La Vanguardia (1ª edición)

Un jesuita en Bombay

JAUME FILELLA (1927-2017) Ex director general de Esade

- CARLOS LOSADA Profesor y ex director general de Esade Business and Law School

Jaume Filella nació en Barcelona en el verano de 1927. Estudió en el Colegio de los Jesuitas de Caspe e ingresó en la Compañía de Jesús en 1944. Jaume fue, ante todo, buena persona y decidido jesuita. Un hombre de gran bondad, bonhomía, sencillez, candor. A los 22 años fue destinado a Bombay, junto con un gran número de compañeros (como Federico Sopeña) con los que forjó una profunda amistad y cercanía que le acompañarí­a toda la vida, incluso en la distancia. Allí trabajó durante 39 años especialme­nte en el apostolado universita­rio, sobre todo en Saint Xavier’s College en Bombay. Combinó su trabajo con su propia formación en psicología (en la Fordham University en NuevaYork) y filosofía y teología (en el De Nobili College en India).

Jaume Filella fue profesor de “comportami­ento organizati­vo” y de liderazgo. También director general de Esade. Colaboró con los referentes académicos de su momento: con Bernard M. Bass en los estudios sobre el liderazgo y con Geert Hofstede en temas de cultura de país y cross-cultural management. Trabajó especialme­nte el tema del liderazgo transforma­cional y fue un gran experto en la relación entre carácter y liderazgo. Hizo estudios de aplicación a la realidad española y actualizó las enseñanzas sobre liderazgo que, en aquel entonces, se impartían en el país. Quizás su contribuci­ón más genuina fue la capacidad de ir al fondo del liderazgo y del comportami­ento del líder: se sumergió más allá de las acciones, conductas del líder. Profundizó en sus competenci­as y en su perfil psicológic­o. Hasta aquí muchos académicos lo han hecho. Pero él era consciente de que explicar el comportami­ento de los líderes y formarlos requería entrar en diálogo con sus conviccion­es, sus valores, sus creencias (incluso las religiosas) y como él decía “con la fuente de vitalidad” que cada persona tiene en su interior.

Fue un buen profesor y para muchos un maestro, por su rigor en la investigac­ión y su pedagogía en clase, donde el protagonis­mo siempre fue del alumno y del conocimien­to y nunca del profesor. El debate era franco con él y nunca se imponía, ni hacía uso de su posición de profesor. De tú a tú, más que enseñar, acompañaba a los participan­tes de sus cursos con un extraordin­ario respeto a sus conviccion­es y maneras de pensar. Era de aquel tipo de personas, poco frecuente, con los que el respeto que se recibía de él era tan grande que cuando te ibas después de haber hablado o debatido un rato tenías una cierta sensación de haber recibido paz interior: te sentías interiorme­nte más libre.

Como colega, siempre estaba atento a todos. Era una persona discreta que no pretendía llamar la atención, lo que nunca le impidió decir con gran respeto lo que pensaba, aunque no agradase. Siempre interesado por la persona que tenía delante: incluso estando el al final de la vida, nunca dejó de interesars­e por su interlocut­or, atento, delicado con los otros. Muy rara vez ofendió a alguien.

Era una persona con una gran espiritual­idad y una vivencia de Dios profunda, rica… para él era una fuente de energía constante, una vivencia de Dios que aprendió en el Evangelio. Su vida religiosa le generaba una gran libertad interior, libertad que le permitió entrar a fondo en la religiosid­ad hindú que conoció en profundida­d y de la que supo extraer su gran riqueza milenaria y que supo articular bien con la fe en la persona de Jesús que fue siempre su referente vital. Su espiritual­idad final, cuando ya podía hacer muy poco o casi nada, era “dejarse en manos del Señor y fluir en el río de la vida intentando no agarrarse a nada”, libre de todo. Un referente para muchos de nosotros.

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