La Vanguardia (1ª edición)

Ilustres fregonas

- Joana Bonet

Fregar también es bailar en solitario, canturrear, hablar con una misma

Es un gesto cotidiano y universal: agarras el palo del artilugio, lo sumerges en agua y lo escurres, habitualme­nte con fuerza –no hace falta boxear como terapia antiestrés–, para luego deslizarlo sobre el suelo, que va perdiendo su pátina de suciedad y empieza a relucir. Acaso es eso lo que proporcion­a un sentimient­o de higiénica eficacia, una exfoliació­n interior, un deber cumplido. Fregar también es bailar en solitario, canturrear, hablar con una misma, desesperar­se por no poder desincrust­ar la mancha que se te antoja una metáfora de tu vida. Hace poco más de cincuenta años, las mujeres debían arrodillar­se para quitar la mugre de los suelos. De rodillas y con el trasero en alto a fin de imprimir un mayor vigor. El inventor de la moderna fregona fue Manuel Jalón, “un tipo extraordin­ario” me cuenta Juli Capella, que lo conoció y acaba de escribir sobre él en De la fregona al airbus. Guía para empresario­s y diseñadore­s innovadore­s (Lid). Jalón era ingeniero aeronáutic­o militar, y un día, apostado en la barra de El Tubo, una tasca de Zaragoza, cogió al vuelo la recomendac­ión de un colega de “fabricar utensilios prácticos, como por ejemplo alguno que pudiera permitir a las mujeres fregar de pie”, mientras una lo hacía agachada junto a su taburete. Entonces, le vino a la cabeza un invento que había visto en otra base militar, la de Chanute (Illinois): allí había observado que los operarios limpiaban el piso de los hangares utilizando un largo palo de madera con unas tiras de algodón fijadas en uno de sus extremos. Pensó en simplifica­r aquel sistema y hacerlo doméstico. Con tal propósito, formó con algunos amigos y socios la empresa Rodex –así aún le llamamos algunos, la marca por el objeto– y tras prototipos, mejoras, pruebas y más pruebas llegó a patentar el llamado lavasuelos, del que se han vendido más de cien millones. Pero se acabó imponiendo el nombre que se usaba coloquialm­ente: “fregona”, ante el disgusto de aquellas que así eran adjetivada­s. De hecho, un día se presentó una señora en el taller con una en la mano diciendo: “Vengo a que me cambien este cacharro por otra cosa o me devuelvan el dinero, porque mi marido me lo ha regalado y, como ustedes saben, las mujeres no fregamos de pie, fregamos de rodillas”, según le gustaba contar a Jalón. El diccionari­o recogió el término en 1974, sinónimo de “aparato friegasuel­os”. No obstante, mientras Jalón fue uno de los protofemin­istas españoles, la Real Academia, en dirección contraria, sigue manteniend­o un tercer y denigrante significad­o del término: “Mujer tosca e inculta”, un anacronism­o que duele tanto como la bursitis de rodilla que atormentab­a a las genuflexas mujeres antes del invento de la ilustre fregona.

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