Yemen, bajo el arma del hambre
El bloqueo de Arabia Saudí a la ayuda humanitaria cumple una semana en un país ya en emergencia
El aviso de las Naciones Unidas ha sido claro: si persiste el bloqueo a las fronteras, puertos y aeropuertos de Yemen impuesto por Arabia Saudí, y que dura ya una semana, se desencadenará “la mayor hambruna que el mundo ha visto en muchas décadas, con millones de víctimas”. ¿Noticia inesperada? Relativamente: la guerra de Yemen ha permanecido hasta hoy opacada por las de Irak y Siria, y por un veto al acceso de la prensa, pero el grado de destrucción que sufre el país no hacía presagiar otra cosa desde que, en marco del 2015, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos –principales agentes de una coalición árabe y occidental contra las fuerzas rebeldes yemeníes– lanzaron una campaña de bombardeos aéreos.
El pretexto para el bloqueo ha sido el lanzamiento de un misil sobre la capital saudí, que fue interceptado por el sistema Patriot adquirido a EE.UU. Riad y Washington acusan a Irán de suministrar el misil a la milicia de Ansar Allah (los llamados rebeldes hutíes, de confesión chií) y dicen que estos reciben armas iraníes por Hodeida, que es el puerto por el cual se abastece la población en territorio rebelde. Pero la pugna entre Arabia Saudí e Irán es sólo el trasfondo de la guerra yemení; el cerrojo a la ayuda humanitaria remite a la incapacidad militar de la coalición y a sus tensiones internas, de modo que el arma del hambre se aplica a todo el país.
Según el coordinador humanitario
“Estamos teniendo que reemplazar al Estado” por un colapso total, dice Samir Elhauary
de la ONU Samir Elhauary, por su “magnitud y gravedad es la crisis mayor del mundo” y, debido al colapso de todos los servicios públicos –sanidad, agua, saneamiento, electricidad...– “los humanitarios estamos teniendo que reemplazar lo que normalmente haría el Estado”.
“Cada diez minutos un niño muere en Yemen por causas evitables como malnutrición, diarrea e infecciones respiratorias”, resume el último boletín de la Oficina de Coordinación Humanitaria de la ONU (OCHA), en la que Elhauary es oficial de campo. Se trata de 11 millones de niños sobre un total de 20,7 millones de personas necesitadas de auxilio urgente en un país de 27,4 millones de habitantes. Los muertos en esta guerra rondan los 10.000, civiles la mayoría.
Elhauary coincidió esta semana en Casa Árabe, en Madrid, con Helena Valencia, responsable de Médicos Sin Fronteras en Yemen entre junio y septiembre. Acababa de ser anunciado el bloqueo a una acción humanitaria en sí ya difícil. “Tienes que pedir visados y permisos a las dos partes contendientes –explicaba Valencia–. Y las divisiones internas también afectan: un ministro es de un partido y su segundo es de otro; uno te dice A y otro te dice B”, para imponer su cuota de poder.
Diez barcos con suministros tuvieron que dejar los puertos de Hodeida y As Salif, y 1.200 toneladas de carga quedaron bloqueadas en Yibuti, desde donde la ONU vuela al aeropuerto (cerrado para cualquier otro uso) de la capital del país, Saná, asimismo en manos rebeldes, y al de Adén, capital de un Gobierno oficial que vive recluido en Arabia Saudí.
El aeropuerto de Adén tendría que reabrir hoy, mientras frente al puerto esperaba un barco del Programa Mundial de Alimentos. “Históricamente, por Hodeida entraba el 80% de las importaciones, en un país que depende de ellas en un 90% de sus necesidades. Y la capacidad de Adén no es la misma –explicaba Elhauary–. Desde Adén podemos llegar a Saná, pero tienes que cruzar líneas de combate, hay demoras...”. La coalición saudí se escuda en la Resolución 2216 del Consejo de Seguridad, que exige la retirada de Ansar Allah y sus asociados, los leales al expresidente Ali Abulah Saleh, y la restitución en Saná del presidente Abed Rabo Mansur Hadi.
Los rebeldes –e Irán– afirman que aquel misil fue una represalia por el ataque aéreo a un hotel y un mercado en la provincia de Sada, con 26 muertos. No es el primer caso. Sin embargo, aunque “sigue habiendo objetivos civiles, no llegan al grado de destrucción que vi en el 2015, cuando toda la ciudad de Sada era objetivo”, decía Helena Valencia. Entre el 2015 y el 2016 los hospitales apoyados por MSF-España en el norte sufrieron cuatro bombardeos que mataron a 26 personas. Ahora, “en Abs la gente te pide el alta ” por miedo a los bombardeos.
Sanitarios, maestros, incluso soldados no cobran desde hace meses, y la vida se ha encarecido un 35% (la gasolina, un 60% esta semana). La desnutrición afecta incluso al territorio de la facción apoyada por los saudíes. Y el cólera rebrotó en abril causando más de 2.000 muertos. Aunque se da por controlado, “dos de cada tres personas no tienen acceso a agua limpia”, señalaba Elhauary. Con sólo un 57% de los fondos que precisa, la ONU no puede “responder a 20 millones de necesitados, así que nos centramos en los 10 millones en situación muy crítica. Si el conflicto dura más, lo que vamos a ver es que los otros 10 millones empezarán a caer en esa categoría. La gente yemení es muy resistente, pero con otro año de conflicto no sé cómo va a aguantar”.
“La gente te pide el alta hospitalaria por miedo”, relata Helena Valencia, de MSF