La Vanguardia (1ª edición)

Puntualida­d médica

- Quim Monzó

Quim Monzó recuerda las horas de infausta espera en las consultas médicas a raíz de una propuesta de los doctores ingleses, que pretenden multar a los pacientes que no se presenten a la cita a la hora convenida: “sucede a veces que es el paciente quien no se presenta a la hora acordada. Yo los colgaría de la lámpara del techo, porque facilitan a los médicos impuntuale­s su excusa: ‘¿Veis cómo vosotros tampoco respetáis las horas acordadas?’”

Que levanten la mano los lectores que no se hayan encontrado a lo largo de su vida con médicos que les dan una hora de visita y no se presentan hasta mucho después. ¿Veo una mano levantada? Muy bien. Pues sepa que usted es la excepción, porque el resto de los ciudadanos nos hemos encontrado muchas veces en una sala de espera contemplan­do el reloj con ansia. Nos han dado hora a las cinco de la tarde, por ejemplo. Pasan diez minutos y no te llaman. Pasan veinte y tampoco. Pasa media hora y tampoco. No todos hacen lo mismo, claro. Los hay con una puntualida­d impecable, tanto que cuando eso pasa te sorprendes. La experienci­a acumulada demuestra que lo mejor es pedir la primera hora posible, sea por la mañana o por la tarde, porque si te dan cita después, con mucha probabilid­ad habrán ido acumulando los pequeños retrasos de las citas previas y te tocará apechugar con todos, sumados.

Pero también sucede a veces que es el paciente quien no se presenta a la hora acordada. Yo los colgaría de la lámpara del techo, porque facilitan a los médicos impuntuale­s su excusa: “¿Veis cómo vosotros tampoco respetáis las horas acordadas?”.

“‘La puntualida­d es una virtud que florece poco porque habitualme­nte nadie la percibe” (Anónimo)

La cosa se agrava cuando, directamen­te, no se presentan a la cita y brindan así la coartada para las llamadas o los SMS que muchos médicos hacen el día antes de la cita: “Le recordamos que mañana, a las 11, tiene hora con el doctor López Estertor”. Coño, ya lo sé. Lo dice clarito la nota que escribí en mi agenda, con letra nítida, cuando me dieron la cita. ¿Piensan que me olvidaría jamás de una cita con el doctor López Estertor?

Pero mucha gente se olvida, o pasa. Sobre todo si se trata de la Seguridad Social. Hartos, en Gran Bretaña proponen multar a los pacientes que no se presenten. Algunos médicos de cabecera sugieren una multa de 10 libras. La suma de todas las citas perdidas supone un gasto de casi mil millones de libras anuales. “Cuando los servicios parecen gratis, algunos pacientes no aprecian lo que realmente cuesta proporcion­ar ese servicio”, dicen. En aquel país no están para bromas de impuntuali­dad. Hace dos meses, una escuela amenazó con multar a los padres que no se presentan a recoger a sus hijos a la hora estipulada y obligarlos a pagar una libra por cada minuto de retraso.

La puntualida­d es una virtud poco valorada. Recuerdo el caso de una periodista que colaboraba en el programa que Toni Clapés dirigía en Catalunya Ràdio por la tarde y que ahora, habiendo cambiado de emisora, se llama Versió RAC1. La periodista no se presentó a la hora que debía salir por antena. Le cayó una bronca de las que hacen historia. “A las mujeres nos gusta que nos esperen”, me confesó una vez una que siempre llegaba tarde. Juliette Gréco dijo un día que si una mujer se presenta puntual a una cita vale más no fiarse mucho. Si ahora hubiera dicho eso, le habría caído encima tal avalancha de críticas por sexista que estaría ingresada de urgencias en la sección de traumatolo­gía de algún hospital, sin cita previa y, al menos aquí, con unas cuantas horas de espera en una camilla olvidada en un pasillo.

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