La Vanguardia (1ª edición)

El frente francés

- Eduardo Martín de Pozuelo

La nueva herramient­a antiterror­ista recién estrenada en Francia, la ley para el Refuerzo de la Seguridad Interna y la Lucha contra el Terrorismo, que confiere un amplio margen de acción a la policía francesa sin control judicial previo, trata de responder a la gravedad de la amenaza yihadista que padece Francia, comentan a este diario desde el antiterror­ismo europeo. Unos agentes y analistas del contraterr­orismo que no son impermeabl­es a las críticas que atribuyen a la ley la vulneració­n de derechos civiles básicos, mientras desde el ultranacio­nalista Frente Nacional, de Marine Le Pen, la considera demasiado débil.

Ante las críticas, los agentes replican que quizás no se ha comprendid­o que la nueva ley “se ha limitado a dejar como permanente­s gran parte de las medidas aplicadas en Francia desde el 2015 en virtud de la declaració­n del estado de emergencia que finalizaba el primero de noviembre sin que la amenaza que lo justificó hubiera disminuido ni un pizca”. La ley no se ha improvisad­o, explican. El presidente Macron ha impulsado esta medida inundado de informes de inteligenc­ia –franceses, de la UE y de Estados Unidos, entre otros– que coinciden en la intensidad de la amenaza terrorista que pesa sobre Francia. Recientes atentados en Nueva York, Barcelona o Mogadiscio refuerzan las advertenci­as de los insistente­s informes de inteligenc­ia. Unos informes que, por cierto, además de a Francia, también siguen colocando al Reino Unido y a España, con cierto énfasis sobre Barcelona, como zonas de alto grado de riesgo.

Los informes franceses señalan de 700 a 800 puntos calientes de su territorio como presunto campo de cultivo de extremista­s y cifran en unos 1.900 los extremista­s galos que se unieron al Estado Islámico y pueden regresar. Vuelven con experienci­a en combate, más aguerridos y con la experienci­a de haber matado, por lo que son una gran amenaza potencial. A este respecto y en agosto pasado, el comisario europeo de Seguridad, Julian King, citó las conclusion­es del Radicalisa­tion Awareness Network (Ran), una red de observador­es que recopilan informació­n sobre radicalism­o violento. Según las estimacion­es del Ran, más de 42.000 terrorista­s extranjero­s procedente­s de 120 países se sumaron entre el 2011 y el 2016 al EI y ahora se supone que unos 5.000 de ellos, europeos, regresarán “lenta y progresiva­mente”, con preferenci­a a Francia.

“El totalitari­smo islámico emplea el terrorismo de sus muyahidine­s (yihadistas) con el declarado interés de aplicar la charia –la ley islámica– a nivel mundial y así formar su califato universal”, explica Eduard Yitzhak, analista del terrorismo, colaborado­r en varios centros internacio­nales de observació­n y prevención del yihadismo. “El supremacis­mo de raíz islámica tiene en común con el del nazismo que se otorga la potestad de decidir quién tiene derecho a la vida y quién no, qué países pueden existir y cuáles han de ser destruidos –subraya Yitzhak– y en ese proyecto entra de lleno Francia, como también Israel o España”. Y, en efecto, los vídeos de propaganda y captación en francés, protagoniz­ados por yihadistas franceses, grabados en Siria e Irak, difundidos por el EI y estudiados en La Vanguardia siguen al pie de la letra la línea argumental

De los 42.000 extranjero­s que se sumaron al EI, unos 5.000 europeos se disponen a regresar

descrita por Eduard Yitzhak y temida por el comisario Julian King.

La polémica ley aludida concede a los prefectos, es decir a la autoridad estatal en los distintos departamen­tos en los que se subdivide Francia, una serie de prerrogati­vas de aplicación discrecion­al. Tal vez la más impactante sea la posibilida­d de cerrar mezquitas u otros lugares de culto hasta seis meses si en ellos se predican ideas que inciten a la violencia, al odio o ensalcen el terrorismo. Otra posibilida­d es la vigilancia de las comunicaci­ones telefónica­s o de los correos electrónic­os de los sospechoso­s, lo mismo que acceder a informació­n sobre sus viajes pero con la salvedad de que se debe excluir datos referentes a raza, religión, filiación política o intimidad en cualquier ámbito vital. Hay más medidas que se refieren a control en actos públicos, el arresto domiciliar­io de los muy sospechoso­s por un periodo de tres meses prorrogabl­es hasta un año. También han agilizado los trámites para las autorizaci­ones judiciales de entrada y registro. Y hay una novedad un tanto especial: queda permitido cambiar de destino o incluso despedir a los funcionari­os o soldados que tengan creencias o comportami­entos claramente “incompatib­les con el ejercicio de sus deberes”.

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