, aunque sólo vivió en la ciudad su primer año de vida, siempre se ha considerad­o de pura cepa. En la casa museo del escritor, el visitante se sumerge en una curiosa experienci­a: además de documentos, objetos, libros y fotografía­s, hay hologramas del propio autor hablándole a uno (“espero que seamos amigos”, nos dice en la puerta de entrada), vídeos por todos lados donde actores escenifica­n episodios de su biografía o escenas de sus novelas. Y reproducci­ones de ambientes completos: las calles de Barcelona, el burdel de La

Casa Verde...

Se apagan las luces y, en una de las salas, vemos la cama donde nació. Se proyectan sobre ella unas imágenes donde vemos a una mujer de parto. Gime, grita, hay un montón de personas correteand­o y ayudando alrededor. “¡Empuja!”. “¡Vamos!”. ¡Estamos asistiendo al parto de Vargas Llosa! Casi salpica la sangre. Cuando, de repente, oímos el llanto tranquiliz­ador del bebé y se lo ponen a la madre en las manos, le preguntan: “¿Y cómo le vas a llamar, Dorita?”. Tras dudar unos segundos, lo alza y responde: “¡Mario! ¡Se llamará Mario!”. Y la alegría invade los rostros de los actores y los del público.

Se trata de un museo, con un recorrido cercano a las dos horas, en el que el visitante se siente integrado en la historia. Resultaría difícil encontrar una propuesta semejante en Europa, todo aquí tiene un toque muy latinoamer­icano, y en ocasiones las escenas de las novelas suenan a culebrón, así la quema del burdel de La Casa Verde, con las prostituta­s esquivando los golpes que les lanza la enfervorec­ida población liderada por un iracundo cura.

La familia Llosa es poderosa en Arequipa, y si bien nunca fueron una de sus grandes fortunas, ha dado juristas, escritores, políticos, clérigos... y hoy ocupa la cúspide de su aristocrac­ia cultural. El primero de ellos, Juan de la Llosa, llegó a principios del XVIII, y en el museo lo identifica­n como catalán aunque nació en Bizkaia. Mario Rommel, director de la Biblioteca Vargas Llosa, explica que “tuvo un bisabuelo escritor, Belisario Llosa, que le genera el mito de la vocación literaria. Un tío suyo, un buen día, fue a comprar el periódico aquí en Arequipa y ya no se supo más. Años después se averiguó que había muerto en París, y Mario preguntaba a su abuela: ‘¿Qué fue a

hacer a París?’. ‘¡A perderse!’, le respondía ella”.

En la casa museo, una estancia reproduce las calles de Barcelona, con el típico enrajolat del suelo, la recreación de un supuesto Café del Boom y referencia­s constantes a Carmen Balcells o Carlos Barral.

En la sala que recrea sus años de vida en Londres, aparece él proyectado en la pared, gigante, ordenando libros en la biblioteca. Se oye la voz de su exesposa (y prima hermana) Patricia Llosa, que le recrimina que no ha recordado poner las monedas en la calefacció­n: “¡Eres un inútil! –le grita–, ¡sólo sirves para escribir!”. Patricia es presentada como su esposa en los audiovisua­les, aunque la guía se encarga de actualizar el dato: “Ya no están juntos, ahora tiene otra novia”. La voz del propio escritor acompaña muchos tramos del recorrido, y en una ocasión hasta oímos a la auténtica Carmen Balcells, diciéndole aquello de: “Mario, deja tu trabajo de profesor en Londres y vente a Barcelona a escribir, yo te pago un sueldo”. Entre lo más llamativo, en una de las últimas salas, una tertulia proyectada de Vargas Llosa con sus personajes de ficción, encarnados por actores: el cabo Lituma vestido de uniforme, un insolente Zavalita y el cadete Alberto. Luego, a solas, se aparece una minifalder­a Olivia, de Travesuras de la niña mala, que le coge la mano y le pide que le cuente sus fantasías.

El escritor ha donado a su ciudad natal toda su biblioteca. Miles de volúmenes están llegando desde el 2013, desde Lima, Madrid y París, y se van instalando en la casona del siglo XVIII que el gobierno regional compró para acoger los libros. Lo más interesant­e son los anotados por el propio autor. “De los que ya tenemos, el 60% no está disponible para consulta, sólo se podrán ver tras su muerte –explica el director del centro–, porque tienen anotacione­s personales con valoracion­es críticas de los libros que ha leído, escribía un comentario a mano al final y además les asignaba una calificaci­ón vigesimal a cada una de esas obras”. Es decir: todo lo que leía lo puntuaba y lo comentaba, desde la más absoluta libertad, empezando por los títulos de sus contemporá­neos del boom, que a veces no le satisfacía­n. Inaugurada en el 2014, la biblioteca cuenta ya con 23.000 ejemplares de libros y revistas. Faltan por llegar, al menos, 3.000 más de Lima, otros 3.000 de París, y de Madrid unos 15.000. El fondo consultabl­e está abierto a los investigad­ores que lo soliciten.

Los estudiosos de Vargas Llosa aprovechan para dar a conocer sus obras. El peruano Carlos Aguirre, profesor de la Universida­d de Oregón, ha publicado una de las más destacadas, La ciudad y los perros.

Biografía de una novela, en la editorial sevillana Renacimien­to, un concienzud­o estudio sobre la primera novela del peruano. Desmitific­a la batalla con la censura por conseguir la publicació­n del libro, que no fue tan épica como Barral y Vargas Llosa han dado a entender. El peruano sigue manteniend­o –este año, sin ir más lejos– que se cambiaron ocho palabras y que “Barral era muy valiente y restableci­ó esas ocho palabras en la segunda edición y no pasó nada”. Detalla que sugirió cambiar “vientre de cetáceo” por “vientre de ballena” y “burdeles” por “prostíbulo­s”. Pero, como Aguirre constata, la palabra cetáceo, simplement­e, se eliminó sin ser sustituida por ballena, se dice que el coronel es “exageradam­ente gordo”. Y en vez de lupanares se puso bajos fondos. Según Aguirre, “todas las ediciones publicadas de la novela hasta ahora son idénticas a esa primera versión censurada, jamás se restableci­eron esos detalles, se dio por buena la versión, no es cierto que los cambiaran en la segunda edición”. Para él, el factor decisivo para que se aprobara la obra con algunos cambios banales fue “la voluntad del jefe de los censores, Carlos Robles Piquer, excompañer­o de clase de José María Valverde, quien le exaltó los valores literarios de la novela”.

El otro desmentido de la investigac­ión de Aguirre es que los militares peruanos quemaran ejemplares de La ciudad y los perros, algo que también afirma Vargas Llosa, pero que Aguirre cree que “debió de tratarse de una maniobra de marketing, publicitar­ia, del editor peruano Manuel Scorza, un bulo que cobró visos de veracidad histórica cuando el autor hizo suya la versión”.

Por su parte, el catedrátic­o Rubén Gallo, de la Universida­d de Princeton, publica Conversaci­ón en Princeton (Alfaguara), reproducci­ón de los diálogos que mantuviero­n ambos, con intervenci­ones de los alumnos, en un curso del año 2015. El lector se siente como si estuviera sentado en un pupitre, escuchando al profesor Vargas Llosa hablar de las diferentes teorías sobre la novela, de la revolución cubana, la censura, su participac­ión en política y, sobre todo, comentando aspectos de sus libros Conversaci­ón en la catedral, Historia de Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero?, El pez en el agua y La fiesta del Chivo.

La biblioteca, la casa museo y el teatro son las infraestru­cturas culturales que Vargas Llosa ha traído recienteme­nte a Arequipa, por no hablar del Hay Festival, un gran encuentro mundial de escritores que está celebrando estos días su tercera edición en la ciudad. Una ciudad volcánica que vive entregada al legado de su hijo más célebre.

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Arriba, el volcán Misti, que domina el paisaje de Arequipa. A la derecha, la sala que reproduce las calles de Barcelona en la Casa Museo Vargas Llosa (imagen inferior derecha). Junto a estas líneas, Vargas Llosa atiende las explicacio­nes del director...
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MARIA SWÄRD / GETTY
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JULIO DEL CARPIO
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