Pop rock a flor de piel
Pop rock genuinamente británico es lo que ha elaborado Steven Munar en esta ocasión, junto a ese grupo de espléndidos instrumentistas que responden por The Miracle Band. La humana naturalidad que impregna el álbum desde la primera nota y desde la primera inflexión vocal es el mayor patrimonio de una obra que amanece, entre otras cosas, bajo la alargada sombra de la extraordinaria buena acogida que acompañó a su anterior disco de estudio, Time traveller. Pero el oficio y el espíritu libre del músico anglomallorquín –uno de los artífices de los gloriosos The Tea Servants– brillan en esta ocasión en todo su esplendor, que en su caso es sinónimo de humana creatividad: las imperfecciones, el sonido natural, el buen tino en las melodías, el calor de la complicidad que inevitablemente surge entre el intérprete y el oyente, la espontaneidad que parece imperar en la grabación.
La personalidad de Munar no es la que busca y aspira a la redondez del producto final. Y la producción –repartida entre él y Marc Tena– va por allí. Ello no es óbice para que su impronta clásica y elegante asome en detalles, actitudes, irónicas/humorísticas letras o generoso reparto de juego entre unos músicos donde por encima de todo resplandecen las magníficas hilaturas guitarrísticas. Obra (dedicada su abuela materna, empleando un nombre ficticio que se inventó su madre, la escritora Heather Smith) de trazo que va más allá de su habitual decálogo pop, adentrándose en sendas que recuerdan al David Bowie noventero o a los Kinks.