Descubriendo
Mis antiguos alumnos africanos organizaron un gran evento en Abidjan, Costa de Marfil, y me pidieron que fuese. Voy por allí con frecuencia pero no puedo negar que siempre me impresiona la velocidad a la que se globaliza el mundo. La cantidad de edificios en construcción o en rehabilitación que se veían en Abidjan era impresionante. También alguno me dio la alegría de comentarme que estaba distribuyendo por allí productos de conocidas empresas que hasta hace poco eran de Catalunya pero por suerte aún son de España.
En África hay un alto porcentaje de mujeres emprendedoras que han montado su empresa y tienen pasión por formarse bien, pero en programas de dirección de empresas sólo para mujeres. Las mujeres empresarias han creado una asociación que se llama WELA (Women Entrepreneurs Leaders Association, Asociación de Mujeres Líderes Emprendedoras).
En estas ciudades africanas veo muchas cosas que me recuerdan la pobreza que veía alrededor cuando era un niño de seis años en Barcelona. Pero en toda mi familia había ilusión por avanzar, con su esfuerzo iban notando el avance y no se sentían hundidos en la pobreza. En los años ochenta, cuando lancé mi escuela en China, recuerdo que alrededor veía lo mismo que en Barcelona cuando era pequeño, pobreza por todas partes. Donde entonces había viviendas miserables que parecía que se iban a caer, hoy hay edificios presentables con pisos que deben ser como muchos de aquí. Los chinos de hace 25 años tampoco sentían la pobreza que les rodeaba incluso en ciudades como Pekín o Shanghai porque estaban entusiasmados con el crecimiento que habían descubierto que era posible.
Cuando empecé a montar mi escuela en China, logré alquilar en Pekín una planta de un edificio y siempre nos preguntábamos si era seguro estar allí o si el edificio podría caerse. Las ventanas no se ajustaban bien, no había calefacción y en el duro invierno de Pekín los alumnos estaban en clase con abrigo y bufanda. Quizás el recuerdo de mi infancia en la pobreza me llevó a sentir tanto cariño por aquella China pobre y ahora me pasa lo mismo en África.
Cuando pasas por pueblos en África, ves otra vez aquella pobreza profunda. Ves viviendas miserables pero ya están cerca de ellas construyendo un buen bloque de pisos con buena pinta. Y ves la falta de medios por todas partes. Andamios hechos con cañas de bambú, gente empujando carros o andando con sacos enormes sobre la cabeza y otros en las manos, pasando al lado de un camión moderno o un Mercedes Benz parados en un atasco de coches impresionante: pobreza pero avance.
De lo que no cabe duda es de que cuando un mercado potencial enorme, con cientos de millones de personas, como es esta zona subsahariana alrededor del golfo de Guinea, se ha puesto en marcha, la cantidad de oportunidades para nuestras empresas es también enorme. Allí falta de todo pero para suministrarlo hay que estar dispuesto a tener alguien que se responsabilice de aquella zona, vaya por allí y pase tiempo, busque posibles distribuidores o incluso monte una organización para distribuir o hasta fabricar allí y, naturalmente, todo eso tiene un coste. Hablando a veces de oportunidades en esta zona con empresarios de aquí, los hay que casi lo consideran un insulto: “¿Cómo vamos a ir allí? Yo no he estado nunca, ¿Cómo busco allí un distribuidor? ¿De quién me voy a fiar? ¿Y qué idioma hablan?” Hay jóvenes que han hecho un máster y están dispuestos a irse allí y además hablan inglés y francés, los idiomas más frecuentes por aquella zona (en Costa de Marfil el francés, mientras en Ghana el inglés).
Todo el mundo por allí era consciente de lo que pasaba en Catalunya y me hacían comentarios riendo y con sentido del humor como diciendo: ¡Qué cosas pasan en Europa! ¡Como en los peores sitios de África!
Cuando un mercado potencial enorme, como el del golfo de Guinea, se pone en marcha, también las oportunidades para nuestras empresas son enormes