Arlecchino se jubila
Leo en el Corriere della Sera (7 de noviembre) que Ferruccio Soleri, que acaba de cumplir 88 años, se jubila. Es probable, más que probable, que ese nombre no le diga nada al lector, pero si añado que se trata del Arlecchino del Piccolo Teatro de Milán, la estrella, estrella fija, de aquel Arlecchino servitore di due padroni ,la obra de Goldoni de la que Giorgio Strehler hizo la pieza emblemática del Piccolo milanés, estoy convencido de que más de un lector, un lector de una cierta edad, se sentirá rejuvenecer, como si, de pronto, volviera a mordisquear una de aquellas rebanadas de pan –pan blanco– amb vi i sucre de nuestras meriendas infantiles. Y hasta es probable que suelte una lagrimita. Digo esto, porque cada vez que Ferruccio Soleri, mi Arlecchino, se comía la mosca yo volvía a ser un crío de cinco años.
Ferruccio Soleri es florentino. De joven quiso ser futbolista y lo consiguió. Jugó como profesional en la Firenze, y era bueno, hasta que un día se rompió una pierna y después de un mes enyesado decidió pasar página. Se decantó por el teatro. Fue alumno, en París, del gran Jacques Lecoq –como Anita Lizarán– y en 1957 debutó en el Piccolo con una obra de Pirandello. Dos años más tarde, Giorgio Strehler le nombró sustituto de Marcello Moreti, el Arlecchino del Piccolo desde su fundación. Y desde entonces Soleri ha llevado la máscara de su ilustre personaje por todo el mundo: más de 3.000 funciones en 40 países. Su nombre figura en el libro Guinness como el actor que durante más años ha interpretado el mismo personaje. Casi 60 años interpretando el Arlecchino de Goldoni / Strehler. “Ya es hora de pasar el testigo a mi sucesor, Enrico Bonavera”, confiesa Soleri en el Corriere, y añade: “Aunque, si por mi fuera, seguiría interpretándolo: cuando, al final de la función, me quito la máscara, el público se sorprende de ver la cantidad de arrugas que cubren mi rostro”.
El Piccolo de Milán celebra este año los setenta de su fundación. El 14 de mayo de 1947 abría sus puertas en el número 2 de la Vía Rovello –donde antes estaba el cine Broletto– con una representación de L’albergo dei poveri (Los bajos fondos), de Gorki. Aquella primera temporada se cerraba el 24 de julio con Arlecchino servitore di due padroni ,la pieza de Goldoni que Giorgio Strehler, cofundador del Piccolo con Paolo Grassi, convertiría a lo largo de los años en la bandera, en la insignia del teatro milanés.
El Piccolo tardó 16 años en llegar a Barcelona, y podía haber tardado más, mucho más. Llegó, como por arte de magia, el mes de abril de 1963. Fue su primera actuación en territorio español. En total, 18 representaciones: Barcelona, Zaragoza, Madrid, Valladolid, Vitoria, San Sebastián y de nuevo Barcelona. El público barcelonés no estaba familiarizado con el teatro italiano, en lengua italiana. Algunos recordaban la fugaz presencia de Gassman en el Palau con su espectáculo Il gioco degli eroi, alguna que otra función, vieja función, de su suegro, Renzo Ricci en el Romea, en el Ciclo de Teatro Latino de Xavier Regàs, y poca cosa más. El Piccolo vino a España con el Arlecchino de Goldoni, en su cuarta edición: Ferruccio Soleri, Valentina Cortese –extraordinaria actriz–, Franco Graciosi, Gianfranco Mauri, Nico Pepe, Checco Rissone y el resto de los trece intérpretes, junto con los decorados y el vestuario de Ezio Frigerio, la música de Fiorenzo Capri y las máscaras de Amleto y Donato Sartori.
Un grupo de amigos, gentes de teatro, capitaneados por Ricard Salvat y Josep Anton Codina (Escola d’Art Dramàtic Adrià Gual) nos reunimos en el Instituto Italiano con Paolo Grassi –Strehler no vino en aquella ocasión– dispuestos a colaborar en el éxito de aquellas funciones (10 y 11 de abril). Y lo conseguimos: cuando el Piccolo, terminada la gira española, regresó a Barcelona (29 y 30 de abril), había bofetadas para hacerse con una butaca en el Romea.
Desgraciadamente, aquella primera visita del Piccolo a Barcelona y al resto de España no tuvo continuidad. Habrían de pasar algunos años, demasiados, para que regresase a España de la mano de Lluís Pasqual, a la sazón director del Centro Dramático Nacional. Fueron los años en que el Piccolo y el CDN sumaron fuerzas para el estreno mundial, en Milán, en el Teatro Studio, segunda sede del Piccolo, de El Público, de Federico García Lorca. Luego vino la versión de Strehler de Le baruffe chiozzotte en el Lope de Vega sevillano, durante la Expo, y la primera mundial de L’Isola degli schiavi, de Marivaux, en el Poliorama, segunda sala del Centre Dramàtic de la Generalitat.
Poco después, Giorgio Strehler era nombrado doctor honoris causa por la Universitat Autònoma de Barcelona (Facultat de Lletres / Institut del Teatre). Strehler falleció en su casa de Lugano la noche de Navidad de 1997, a los 76 años. En la dirección artística del Piccolo le sucedió Luca Ronconi, alguno de cuyos espectáculos pudimos ver en Barcelona. Luego vino la crisis y…
Leo en el Corriere que Ferruccio Soleri interpretará, por última vez (función única), su Arlecchino en el teatro Argentina de Roma, el próximo mes de mayo. Si puedo, iré.
PS. Me pregunto si con motivo del 20 aniversario de la muerte de Strehler no podríamos reunir al Lliure, al Institut del Teatre y al Instituto Italiano para recordar y homenajear al maestro. Lluís Pasqual, que fue uno de sus discípulos, podría contarnos muchas cosas de él, y Codina y otros supervivientes nos podrían hablar de aquel mes de abril de 1963 en que el Piccolo llegó a Barcelona. Amén de ello, existen excelentes filmaciones de espectáculos del Piccolo que el Instituto Italiano nos podría mostrar. Y, por qué no, podríamos invitar a Ferruccio Soleri y tomarnos unas copas con él. Sin la máscara. ¿Es posible?
Me pregunto si no podríamos reunir al Lliure, al Institut del Teatre y al Instituto Italiano y hasta invitar a Ferruccio Soleri