Los jardines de Sorolla
El Centre Cultural Bancaja de València expone 120 obras de los edenes que el pintor retrató en su madurez
AJoaquin Sorolla se le atribuye el mérito de haber logrado trasladar a sus obras la claridad de la luz, y los matices que produce en los objetos y en las personas, como pocos en la historia del arte. Ahí están esos cuadros de momentos observados en las playas de València, de estilo impresionista, para aseverarlo. Era, además, un poderoso retratista, en la mejor tradición del academicismo pictórico español, que trasladó al lienzo a algunos de los personajes fundamentales de su tiempo, tanto del mundo del arte como de la política.
Pero hay una faceta de Sorolla menos conocida, y es la referida a su pasión por los jardines, que era también su pasión por la naturaleza. Lo reconocía esta semana en València la directora del Museo Sorolla de Madrid, Consuelo Luca de Tena, en la presentación en el Centre Cultural Bancaja de la exposición Sorolla. Un jardín para pintar. “Además de pintor de playas, Joaquín Sorolla fue un paisajista extraordinario, un retratista fantástico contra su voluntad, porque no le gustaba, aunque destacó enormemente, y un pintor de jardines magnífico”.
En la presentación de la muestra, que estará abierta hasta el próximo mes de marzo, Luca de Tena añadió que se trata “de un Sorolla injustamente inédito, porque siempre pensamos en las playas y en los niños jugando en el mar, pero es un pintor con una riqueza de matices realmente inagotable”.
La muestra propone, a través de 120 piezas, un viaje pictórico para descubrir gran parte de la obra que el artista hizo sobre los jardines, así como conocer en profundidad la influencia de los jardines andaluces en su producción artística y en el propio jardín al que dio forma en su residencia en Madrid. Se trata de un Sorolla íntimo, que observa estos edenes como lugares donde relajarse y estar, y es esta percepción las que se observa en unas obras con amplio efecto balsámico. Al artista le encantaba cuidar sus jardines.
Luca de Tena indicó también que la figura del “pintor-jardinero” era frecuente en la época y que muchos otros artistas impresionistas construían jardines para después pintarlos, con perfiles “muy peculiares y característicos”. A pesar de tratarse de lugares muy grandes, los cuadros representan espacios íntimos y recogidos: “Siempre hay una fragmentación del espacio y la presencia del agua que sosiega y serena el ánimo”.
La comisaria de la exposición, María López, subrayó que se trata de un “Sorolla maduro que sabe lo que quiere y que se está pintando a sí mismo” y destacó la importancia que dio a conceptos fundamentales de la pintura “como la luz, el color, la composición o los reflejos”.
Además, resaltó los paralelismos con otros artistas como el impresionista Claude Monet o el expresionista Vasili Kandinski
Se trata de un Sorolla íntimo, que observa estos espacios como lugares donde refugiarse y relajarse
Hay una faceta menos conocida, y es la pasión de Sorolla por los jardines: su pasión por la naturaleza
que también encontraron en el trabajo con jardines “los mismos parámetros pictóricos y emocionales que encontró Sorolla”.
Sorolla inició su propio jardín en 1910, con la construcción de su nueva casa; un jardín mediterráneo con rasgos de la jardinería del Renacimiento italiano y la hispanoárabe. Distribuyó sus espacios entre la intimidad y la vida social, le dio vida y lo pintó cuando ya era un artista consagrado.
La muestra ha sido coorganizada por la Fundación Bancaja, la Obra Social La Caixa, el Museo Sorolla y la Fundación Museo Sorolla. Las pinturas han sido cedidas por el Museo Sorolla de Madrid en su mayoría, aunque también han contribuido el Museo de Bellas Artes y el Ayuntamiento de València, el Museo Carmen Thyssen de Málaga, la Hispanic Society of America y algunos coleccionistas particulares.
Presentada en julio en CaixaForum Sevilla, la exposición incorpora en València obras inspiradas en jardines valencianos.