La Vanguardia (1ª edición)

Aquella Italia

- Sergio Heredia

Voceaba Balducci: –¡Gentile, Gentile! Balducci era mi vecino. Era milanés, un enfermo del fútbol y un vacilón. Se había pintado el tricolore italiano en la cara y por el jardín correteaba, fuera de sí. –¡Gentile, Gentile! Tras Balducci íbamos, con la única intención de arrancarle la cabeza. Era el verano del 82, por si no les había quedado claro. El verano de Italia, entonces la tricampeon­a del mundo.

De acuerdo: esta es una columna de abuelo cebolleta.

Quiero decir: no va dirigida a los veinteañer­os (si es que esa generación lee prensa generalist­a, tradiciona­l y en papel). Ni siquiera va para los treintañer­os: en el 82 llevaban pañales. Va para los lectores de mi edad, cuarentone­s rozando los cincuenta. Los de la Generación X. Somos los del naranjito.

La inspiració­n la pone Giorgio Chiellini. Es un defensa italiano. Juega en la Juve y en la azzurra. Y el otro día dijo: –El guardiolis­mo ha arruinado una generación de defensores en Italia. Todos quieren salir jugando desde atrás, pero ninguno sabe marcar al hombre. Fue automático. Chiellini me mandó al Mundial del 82. El de España. El del naranjito .El de Paolo Rossi. Y también el de Claudio Gentile. Como jugador, Gentile era barriobaje­ro y eficaz. ¡Qué rabia daba! Lo hubiera selecciona­do siempre para mi equipo. Un defensa italiano de manual. Que se lo pregunten a Maradona, su víctima en Sarrià.

–Maradona me dijo de todo. Insultó a mi madre, a mi hermana... –recordaba

Como jugador, Gentile era un defensa barriobaje­ro y eficaz; lo hubiera selecciona­do siempre para mi equipo

Gentile años más tarde.

Aquella tarde, en aquel partido de la segunda fase, Gentile se había cosido a los pantalones de Maradona. Eso le había pedido Enzo Bearzot. Que fuera una lapa. Marcaje al hombre. Y el hombre era Maradona. Gentile lo zarandeó. Lo tiró al suelo, le rasgó la camiseta, le marcó los tobillos. Lo arruinó. Y luego, a Zico le hizo lo mismo. Gentile hizo lo que todos le hubiéramos hecho a Balducci, que por ahí seguía voceando: –¡Gentile, Gentile! Y le dio una lección al mundo entero. Se puede ganar un Mundial sin apenas tocar la pelota. Así era aquel fútbol italiano. No podíamos vivir con él. Pero tampoco sin él. PD: Como si hubiera escuchado a Chiellini, el otro día se retiraba Andrea Pirlo. Era un bicho raro en el fútbol italiano. Piergiorgi­o Sandri siempre me dijo que allí, en Italia, nadie le entendía. La tocaba y la tocaba. Y el rival, como si no existiera.

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