La Vanguardia (1ª edición)

La descendent­e aventura de Gareth Bale

- Santiago Segurola

Cinco temporadas después de su fichaje por el Real Madrid, la mirada sobre Gareth Bale impide verle como el sucesor de Cristiano Ronaldo y la alternativ­a más razonable a Neymar, el único jugador que se ha atrevido a desarmar la estrategia de Florentino Pérez en el mercado futbolísti­co. Era Neymar, y no Bale, el destinado a aterrizar en el Madrid en el verano del 2013, tras la abrupta salida de Jose Mourinho.

A pesar de su turbulento abandono del Barça, Neymar todavía representa una profunda herida para Florentino Pérez. Con pocos jugadores, quizá con ninguno, fue más persistent­e el presidente del Madrid. Le veía como algo más que el heredero de Messi y Cristiano. Neymar le gustaba de verdad. Le parecía un futbolista perfecto para el Real Madrid y la pieza decisiva para derribar al Barça posguardio­lista.

Por una vez no se cumplió la lapidaria sentencia de Txiki Begiristai­n: “Cuando el Madrid entra en escena para fichar, mejor apartarse de su camino”. El Barça no se apartó y fichó a Neymar, un golpe de autoridad que no evitó consecuenc­ias indeseable­s para el Barça, en forma de procesos legales, dimisión de Sandro Rosell y finalmente la veraniega tocata y fuga del brasileño. Todavía hoy se especula en la prensa con la posibilida­d del desembarco de Neymar en el Real Madrid. Difícil, pero no descartabl­e. El presidente Florentino Pérez nunca le ha perdido la pista.

Gareth Bale era la alternativ­a natural a Neymar. Contaba 23 años y su deslumbran­te progresión en el Tottenham Hotspur estaba favorecida por el prestigio social y mercantil del fútbol británico. El jugador galés ha comenzado su quinta temporada en el Real Madrid, que pagó 101 millones de euros al Tottenham, aunque Florentino Pérez se empeñara en desmentirl­o. No quería importunar a Cristiano Ronaldo, hasta entonces el futbolista más caro del mundo. La cifra real fue deslizada hace dos años por Football Leaks. Sujeto al traspaso más oneroso de la historia, Gareth Bale recibió desde el principio una sobreprote­cción del club. Cualquiera que se atreviera a dudar de su rendimient­o o a preguntars­e por sus reiteradas lesiones musculares, era tachado de antimadrid­ista. Bale era intocable.

A punto de ingresar en el 2018, Bale ha sufrido su lesión número 19 en los últimos cuatro años y medio. Es una estadístic­a terrible para un jugador cuestionad­o por el Bernabeu, pero también querido por la hinchada. Remite a la idea que se tiene del sportman británico de toda la vida. No ha generado un solo problema en Madrid, donde ni tan siquiera hace vida social. Sobre Gareth Bale gravitan dos problemas, uno de salud –su trayectori­a en el Madrid está atravesada por las lesiones– y otro de rendimient­o. No es mejor que hace cuatro años.

Bale procede de una cultura, no sólo futbolísti­ca, que históricam­ente ha entrado en fricción con la europea. Hay muy pocos casos de jugadores británicos que hayan triunfado en el continente. El galés John Charles en el Juventus, quizás Keegan en el Hamburgo y muy poco más. Desde esta perspectiv­a, la apuesta por Bale tenía sus riesgos. Sus muchas cualidades –la potencia descomunal, la velocidad, el poderío rematador, el excelente juego aéreo…– no se acompañaba­n por el sutil conocimien­to del juego. Es un jugador sin misterio.

La sucesión de lesiones y el precio de su fichaje han operado contra su recorrido en el Madrid. En cierto modo, el Bernabeu no espera nada nuevo de Bale, un

El Bernabeu no espera nada nuevo de Bale, un buen futbolista, pero no el sucesor de Cristiano

buen futbolista, pero no el sucesor de Cristiano Ronaldo, ni la alternativ­a a Neymar. La nueva lesión añade un problema extra futbolísti­co: Bale pierde valor en un mercado que cotiza a Neymar en 222 millones de euros y a dos recién llegados, Dembélé y Mbappé, en 150 millones. Para el Real Madrid, el club que probableme­nte mejor vende del mundo, la situación de Bale es cada vez más preocupant­e. Su figura se disipa en el campo y en el mercado.

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DANI DUCH Bale, en una de sus últimas actuacione­s
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